Decía Miguel de Unamuno: “Los ríos son el alma del paisaje”. Y creo que nadie me podrá negar que los ríos son una parte esencial de los pueblos y de los sentimientos de las gentes que los habitan. ¿Alguien se puede imaginar Soria sin el Duero, Zaragoza sin el Ebro o Toledo sin el Tajo?
Los ríos han sido la cuna de las civilizaciones y los seres humanos han estado unidos a ellos desde que decidieron hacerse sedentarios, hace más de 10.000 años. Las aguas de los ríos eran divinizadas y en ellas moraban deidades que podían ser benévolas y proporcionar alimento y agua pura para calmar la sed, o malévolas y provocar destrozos en forma de crecidas o hambrunas en forma de sequía. Una prueba inequívoca de que los ríos eran respetados por nuestros antepasados.
Con la aparición de la agricultura los ríos empiezan a cambiar, se talan los primeros bosques de ribera para sembrar en las fértiles vegas y con los primeros regadíos se realizan infraestructuras como azudes, canales de riego, presas, etc. Más tarde se comienza a utilizar el cauce de los ríos para producir energía, se edifican molinos, batanes y minicentrales hidroeléctricas. Infraestructuras que afectan y cambian el paisaje fluvial.
Aun así, los ríos se mantienen vivos, pero fue a partir de las últimas décadas del siglo XX cuando el desarrollo de los pueblos provoca un continuo deterioro de la calidad ambiental de los ríos, a la vez que disminuye el apego de sus pobladores hacia ellos, transformándolos de un lugar de esparcimiento social a un receptor de los desechos domésticos, industriales, agrícolas y ganaderos no depurados. Si a esto le sumamos la extracción abusiva de caudales, la desaparición de los bosques de ribera y la ocupación de cauces y vegas por edificaciones, todo ello nos lleva a un trágico deterioro medioambiental de los ríos.
Esta terrible perdida de patrimonio natural y social es conocida por todos los políticos. Algunos se pusieron manos a la obra para intentar mejorar en lo posible los cauces de sus ríos al paso por sus pueblos. Como ejemplo nombraré lugares cercanos como Almazán o El Burgo de Osma. Pero, por desgracia, en Sigüenza hace mucho tiempo que se decidió dar la espalda al río y dejar que se degradase hasta convertirse en lo que hoy no me atrevería a llamar río. Tal es la dejadez de todas las corporaciones seguntinas durante décadas que en el año 2007 Ecologista en Acción denunció esta situación ante la Confederación Hidrográfica del Tajo (CHT) y ante la Delegación de Sanidad, por contaminación de aguas, vertido sin depurar y por posible foco de infección. Según Ecologistas en Acción en el río Henares al llegar al municipio de Sigüenza, la calidad de sus aguas cambia radicalmente y se convierten en aguas negras, aguas residuales, foco de infección, que han acabado con la vida y la calidad de sus cristalinas aguas, tras recorrer sus escasos primeros diez kilómetros. Y por desgracia la situación en el año 2021 no ha mejorado, si no que ha empeorado.
Curiosamente en el programa electoral del PSOE para las pasadas elecciones municipales si se muestra interés por nuestro río. En su segundo punto sobre medioambiente decía: “Negociaremos con CHT la creación de un parque fluvial en el cauce del río Henares que sirva de lugar de esparcimiento y de disfrute natural para nuestros vecinos”. Por desgracia en el programa electoral del PP para las mismas elecciones, no hay ni una mínima propuesta para intentar mejorar el entorno del río Henares algo en mi opinión vergonzoso. Pero vamos que hoy por hoy, aparezca en el programa electoral o no de los partidos, el resultado es el mismo que hace décadas, cerramos los ojos y no queremos saber nada de las infestas condiciones en las que se encentra el Henares a su paso por Sigüenza.
Y pensar que durante mi infancia y juventud éramos muchos los jóvenes que jugábamos en el río Henares a su paso por Sigüenza, hacíamos cabañas en sus orillas, aprendimos a pescar truchas y cangrejos y para algunos de nosotros fue nuestro primer contacto serio con la naturaleza seguntina.
Que sirvan las siguientes líneas de homenaje a nuestro río.
El río Henares nace en La Fuente del Jardín situada en la falda sur de un monte conocido con La Buitrera, perteneciente a la Sierra Ministra, en el término de Horna y tras recorrer más de 160 km se une al Jarama en la localidad madrileña de Mejorada del Campo.
El origen de su nombre es confuso. En algunos mapas antiguos de la Península Ibérica aparece con el nombre de Tagonius, aunque esto pudiera deberse a un error porque en otros mapas ese nombre lo recibe el río Tajuña. Algunos filólogos creen que el nombre proviene del latín fenum que significa heno y que su nombre en época romana seria Fenaris y por tanto su nombre sería “río del heno”, se supone que es porque en sus vegas se producía mucho heno. El problema es que no existe ningún documento de esa época en la que el río sea mencionado. Otras teorías nos dicen que proviene del árabe Nahr que significa “río” según testimonio escrito de Mohammad al-Razi, aunque para otros estudiosos sería más correcto An Nahr que traducido significa “Ese río”. Diversos testimonios entre los siglos XII y XIV lo denominan río "Fenares", del latín fenum como hemos comentado antes.
Según nuestro paisano José Antonio Ranz, filólogo de Riosalido, el topónimo “Henares” comenzó a utilizarse a finales del siglo XV, aunque en documentos del siglo XIX aún lo vemos escrito “Llenares”, que según Menéndez Pidal era una alusión a la riqueza agrícola de sus vegas. Y en otros documentos y mapas de los siglos XVIII y XIX también aparece como “Nares”. Actualmente la teoría más aceptada es que el nombre de “Henares” proceda del latín fenum y que su denominación se refiera a la abundancia de campos de heno que antaño hubiera en sus vegas. En castellano, según la RAE, “Henar” significa “sitio poblado de heno”.
Nuestro río Henares es un río con historia ya que su ribera paso la Vía Augusta romana que iba de Mérida a Zaragoza, una de las calzadas más importantes y con más tráfico de la península. Calzada que utilizaba el valle del Henares y el curso del Henares como paso natural hacia el valle del Ebro, por el valle del Jalón. Y hasta que las infraestructuras mejoraron siempre ha sido el paso natural entre el centro peninsular y Aragón.
Además, según algunos autores, el nombre a nuestro pueblo puede que tenga que él. Es conocido que Sigüenza proviene de Segontia que a su vez proviene del celta Sego, victoria, y el sufijo -ntia y significaría “Ciudad fuerte” o “Ciudad victoriosa”; otros autores creen que Segontia es de origen romano y significa “la que domina el valle”. Pero para otros estudiosos, como González Rodríguez o Álvaro Galmés, el nombre de Sigüenza puede relacionarse con la raíz hidronímica celta “SEGH” que significa “fluir”, o “SEK” que significa “corriente de agua” y con el sufijo -nt(h)ia que era usado para el género femenino. Y que, por tanto, Sigüenza podría significar “Por donde fluye el agua”. Cosa nada descabellada por la cantidad de manantiales y fuentes que hay en nuestro termino que nutrían el caudal del río.
Pero si todo esto no fuera razón suficiente para restaurarlo, añadir que la Directiva Marco del Agua (2000/60/CE) del Parlamento Europeo indica que es preciso aplicar medidas que contribuyan a mejorar su estado de salud y alcanzar los objetivos ambientales siguientes: Primero, se deben aplicar medidas permitan mejorar la calidad de las aguas estableciendo las infraestructuras, que sean necesarias, en materia de saneamiento y depuración. Segundo, se debe frenar el deterioro adoptando medidas de restauración y mejora del estado de las riberas de los ríos. Tercero, se debe garantizar abastecimientos seguros y saludables, pero también se debe compartir el agua con el ecosistema y es preciso establecer medidas para el cumplimiento de los regímenes de caudales ecológicos. Y cuarto, se considera a las crecidas fluviales, fenómenos naturales propios de la dinámica de los ríos y por ello se deben establecer medidas para la gestión de las avenidas. Para ello, será preciso combinar actuaciones estructurales en los núcleos urbanos consolidados, con la ordenación de los usos del suelo en las llanuras de inundación y buenos sistemas de prevención y alerta hidrológica.
Además, se recomienda fomentar la educación y la sensibilización ambiental, en materia de aguas, para un cambio de paradigma que permita sentar las bases de un nuevo modelo que deje de destruir el medio natural y cuyo reto sea la conservación.
Por este motivo invito al ayuntamiento actual y a los venideros a ponerse urgentemente manos a la obra para recuperar el río Henares en Sigüenza, un río que forma una parte fundamental de nuestra historia y que necesita un plan de restauración urgente para la salud del propio río y de los seguntinos. Algo mucha más necesario que muchos otros proyectos que se nos están vendiendo actualmente. Se que este proyecto es mucho más difícil y que da menos propaganda, pero será el mejor para la imagen y la salud de Sigüenza y sus habitantes.
Texto: Javier Munilla.
Fotos del autor: El Henares a su paso por Sigüenza