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La Plazuela llega al número cien y una sensación agridulce nos invade, pues el viento trae noticias de que hay quien se siente molesto (o peor aún, ofendido) por algunos textos de los que en estas páginas han expresado sus opiniones con respecto a la peculiar renovación de la Alameda. Por lo que a mí respecta, la Alameda me gusta como está. Siempre puede mejorarse algún aspecto, especialmente su salud vegetal, para afrontar el futuro conservando su encanto y si lo expresé en voz alta fue para ofrecer otro punto de vista antes de un cambio irreversible que, al parecer, acaba de ponerse en marcha, al viejo estilo de sostenella y no enmendalla.

Igualmente, creo que han predominado las buenas intenciones y esa valentía –tan poco frecuente en sociedades reducidas– que consiste en decir aquello que otros callan.

Pensando en positivo, la intervención en la Alameda era una promesa de quien ganó las elecciones municipales y resulta encomiable que pretenda cumplirse (algo inusual en política). Pero la letra pequeña del contrato entre electores y elegidos debía haber sido escrita de mutuo acuerdo, y de ahí el debate que, al parecer, ha caído en saco roto.

Lo ideal hubiera sido que ambas partes se escuchasen, convinieran en la buena fe común, decidieran lo mejor para la preservación del bien y, ya relajadas, fumasen el calumet, la pipa de la paz. No ha podido ser, pero no hay que perder la esperanza en que vengan tiempos mejores para ejercer la obligación ciudadana del diálogo constructivo.

Rebobinando, ya me había causado una enorme perplejidad la respuesta de las autoridades autonómicas al recurso interpuesto por la Fundación Ciudad de Sigüenza para solicitar la declaración de la Alameda como Bien de Interés Cultural (BIC), pues se desestimó la petición argumentando que el bien carece de los valores suficientes. Conclusión asombrosa de la misma Consejería que ha declarado BIP ( Bien de interés Patrimonial) una serie incompleta de trescientos azulejos sevillanos con escenas del Quijote que decoran la fonda y sala de la estación de Alcázar de San Juan, de los que existen series similares de más de seiscientas o quinientas piezas en Málaga y otros lugares, además de conjuntos menores repartidos por toda España.

Esto, que en principio podría ser debido a una excepcional sensibilidad ante el Patrimonio Histórico local, resulta incoherente si se considera que han sido ignorados los valores de un jardín de más de doscientos años razonablemente conservado, con una rica historia como tal, abundantemente documentado y descrito por artistas y escritores, ejemplo también de los prácticamente desaparecidos “salones” que marcaron la vida social del pasado.

¿A qué puede deberse esta situación? La sensación de que algo no va bien se acentúa ...¿no será que Guadalajara provincia tiene ya demasiadas declaraciones y es preciso repartir equitativamente?

Pues es muy cierto que, a pesar de los avatares padecidos en la guerra de Sucesión, las desamortizaciones y la destrucción masiva de 1936-39, aún conserva Guadalajara importantes vestigios artísticos, naturales e históricos, muchos de ellos a punto de desaparecer, pero protegidos varios de ellos. Quizás esta modesta abundancia explique el extraño caso de Sigüenza, una ciudad que, en rigor, debería acumular numerosas declaraciones BIC individuales, que otorgan la máxima protección.

Recordemos que el  Patrimonio histórico no es simétrico, pues suele estar concentrado en determinadas zonas, localidades, comarcas, provincias o países, más ricos unos que otros, lo mismo que no hay playa o montaña en todos los sitios.

La tentación de organizar un “cafe para todos” unificando lo que por naturaleza es desigual, suele dar como resultado la devaluación de la figura (cuando todo es importante, nada es importante) y la consiguiente desprotección.

En efecto, asombra ver que Sigüenza apenas tiene declaraciones BIC singulares, pues de poco valen –como ya ha constatado la experiencia general– las figuras de protección colectivas tipo Conjunto Histórico, que permite declaraciones de ruina, vaciado de edificios, o ciertas intervenciones arquitectónicas duras, no reversibles, bajo la etiqueta de modernidad. Un ejemplo es el Plan de Rehabilitación del Casco Histórico, pendiente de aprobación desde 2016. Aún siendo una propuesta coherente y técnicamente viable, ha demostrado, en el caso de la Alameda, que sirve de bien poco su catalogación como elemento de protección integral, situación que puede hacerse extensible al resto de inmuebles seleccionados, que son la mayoría de los que a continuación se citan.

Para remediar esta situación, insuficiente a todas luces, podría proponerse a las autoridades y ciudadanía la promoción de la declaración de BIC para una protección definitiva de los siguientes elementos seguntinos:

— El Doncel. Es, sin duda, el embajador ante el mundo de la ciudad de Sigüenza. Icono de proyección internacional como arquetipo de virtudes e inspiración literaria y filosófica, no exento de debate (Ortega y Gasset, Unamuno, Alberti, Generación del medio Siglo, Marías...). La casa de los Vázquez de Arce, conocida como “Casa del Doncel” es importante por sí misma por sus vestigios mudéjares y traza gótica. Aunque la escultura se halla plenamente protegida al formar parte de un BIC (la catedral), se trataría en este caso de otorgar conjuntamente a ambos bienes, por su significado, una protección máxima como patrimonio inmaterial de la Ciudad de Sigüenza, protegiendo, de paso, la imagen gráfica del Doncel.

— Sigüenza es una de las más bellas ciudades de señorío episcopal de Europa, por lo que también cabría declarar BIC, además de la Catedral, que ya lo es, edificios tan notables que compiten con monumentos de primer rango, como son la antigua universidad/palacio episcopal y el seminario conciliar San Bartolomé.

— Entre el conjunto de iglesias, sin duda las románicas de San Vicente y Santiago igualan, o aún superan en rango a otras muchas declaradas, poseyendo la segunda un interesante yacimiento arqueológico. Singular es asimismo la iglesia de Nuestra Señora de los Huertos, importante ejemplar del renacimiento alcarreño que es, a su vez, un hito en la historia del arte hispano.

— Son las plazas los elementos más detacables de su arquitectura civil, representativas del urbanismo castellano, por lo que sería justo otorgar protección BIC individual a la Plaza Mayor y el edificio del Ayuntamiento, así como a la plazuela de la Cárcel.

— Como elemento vinculado a la judería, sería apropiada la declaración de la casa adosada al Portal Mayor, entrada principal de la aljama, que, además de los vestigios que contiene, fue  por un tiempo universidad y que –según datos de la página Histgüeb– perteneció al banquero de origen judío Pedro González de León. Éste personaje, casado con María de León Coronel, se documenta residiendo en Sigüenza en 1495 y también como vecino de Valladolid tras un conflicto con la inquisición de Cuenca en 1526.  Hace tiempo observé que en el patio de esta vivienda campean varios escudos correspondientes al linaje de los Coroneles, familia prolífica procedente de Segovia, que, en el siglo XVI, se expandió principalmente por tierras de la Alcarria (Hita, Jadraque, Atienza, Cifuentes, Brihuega, Torija, Guadalajara...), y también por Molina de Aragón, Soria (Almazán, Ágreda...), Madrid, Pontevedra, Portugal, etc. Estos Coronel, que usan el escudo correspondiente al antiguo linaje de los Coronel andaluces (María Alonso Coronel, esposa de Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, origen a la casa Medina-Sidonia y otras), lo hacen por concesión especial a su antepasado, Abraham Seneor, quien fuera rabino mayor de Castilla, consejero real y uno de los hombres más ricos y poderosos de su tiempo, cuya intervención fué decisiva para el reinado de Fernando e Isabel. En 1492, ya octogenario, fué bautizado con casi toda su familia en Guadalupe por el cardenal Mendoza, siendo los reyes sus padrinos. Tomó el nombre de Fernán Pérez Coronel, como continuador y sucesor del linaje antiguo. Entre las muchas mercedes recibidas, como el regimiento perpetuo de Segovia, estaba una singularísima: un privilegio por el que sería trasmisible la hidalguía de sangre a todos sus descendientes, tanto por vía masculina como femenina. Las numerosas ramas familiares pleitearon constantemente por su reconocimiento, hasta que la condición de descendientes de converso notorio prevaleció sobre la calidad de su antepasado, diluyendo su memoria. A este linaje pertenecen destacadas personalidades, entre ellas la venerable Sor María de Jesús de Ágreda, escritora mística y confidente de Felipe IV.

— Y, por supuesto, la Alameda...

¿Es mucho pedir la protección máxima para todo ello? Creo que no, porque Sigüenza lo merece. Ahora bien: si la ciudadanía en pleno no se involucra, incluyendo aquellos que amamos a esta ciudad preciosa, haremos verdad la creencia generalizada acerca de algunos rincones excepcionalmente bien preservados, de los que se dice que, si han llegado así hasta nosotros es “porque no había dinero”. Y es que el dinero no basta por sí mismo, hay que saber gastarlo.


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