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Escribo esto el día de antes, es decir, en plena "jornada de reflexión". Mi esperanza es que los que ocupen los puestos de poder a partir de mañana en algún momento quieran leerlo. La reflexión a la que nos conminan en la jornada de hoy pienso que no debería atañer solo a los votantes, sino especialmente a los votados. Sobre todo la reflexión sobre los límites de nuestro sistema, que es como decir de su calidad. Lo que voy a hacer es una diagnosis y una petición. Ideas muy simples. Y vamos a comenzar por una afirmación fuerte: en nuestro sistema político no existe representación del elector. De ahí la necesidad de este texto.

Primero una pequeña definición. Un representante es alguien que actúa en el nombre de y, sobre todo, a las órdenes de alguien. Y así cada segundo de su mandato representativo. Si tuviéramos que enunciar una sola señal de que alguien es un representante verdadero sería la capacidad de romper con él el contrato en el momento en el que el representado quiera. Nadie seguiría con el mismo abogado, por ejemplo, si este dejara de actuar a tus órdenes para hacer de su capa un sayo. En países democráticos verdaderos este procedimiento de destitución por parte del cuerpo electoral debe estar perfectamente reglamentado. Se llama revocación del mandato. En Estados Unidos, por ejemplo, casi todos los años se producen varias revocatorias ("recall") populares de todo tipo de representantes: congresistas, senadores, alcaldes, miembros del consejo municipal ("concejales"), jueces electos, gobernadores, sheriff, etc. Basta con que un distrito electoral perciba que el elegido ya no interesa o les ha defraudado por la razón que sea para iniciar el procedimiento, que está debidamente reglamentado (empieza con firmas). Naturalmente, la llamada democracia española, pero también la mayoría de las europeas y del mundo, carecen de este tipo de mecanismos. Aquí se vota listas de partido, no a personas concretas. O sea, a unas siglas. ¿Y cómo se revocan unas siglas? Está claro, no se puede. El que se ampara en ellas, puede hacer, pues eso, de su capa un sayo, durante nada menos que cuatro años. En ese tiempo ningún ciudadano, circunscripción o distrito, ni conjunto de electores le puede toser. Si quiere, podría hacer exactamente lo contrario de lo prometido, ningún mecanismo institucional hay para impedírselo. Salvo la no reelección, claro está. Pero cuatro años es una eternidad. Sin control ciudadano de los actos políticos lo que tenemos es algo muy parecido a una dictadura renovable cada cuatro años. Estoy criticando estrictamente el sistema, recuerdo.

Se nos "pide el voto" cada cuatro años con mucho empeño y, durante unas semanas, con no poco esfuerzo. Se nos pide "nuestra confianza", nada menos, palabras mayores, sin ser conscientes la mayoría de lo que implica esa terrorífica frase. Vosotros votadme, hacedme poderoso, perdón, quería decir, dejadme trabajar por vuestro bien por cuatro años. Confiad. Soy bueno, no os puedo hacer mal, soy vuestro amigo. Mi criterio es perfecto para vosotros. Confiad ciegamente, yo os lo daré todo. Soy lo mejor que os podría haber pasado. Dejadme hacer, y olvidaos de mí hasta la próxima. Lo que se nos está pidiendo es una carta blanca por cuatro años. Lo que se nos pide es ni más ni menos que el poder en estado puro y duro. Poder sin control, y si puede ser sin molestar mucho, aún mejor. Insisto, estoy criticando el sistema, no a las personas: la forma de interactuar con los gobernados de los políticos concretos es en primera instancia fruto de aquél.

Se nos inculca que la democracia consiste en votar cada cuatro años. Llegamos incluso a llamar a lo que se celebra mañana "la fiesta de la democracia". Como si todo se redujera a un simple acto cada 1460 días. En realidad, una democracia verdadera empieza exactamente el día después. El procedimiento para elegir al que manda no es más que un detalle instrumental. Lo que importa para hablar de democracia no es quién, sino cómo se manda. La democracia, está escrito en las raíces griegas de la palabra, es acción política controlada por el ciudadano. Todas y cada una de las acciones políticas, para ser más explicito. A cambio, lo que tenemos es carta blanca cada cuatro años seguidos de una explosión de actividad durante unos meses para obtener de nuevo la "confianza" durante los siguientes cuatro años. Cuando comprendamos que una democracia de calidad se basa precisamente en lo contrario, es decir, en la desconfianza hacia el representante, habremos dado un paso de gigante para mejorar el sistema y con ello nuestra sociedad en su conjunto. Por el contrario, mientras sigamos jugando al "ahora es el turno de los míos", y "los otros" que se esperen que ahora "mandamos nosotros", mientras que el llamado ciudadano asiste al juego de ping-pong sin participar en el banquete, no avanzaremos nada, más que en la profundización de la perniciosa división social.

Ni en España ni en casi ningún país de los llamados democráticos existen mecanismos de control del poder del mal llamado en ellos representante. La mayoría de estas pseudodemocracias son en realidad partitocracias, en el sentido definido por los pensadores italianos en el siglo pasado a partir de lo reconocido explícitamente por Gerhard Leibholz, magistrado del Tribunal Constitucional alemán tras la segunda guerra, que dijo aquello de que los sistemas inspirados en Weimar (los nuestros actuales, de listas proporcionales) carecen de toda "mezcla de elementos representativos". Sentido muy mal recogido por el diccionario de la RAE, hay que añadir, donde entró el vocablo hace muy poco, cuando llevamos ya casi 50 años de partitocracia en España, una muestra más del poder de los partidos, que todo lo impregnan, en sistemas sin control directo del poder por el ciudadano. Ya que nuestro sistema no es genuinamente representativo, es decir, ya que no existen mecanismos legales sencillos para controlar la acción política del día a día y poder oponerse a ella como cuerpo electoral si es necesario, solo cabe tener la suerte de que los mandatarios votados tengan cierto sentido democrático y permitan, motu proprio, la participación ciudadana. Es decir, las cosas serán razonables solo si ellos quieren ya que nada les obliga. Estamos en sus manos, en resumen. Y dicho esto, ahí vamos con la propuesta.

El pasado periodo municipal ha sido polémico en Sigüenza por alguna actuación concreta. Si nos fijamos detalladamente en esos casos, de todos conocidos, vemos que lo que ha fallado ha sido precisamente lo que se deriva de la inexistencia de un mecanismo reglamentado de control ciudadano. Que desemboca al final en falta de participación y transparencia ya que nada obliga a ellas y, lógicamente, suponen un esfuerzo adicional, cosa que puede ser complicada cuando se está en la vorágine de la gestión. El ayuntamiento saliente se ha esforzado sobremanera, es decir, no ha escatimado en mostrar por todos los medios a su alcance los proyectos realizados y sus logros. Es una publicidad buena para el municipio, nada que objetar, y, por otra parte, en el juego político es lícito mostrar con vehemencia el propio trabajo. Pero se ganaría mucho en calidad democrática, y sobre todo en tranquilidad para gobernantes y gobernados, si se hiciera un pequeño esfuerzo más, y lo digo a sabiendas del trabajo que ya cuesta simplemente el hecho de sacar proyectos adelante. Lo que propongo es la sencilla fórmula de mostrar al ciudadano lo que se va a hacer antes de realizarlo, y no a toro pasado. No para rechazarlo, sino para tener oportunidad de matizarlo. Idealmente en la fase de redacción de cada proyecto o ante un borrador inicial. Crear mecanismos de participación, siquiera sencillos y rápidos, que no retrasen demasiado la ejecución, en los que los proyectos no "nos caigan del cielo", como un paquete de regalo que debemos aceptar y agradecer ya cocinado, sino en los que los ciudadanos puedan aportar y mejorar las propuestas antes de ser completamente programadas para llevarlas a cabo. Se esté obligado o no legalmente a la exposición pública, cosa que es así solo en unos pocos casos. Lo más fácil y rápido sería anunciar en las mismas redes sociales en las que el ayuntamiento va contando sus logros día a día el inicio de los proyectos con antelación suficiente y un periodo breve para sugerencias, aportaciones o matices. Es decir, convertir las redes sociales, no solo en un instrumento de publicidad institucional, como se están usando ahora, sino, además, en un mecanismo de verdadera participación ciudadana. Sin menoscabo de otros mecanismos que se puedan pensar, quizá ya más exigentes en recursos o tiempo, pensando en que no todo el mundo tiene redes sociales ni las desea. No sé si es mucho pedir, toda Sigüenza sabe que nuestros ediles trabajan por el bien de la ciudad según su buen saber y entender y dan lo mejor de sí mismos en ese empeño. Que ese trabajo no es pequeño y que esto puede suponer un esfuerzo adicional. Pero creo, sinceramente, que esto nos permitiría tener una legislatura constructiva y más satisfactoria para todos, se esté a aquel lado del salón de plenos o a este.

Todavía no sabemos quién asumirá mañana la nueva etapa de gobierno. Fuera quien fuera, lanzo esta petición. Este pequeño esfuerzo adicional permitiría corregir en parte esa falta de representación verdadera que padecemos en los sistemas políticos continentales y podría subir significativamente la calidad del gobierno municipal. Y además sería una magnífica bandera para esgrimir al final del mandato. ¿Qué mejor que terminar el periodo diciendo que se han hecho un montón de cosas... y que además todas las pegas han sido trabajadas y limadas con antelación en cada una de ellas? El consenso no siempre es posible, por eso precisamente existe la democracia y la regla de la mayoría. Pero la voluntad de que el ciudadano tenga algo que decir durante un mandato distingue, en el tipo de sistemas sin control del poder en los que vivimos, a los gobernantes generosos de los que solo aspiran a la carta blanca del voto cada cuatro años.

Julio Álvarez Jiménez
27 de mayo de 2023, "jornada de reflexión"

2 comentarios

  • Acertada propuesta. Sería fantástico que se tomara en consideración y se aplicara.

    • Ayer Rubén Gisbert, comentando la jornada votacional, que no electoral, dijo en una sola frase lo mismo a lo que le doy vueltas yo aquí quizá con menos claridad. Este chicho tiene la virtud de la concreción, es siempre interesante oírlo. Un digno representante de las nuevas generaciones con las ideas claras y con impulso para que algún día tengamos en España un sistema de verdad representativo y con control del poder. Minuto 59:00 y siguientes:

      https://www.youtube.com/watch?v=Cjm3E0g9dnk

      Aunque merece la pena oír el video entero.

      Saludos, Antonio.

Viñeta

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