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Una criatura necesaria y deseada

A la gente le gusta que haya gente que le cuente historias que le pasan a la gente. Y si esto no fuera así, los periodistas tendríamos que dedicarnos a otra cosa. También es cierto que muchos ya se dedican a otra cosa, pero no porque esa premisa haya dejado de ser válida, sino porque la crisis económica se está llevando por delante el viejo oficio de contar historias a través de los periódicos y revistas.

Corren malos tiempos para los medios de comunicación, especialmente para la prensa escrita. Cada día se cierran puertas y ventanas a la libertad de expresión y al derecho de los ciudadanos a estar informados. Son ya muy numerosos los amigos y compañeros que no pueden asomarse cada día a las páginas de importantes periódicos nacionales para explicar algunas de las cosas que están pasando. Y del panorama de la prensa regional o provincial ni hablamos.

Hace algunas semanas, mientras me tomaba una cerveza en el Bar Kentia, una persona me contaba alarmada la ausencia de información sobre la tragedia ocurrida en la Estación de Ferrocarril unos días antes. Se lamentaba de que las circunstancias en las que se produjo la muerte de una buena señora pasaron prácticamente inadvertidas en los medios de comunicación. Se quejaba de que no hubiera nadie dispuesto a denunciar lo que supuestamente era una muerte anunciada, por la falta de medidas de seguridad en el lugar de los hechos. Como si todo hubiera sido un mal sueño. ¿Dónde están los periodistas de Guadalajara que no cuentan y denuncian este tipo de cosas?.

Pues la mayoría de ellos, querido amigo, están en el paro. Y los que no están en el paro trabajan de forma precaria, rellenando páginas con las notas de prensa que les remiten los gabinetes de comunicación de organismos públicos, partidos políticos, instituciones y empresas. Es triste reconocerlo, pero es así. A esta escasez de recursos humanos hay que añadir la ausencia de compromiso por parte de los propietarios de las diferentes cabeceras, más preocupados por la cuenta de resultados que por denunciar los atropellos – nunca mejor dicho – de los derechos ciudadanos o las corruptelas de los poderosos. La transparencia en estos momentos es un bien escaso y el papel de la prensa en nuestra democracia va camino de convertirse en papel mojado.

Podría seguir enumerando algunos de los problemas actuales de los medios de comunicación, reflexionar sobre las ventajas e inconvenientes de Internet y de las redes sociales o contarles algunas experiencias propias sobre los riesgos que entraña el ejercicio valiente y responsable de esta profesión, pero prefiero dejarlo para otra ocasión.

Ahora lo importante es celebrar el nacimiento de esta nueva criatura informativa y hacerlo con la ilusión y la esperanza de que cumpla el objetivo de cualquier medio de comunicación que se precie: enriquecer el pluralismo, informar con rigor y honestidad de lo que pasa y colaborar en todo aquello que pueda servir para mejorar Sigüenza y las condiciones de sus habitantes.

Sin una prensa libre, no hay auténtica democracia. El poder, incluso para evitar cualquier tipo de tentaciones, necesita transparencia y vigilancia. La desconfianza sobre la clase dirigente es tan grande en estos momentos que su regeneración no va a ser posible sin medios de comunicación que expliquen las actuaciones que alcaldes, concejales o diputados estén llevando a cabo. Está demostrado que la información contrastada es la mejor medicina contra el mal uso del poder delegado en ellos por los ciudadanos.

“La Plazuela” – aunque yo sea más de “La Corrala” por razones familiares – se merece, antes que nada, un voto de confianza. En los últimos seis meses de sequía informativa, tras el cierre de “El Afilador”, me he encontrado con bastantes seguntinos que lo echaban de menos y que lo lamentaban. La gente tiene derecho a estar informada y la gente quiere saber, que diría Mercedes Milá, lo que pasa en su ciudad. Confrontar opiniones y conocer también las inquietudes de sus habitantes.

Tenemos una ciudad que impresiona al visitante. Una ciudad que merece estar en el escaparate. No hay motivos para escondernos, sino todo lo contrario. Es hora de abrir puertas y ventanas

Como esta que se acaba de abrir ahora y a la que espero asomarme de vez en cuando.

Javier del Castillo

 

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