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Me ha ocurrido con alguna fotografía antigua, en la que no aparezco, que de tanto mirarla a lo largo de los años, hice mío aquel instante, como si hubiera estado en la escena, hasta que otro familiar me sacó del error con datos contrastados. Creo que todos tenemos alguna historia que no nos pertenece, y que con el paso del tiempo, nos la hemos apropiado incorporándola a nuestros recuerdos personales.

Hace casi un año por estas fechas charlaba en la calle con M., durante la conversación evocó un recuerdo de cuando era chaval en Torrevaldealmendras: un día de invierno con todo nevado iba a salir con un amigo a pillar una liebre en plan furtivo. Cuando se disponían a dejar el pueblo vieron a dos hombres que se aproximaban andando por la nieve, sin dudarlo se fueron a dejar el material pensando que se trataba de la pareja de la guardia civil, pero no; hablaban muy raro, no los entendían, eran extranjeros; pero por gestos contaron que habían llegado en un avión y aterrizado sobre la nieve indicando donde estaba el aparato, necesitaban llamar por teléfono. Corrían mediados de los años 50 del siglo pasado. El hermano de M., que había salido de casa e incorporado a la conversación, también con las manos, les aclaro que allí no había teléfono pero que en Riosalido sí. Preparó una mula y se los llevó por la senda de siempre; parece que allí lograron hablar con Madrid y apañar para que un taxi de Sigüenza fuera a recogerlos, alguien apuntó que debían ser alemanes. Unos días más tarde aparecieron unos hombres en un camión; allí seguía el avión en perfecto estado, lo desmontaron en partes logrando trasladarlo a la estación de tren de Sigüenza, desde donde lo facturaron a Madrid. No volvieron a saber más.

Recordé entonces que poco tiempo antes hablando con A., me había contado una historia de cuando era muy niña y vivía con sus padres en La Barbolla: una noche oscura, con los campos nevados, sonó la aldaba de la puerta, al abrir vieron a un hombre aterido de frio que les pidió ayuda, les contó que su avión no estaba lejos y que había tenido que aterrizar de emergencia por el mal tiempo, le ofrecieron calentarse y comer. Suponía que debió ocurrir casi en 1960 o poco antes, pero no recordaba más, solo aquello.

Que coincidencia, dos sucesos en los que aparece un avión, por los mismos años y en ambos casos con nieve, en dos pueblos que distan 6 kilómetros, dos recuerdos un poco diferentes de dos personas que se llevan más de diez años, uno un mozalbete y la otra una niñita en aquella época. Creo ambas historias, pero si se tratara del mismo suceso doy por cierta la de M. Seguro que aquella noticia tuvo que correr de boca en boca entre las gentes de los pueblos próximos, cambiando poco a poco en cada trasmisión oral, de manera que A. pudo haberla escuchado en su casa con ciertas modificaciones, e impresionada hacerla suya como si realmente la hubiera vivido.

S. Zepola

Viñeta

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