El 15 de octubre se celebra el Día Internacional de la Mujer Rural con el objetivo de visibilizar la importancia de la contribución femenina al desarrollo del medio rural. La fecha coincide con el aniversario de Santa Teresa de Jesús, una de las mujeres más célebres de nuestra historia: gran maestra de la vida espiritual, representante de la literatura mística del Siglo de Oro y una de las tres doctoras de la Iglesia junto con Santa Catalina de Siena y Santa Teresita del Niño Jesús.
Santa Teresa de Jesús es un referente histórico de indudable valor en nuestros días. Ejemplo de mujer emprendedora y empoderada, con su arrolladora personalidad afrontó desafíos, salvó obstáculos y dificultades hasta lograr desarrollar un gran proyecto vital, que contrastaba con la realidad social del siglo XVI. En un ambiente donde la mujer tenía menos recursos que el hombre para desenvolverse en la sociedad y apenas tenía visibilidad fuera del ámbito doméstico —“Ni espada rota, ni mujer que trota”, decían sus contemporáneos—, uno de sus retos fue reivindicar el derecho de las mujeres a tener su propia personalidad, dándoles la oportunidad de realizarse y contribuir al desarrollo social de su época.
Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, nació en el año 1515 en el seno de una familia de hidalgos de ascendencia judeo conversa por parte paterna. Como cualquier otra niña de su generación recibió escasa formación cultural aunque fue adiestrada en el arte de hilar la rueca. En los brazos de su madre, aprendió a leer y con ella compartió confidencias, devociones y afición a las novelas de caballería, que leían ambas a escondidas de su padre, quién temía que aquella afición desviara a la niña de su educación piadosa. No es de extrañar, pues con siete años intentó fugarse de casa con uno de sus once hermanos, para ir a tierras infieles a ser martirizados. Por eso, cuando fallece su madre, su padre la entrega a un convento para que reciba formación con otras jóvenes, pero una grave enfermedad la obliga a volver a casa. A los veinte años decide tomar los hábitos, con la oposición de su padre, que no consigue frenar su vocación.
La vida en el Monasterio de la Encarnación de Ávila, pronto disgustó a Teresa. Tras unas fuertes experiencias místicas, decidió iniciar la reforma, convertirlas en descalzas, con el compromiso de vivir en clausura, pobreza y austeridad. A pesar de su frágil y quebrada salud, acompañada por doce jóvenes, inició un largo viaje llevando su proyecto fundacional a ciudades y villas. Montada sobre un asno recorrió caminos pedregosos, soportando el sol, el frio, la lluvia y el barro “… Hay que caminar con los pies cubiertos de polvo, antes que no caminar por tenerlos limpios…” —decía Teresa de Ávila. En los veinte años que transcurren entre 1562 y 1582, fecha de su fallecimiento, funda 17 conventos: Ávila, Medina del Campo, Pastrana, Beas del Segura, Caravaca de la Cruz, Alba de Tormes… y conoce a personajes ilustres, eclesiásticos, monarcas, nobles y santos entre los que hizo amigos y enemigos, a los que escuchó, transmitió su entusiasmo y pidió ayuda para sus fines fundacionales. Con San Juan de la Cruz coincidió en Medina del Campo convenciéndole para unirse a la reforma; en Pastrana con la princesa de Éboli, tuvo algún enfrentamiento y fue duramente criticada por el nuncio del Papa que la calificó como “…fémina inquieta, andariega y desobediente, andando fuera de clausura, enseña a las mujeres...”.
Escribió sus experiencias interiores, no sabía bien latín y utilizó el lenguaje coloquial y sencillo que hablaba ella, aprendido de las gentes de Ávila y lo hizo “…casi hurtando el tiempo y con pena porque me estorbo de hilar...”, no por deseo propio sino por obediencia a sus superiores, aunque alguno tras leerlos los quemó. Nunca se atrevió a publicar sus obras, sintiéndose vigilada por la Inquisición, ante la que fue denunciada en varias ocasiones, incluso por la princesa de Éboli. Fue tras su muerte cuando empezó a valorarse, elogiarse y divulgarse su producción literaria: cartas, poesías, villancicos y ocho libros, entre ellos destacan: Castillo interior, Camino de perfección, El Libro de la vida (su historia personal), Las Constituciones, Las fundaciones que escribe a medida que funda los conventos y es una crónica fidedigna de la España del siglo XVI.
Teresa de Jesús falleció en el Monasterio de Alba de Tormes la noche del 4 al 5 de octubre de 1582, el mismo día que entraba en vigor la reforma gregoriana del calendario que al suprimir diez días convertía aquel año el 15 de octubre en la fecha de su entierro.
“Vivo sin vivir en mi y tan alta vida espero,
que muero porque no muero”.
Edición de las cartas de Santa Teresa. Siglo XVII.
La huella de Santa Teresa de Jesús en el Archivo municipal de Sigüenza
La fama de la reformadora del Carmelo se extendió rápidamente tras su fallecimiento. En un ambiente fuertemente marcado por la religiosidad impuesta por la Contrarreforma, la presencia de los santos en la vida cotidiana tenía una función ejemplarizante para la sociedad. Por ello, la actitud hacia Teresa de Jesús deja de ser crítica para ser elogiosa. Junto a Ignacio de Loyola, Francisco Javier e Isidro de Madrid fue elevada a los altares en muy poco tiempo.
El 24 abril de 1614 el Papa Paulo V publica el Breve de beatificación: “Nos, examinada con atención esta causa, … concedemos que… se pueda celebrar en todos los monasterios e iglesias de dicha Orden de Carmelitas Descalzos y por todos los religiosos de ambos sexos el oficio y la misa de la Bienaventurada Teresa…, el día de su glorioso tránsito, el día 5 del mes de Octubre…”. Rápidamente se producen llamamientos de apoyo al mensaje de exaltación de las virtudes de Teresa y la institución religiosa carmelita impulsa la celebración de las fiestas de beatificación.
En aquellos años el padrón de habitantes de Sigüenza recogía alrededor de 3.800 habitantes dedicados al comercio, industria y artesanado, viudas y pobres. Tenía rango de ciudad episcopal y de señorío eclesiástico. La vida local estaba regida por el concejo, cuyos miembros eran nombrados anualmente por el Obispo, señor de la ciudad. La vida religiosa se articulaba en torno a la catedral, la universidad, iglesias, parroquias, conventos y monasterios. El prior del convento de carmelitas descalzos de Sigüenza, Fray Jerónimo del Águila, se dirigió al concejo municipal para explicarles cómo celebrarían la fiesta de la beatificación de su fundadora y, al mismo tiempo, solicitar su colaboración: “…El dicho convento tiene previsto celebrar la fiesta el 5 de octubre y así pide a sus mercedes que por parte de esta ciudad ordene algunas fiestas y regocijos...”. El concejo municipal convocó una sesión el 6 de septiembre de 1614 con un único punto en el orden del día, que fue aprobado con su decisión de implicarse en la organización del evento y solicitar la colaboración del Deán y Cabildo de la Catedral.
Durante los ocho días que duraron los festejos (del 5 al 12 de octubre) la apacible vida cotidiana de Sigüenza se interrumpió para acoger unos festejos donde el mensaje religioso contrarreformista y el espectáculo se mezclaron para enseñar, entretener y, al mismo tiempo, exaltar las virtudes de la venerable. Pero la austeridad y la pobreza que abanderó en vida Teresa de Ávila, chocaron con el lujo, la suntuosidad y solemnidad del ceremonial que solicitó el rey Felipe III “el piadoso”, siguiendo las costumbres y el ceremonial de la época. Calles y plazas se adornaron con arcos y ramilletes vegetales; de las ventanas y balcones de las casas y principales edificios, colgaban tapices y reposteros; al anochecer se encendieron velas y hachones, los vecinos se juntaron alrededor de hogueras y luminarias y disfrutaron asistiendo a espectáculos profanos: justas, cañas, danzas e incluso se lidió un toro en la Plaza Mayor convertida en coso taurino. En el interior de iglesias y conventos, se cubrieron altares y retablos con las mejores colgaduras, tapices y cuadros de temática religiosa, para acoger los sermones de los predicadores carmelitas y conciertos de música sacra; un disparo de cohetes y un volteo de campanas anunciaron el inicio de los actos religiosos: misas, solemnes oficios y la salida de las procesiones acompañadas de una amplia representación social.
Aunque la crónica de estos actos festivos no se guardó entre la documentación del archivo municipal, si fue recopilada y enviada, al igual que lo hicieron numerosas ciudades y villas, a Fray Diego de San José, quien en 1615 las publicó en su Compendio de las solemnes fiestas que en toda España se hicieron en la beatificaciones de N.M. Santa Teresa de Jesús, fundadora de la reformación de descalzos y descalzas de N.S. del Carmen… con el fin de preparar el terreno para la promulgación de la santidad de la madre Teresa, que tendría lugar en el año 1622 y también sería motivo de celebraciones y fiestas en Sigüenza.
Amparo Donderis Guastavino