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Por Carabias sale el sol,
por Palazuelos, la luna,
por las calles de El Atance
sale toda la hermosura.

“El pueblo de Latance se abastece de agua de la fuente construida poco tiempo hace en la plaza pública…”. Al pilón redondo se arrimaban las mujeres, apoyando sus cántaros en el sillar, para recibir el aguafresca que generosamente chorreaba de cada uno de sus cuatro caños. Crisanta, Gregoria, Francisca, María y Librada recogían el agua necesaria para cubrir las necesidades higiénicas y alimenticias de sus familias. A su lado, las niñas se distraían chapoteando con sus manos, salpicándose las caras, mientras las mujeres, con la mirada puesta en el chorro, comentaban con pesadumbre sus dudas sobre las condiciones de potabilidad de aquellas aguas —que si la semana pasada estuvieron en casa aquejados de dolor de estómago, que si el agua producía calenturas a los pequeños...— Todas coincidían en lamentarse también de lo difícil que era cocer las legumbres con el agua de la fuente, siempre quedaban algo duras y sus familias les protestaban, como el labrador que cultivaba garbanzos en sus tierras y anhelaba disfrutar de un buen cocido en la mesa. Raro era el día que no se quejaba: “Francisca, no sabes cocerlos ¡están duros!”. Entonces, al escuchar su lamento, algunas de ellas recordaban aquello que tantas veces había oído decir a D. José, médico del pueblo durante muchos años: “Estas aguas son duras por tener mucho yeso en disolución.”

La fuente de la plaza, también conocida como la de arriba, había sido construida en el año 1874, al realizarse la primera traída de aguas al centro del pueblo.Fue la obra de utilidad pública más importante de la localidad, todo un acontecimiento social y religioso que siempre recordarían aquellos que lo presenciaron. El 24 de agosto de aquel año, se señaló festivo en el calendario atancino y hasta los labradores dejaron de cosechar para asistir al que, sin duda, iba a ser un hito en la historia de El Atance o Latance, como decían elllos: la inauguración de la fuente pública en la plaza que por primera vez traía el agua hasta el pueblo para uso doméstico, un avance notable, un rasgo de modernidad, que contribuía a mejorar la higiene y calidad de vida de sus casi 175 habitantes. El día se inició con un acto oficial en el ayuntamiento, donde se firmó el acta de recepción de la obra de la fuente, entre la corporación municipal atancina y el arquitecto diocesano. El acto contó con la presencia de seis niños de corta edad a los que se les había enseñado a firmar para que con sus rúbricas actuaron como testigos de aquel momento histórico de la llegada del agua hasta el pueblo. Al finalizar, se acercaron hasta la iglesia parroquial, donde esperaba un nutrido grupo de vecinos, la inmensa mayoría para, desde allí, salir en una procesión cívica en acción de gracias por el inmenso beneficio que suponía el poder abastecerse de agua en el centro del pueblo. Al llegar a la fuente, las aguas que chorreaban desde los caños fueron bendecidas por el párroco Don Juan Pascual.

El Atance en el Archivo Municipal de Sigüenza.

Pero con el tiempo, la fuente perdió salubridad, dejando de tener las condiciones sanitarias adecuadas para el consumo humano. La dureza de sus aguas,provocada por un exceso de yeso y óxido de sodio en su composición, tampoco eran adecuadas para abrevadero de ganado. En los días de lluvia, el agua de la fuente perdía su aspecto cristalino, volviéndose tan turbia que daba cierto reparo acercarse a beberla. Los atancinos o escarabajos, como también eran conocidos, hicieron zanjas y atarjeas para recoger agua de filtraciones y conducirla hasta la fuente. Algunos, preferían tomar el camino de La Olmeda, para llegar hasta la Fuente Perdices, cuyas aguas procedentes de la colina, gozaban de buenas condiciones de salubridad, a pesar de su proximidad al río Salado, origen de las salinas de Imón y La Olmeda.

La Fuente Perdices tenía buena fama entre las gentes, sus aguas además de limpias y cristalinas, eran recomendables para cocer las legumbres y disolvían bien el jabón en las manos. Las óptimas condiciones de aquel manantial natural y la necesidad de poder disfrutar de agua potable cerca de las viviendas, fue el motivo por el que en el año 1883 se llevó a cabo un nuevo proyecto de conducción de agua desde la Fuente Perdices hasta el pueblo de Atance, canalizándola hasta una nueva pila en el lugar denominado Las cuatro calles, bajo la veguilla de los baldíos, a unos 200 metros del municipio.

De la ejecución de la obra de la fuente se encargó Serafín Caramés y Caramés, un gallego cantero de profesión que había llegado hasta Palazuelos, para trabajar en las canteras de piedra caliza y al asentarse definitivamente en la villa amurallada, buscó trabajo por los alrededores. En el Atance obró un pilón rectangular de sillería de piedra labrada, adosado a la pared con una columna de un único caño del que salía agua fresca para surtir al vecindario. Hasta allí también se acercaban forasteros y caballerías que hacían un alto en el camino para beber y refrescarse. Por detrás del caño salía un tubo de desagüe que llegaba hasta una balsa rectangular que era aprovechada como lavadero.

Hasta el lavadero acudían a lavar la ropa las vecinas.Lavar era una de las faenas más duras que realizaban, pero también era un motivo más para salir de casa y juntarse con las demás, porque el lavadero era un espacio social que pertenecía a la identidad femenina. Allí podían hablar y reír con soltura y sin recato alguno. Lavar en silencio era aburrido, por eso el mutismo estaba prohibido. Chascarrillos, parloteos, carcajadas… A todas les gustaba el palique y las coplas que hacían más llevadero su trabajo. Con la espalda curvada sobre la tabla que apoyaban en el borde de la balsa, movían los brazos con energía para remojar, enjabonar, restregar, golpear y aclarar la ropa, que finalmente, para secarse se extendía allí mismo al sol sobre las plantas.

Estas estampas de la vida cotidiana y otras más, desaparecieron en la segunda mitad del siglo XX. El éxodo rural a las ciudades y la construcción de la presa que embebió al pueblo, apenas dejaron testimonios de su pasado. El Ayuntamiento de Sigüenza, en el año 1995, recogió la fuente de abajo, piedra a piedra, para reconstruirla en las eras altas al pie del castillo. De la fuente redonda de la plaza se ignora su paradero. El lavadero, como muchas casas, quedó sumergido bajo las aguas de El Atance.

Amparo Donderis Guastavino, Archivera Municipal de Sigüenza

Viñeta

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