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Ya sabemos que, desde siempre, hay gente buena y gente mala. Y lo mismo pasa con las personalidades históricas. De manera que ya saben, Alejandro VI, un papa español, era malo, y con él toda su familia. Su predecesor Inocencio VIII y su sucesor Julio II, dos naturales de tierra genovesa, fueron buenos, aunque Inocencio VIII tuviera varios hijos, antes de entrar a formar parte del clero, dos de ellos reconocidos y habidos con una mujer de la que no sabemos ni el nombre y Julio II tuviera varias, aunque solo Felisa llegara a la edad adulta, casándose con uno de la poderosa familia Orsini y usando su notable influencia en Roma.

Retrato de Lucreca Borgia. Bartolomeo Veneto. Museo de Ferrara. 

 Pues Lucrecia Borgia, una entre los varios descendientes de Alejandro VI, no ha tenido esa suerte. No empiecen a mirar por las redes sociales, porque encontraran barbaridades con escasa seriedad histórica; a ello ha contribuido también mucho la literatura, la ópera o el cine. Repito: no se fíen, pues encima fue una mujer guapa y con muy buena educación.

 Empiecen por pensar que se trata de una niñita a la que con 11 años ya quieren casar, y a la que luego casan con Juan Sforza, de la histórica familia de Milán, cuando solo tiene 13 años y su marido 27, todo por motivos políticos; matrimonio que acabó mal, o sea declarado nulo, también por política.

 Pero la cosa no puede seguir así y ahora la política lleva a Nápoles. Y a la buena Lucrecia me la casan con Alfonso de Aragón, príncipe de Salerno e hijo natural de Alfonso II; pero este por lo menos era joven y guapo, era incluso algo más joven que Lucrecia y, cuando llegó a Roma para casarse, según la gente, era el adolescente más guapo que nunca se había visto en la ciudad. 

Se casaron en Roma el 21 de Julio de 1498 y tuvieron un hijo, llamado Rodrigo, como el abuelo materno, pero la pobre Lucrecia no lograba tener paz: su marido acabó asesinado el 18 de Agosto de 1500 y el hijo de ambos también tuvo corta vida pues, nacido en 1499, falleció en 1512. Sobre el asesinato, ya entonces, como pasa hoy, corrieron todas las voces e hipótesis culpando muchos a César Borgia.

¿Logrará tener paz esta pobre muchacha de veinte años? Pues tendremos otro matrimonio influenciado por la política; esta vez con Alfonso de Este, hijo y heredero del duque de Ferrara y esta tercera boda de la hija del Papa es la que vamos describir seguidamente.

El 27 de Diciembre de 1502, fiesta de San Juan evangelista, se anunció el matrimonio entre la hija del Papa, Lucrecia, y Alfonso, primogénito del duque de Ferrara. He puesto 1502 a sabiendas pues en la Roma pontificia el año nuevo comenzaba en Navidad.

El duque de Ferrara era Hércules I, nacido en 1431, duque desde 1471 y fallecido en 1505. Con Leonor de Aragón, tuvo a su hijo Alfonso, que nació en 1476, y que estuvo casado primero con Ana María Sforza, de quien no tuvo descendencia, y luego con Lucrecia Borgia con la que tuvo cuatro hijos y dos hijas. Fue duque de Ferrara desde 1505 hasta 1534.

Bernardino López de Carvajal, obispo de Sigüenza.

El matrimonio se había de hacer entre Lucrecia y un procurador del esposo, venido a Roma con ese objeto. El día del anuncio dijo misa en la capilla el cardenal de Santa Cruz, que no era otro que don Bernardino de Carvajal, obispo de Sigüenza, estuvo presente el Papa, pero no hubo sermón; luego el Papa hizo caballero de San Pedro al ferrarés don Raimundo, conde de Sagrato, con la consueta ceremonia.

La boda, como tal fue el 30 de Diciembre. Lucrecia bajó llevando un vestido de brocado de oro, con una larga cola al uso hispánico, y acompañada por don Fernando a la derecha y don Segismundo a la izquierda, hermanos que eran de su próximo marido, siguiéndola unas cincuenta romanas y subiendo a la capilla Paulina donde estaba el Papa con trece cardenales, entre ellos el de Santa Cruz. 

Tuvo el sermón el obispo de Adria (adriensis). Este prelado no era otro que Nicolás María de Este, nacido a comienzos de la segunda mitad del s. XV, hijo de Gurone, hijo ilegítimo del duque Nicolás III, pero hombre influyente. Fue obispo de la diócesis desde 31 de Mayo de 1487 hasta su muerte en Ferrara, donde se había retirado y donde frecuentó a la duquesa Lucrecia Borgia, el 5 Agosto de 1507, siendo enterrado en la catedral de Ferrara. Fue un hombre de la diplomacia familiar y vaticana. Él también dejó tres hijos varones, como otros muchos del clero y por eso hemos de estimar a nuestro cardenal Carvajal que siempre fue coherente.

Concluido el sermón, el protagonismo pasó al procurador del marido ausente, que era su hermano Fernando, como hemos dicho, y que puso el anillo a Lucrecia en nombre Alfonso de Este, sin que tuviera piedra preciosa alguna.

De esta boda fue muy interesante el tema de los regalos, una vez acabado el tema religioso. 

Supongo, pero es suposición mía, que los regalos la esposa serían presentados durante o al final del banquete, pues ya veremos lo larga que fue la fiesta.

El anillo matrimonial era sencillo, pero luego el cardenal Estense, otro hermano del esposo, le regaló cuatro anillos de oro de gran valor, uno con un diamante de gran valor, otro con un rubí, otro con una esmeralda y el cuarto con una turquesa. 

Cualquier esposa, creo, acabaría contenta con unos regalos de boda como los de Lucrecia.

Pues la cosa siguió y el mismo cardenal mandó, que se pusiera sobre la mesa una caja de la cual sacó una cufia o birrete adornado con 16 diamantes y 150 perlas grandes; además cuatro collares de perlas preciosas; collares con bellísimas piedras y otros 8 collarines, labrados de diversa manera, para colgar en el pecho o en la cabeza, con algunas buenas piedras preciosas y perlas, más otras pulseras y pendientes distintos, añadiendo también otras cuatro joyas diversas y preciosas. 

¿Se ha acabado lo de la caja? Pues no, había, además, cuatro bellísimas cruces, de las cuales una en forma de cruz de San Andrés y las otras tres en forma de cruz de Cristo, de diamantes y otras piedras preciosas. Y otra cufia a la que se dio un valor de 100 ducados, o sea mucho. 

Además, cuando fuese a Ferrara el duque, su suegro, le daría otras cosas y es de suponer que el marido tampoco se quedaría atrás.

Retrato del Papa Alejandro VI Borgia. Pinacoteca Vaticana. Atribuido a Pedro Berruguete.

 Tras la presentación de los regalos Alejandro VI se retiró y Lucrecia y los demás siguieron celebrando hasta las 12 de la noche o casi. 

Hacia las 20.00 del 5 de Enero Lucrecia se puso en viaje hacia Ferrara, y hasta Porta del Popolo la acompañaron unos 600 caballeros siguiendo el orden y el protocolo.

Entre medias hubo otras fiestas, como varias corridas y novilladas, como ya expresé hace un tiempo. 

Estas noticias, no se extrañen, están tomadas de los apuntes dejados por el maestro de ceremonias pontificio, Johannes Burckard, un personaje que debió nacer en Haslach, diócesis de Estrasburgo, en 1450 y en Estrasburgo creció con algún problema juvenil, trasladándose a Roma en Octubre de 1467 y comenzando el servicio a diversos personajes eclesiásticos, haciendo algunos estudios de teología y derecho, sin obtener título alguno y muy ocupado en conseguir el mayor número de beneficios eclesiásticos posible. El 29 de Noviembre de 1481 fue nombrado maestro de ceremonias pontificio y obispo de Pienza y Montalcino cargo, el de maestro de ceremonias que obtuvo tras versar la conspicua suma de cuatrocientos cincuenta ducados. Luego Julio II le dio el obispado de Orte y Civita Castellana en 1502, aunque en esa época comenzó a padecer gota, que trató de moderar en las termas de Viterbo, para fallecer el 16 de Mayo de 1506 en su casa de Roma, siendo enterrado en la romana iglesia de Santa María del Popolo. Dejó numerosos textos litúrgicos, aunque de sus manuscritos, el sucesor, Paris Grassi, afirmaba “credo ipsum habuisse diabolum pro copista” (creo que este señor tuviera al diablo por amanuense) pues efectivamente no hay quien los lea.

Pero volvamos a doña Lucrecia a quien su padre dio también una buena dote y otros objetos preciosos. Entró en Ferrara el 2 de Febrero y todos la festejaron, entre y en Ferrara estableció muy buenas relaciones con el mundo de la cultura.

El 25 de Enero de 1505 falleció Hércules I, sucediéndole Alfonso I, el marido de Lucrecia que le encargó la gestión de las peticiones de la gente al duque, lo que llevó a cabo con gracia y buen tino.

No tuvo fácil el tema de la maternidad, pues ya en Septiembre de 1502 perdió una hija durante el parto y también, en 1505, le duró un mes su hijo Alejandro. Menos mal que en Abril de 1508 dio a luz al heredero, también llamado Hércules, como el abuelo y en 1509 al futuro cardenal Hipólito, como el tío. Reparen en el dato de que Alejandro VI tuvo un nieto cardenal en este hijo de Lucrecia.

Luego tuvo a Leonor, en 1515, a Francisco en 1516, pero el último parto, el de Isabel María, le fue fatal por sus consecuencias, pues tuvo una infección que se la llevó a la tumba, en Ferrara, el 24 de Junio de 1519.

No tuvo problemas económicos, pero no podemos decir que tuviera una vida fácil pues, al morirse con 39 años no tuvo tiempo ni para gozar, finalmente, de la familia.

Pedro A. Olea Álvarez.

Sigüenza 28 de Agosto de 2024

 

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