Hace 200 millones de años, el mar que cubría la Península Ibérica formó depósitos salinos. Este es el origen de las salinas, numerosas en la provincia de Guadalajara, explotadas hasta época reciente, y no abandonadas en su totalidad ya que en los últimos años alguna ha vuelto a la actividad.
"Por su naturaleza, la sal es necesaria para toda comida: da sabor a los guisos, excita el hambre y abre el apetito en todo tipo de manjares. De ella viene todo deleite y suma satisfacción por el alimento, y de aquí se piensa que recibió su nombre la salud (salus). Nada más útil que la sal y el sol".
Isidoro. 'Etimologías'
Hace 200 millones de años, el mar que cubría la Península Ibérica formó depósitos salinos, resultando hoy que en aquellos puntos donde se fractura la capa de sales brotan manantiales de sal muera. Este es el origen de las salinas, numerosas en la provincia de Guadalajara, explotadas hasta época reciente, y no abandonadas en su totalidad ya que en los últimos años alguna ha vuelto a la actividad.
El papel económico desempeñado en el pasado por los saladeros del interior de la Península y, de entre ellos, los de Imón y La Olmeda, fue importante pues de ellos se extrajo desde época romana, si no antes, la sal común, la única piedra comestible, tan demandada antaño, entre otras aplicaciones, para la conservación del pescado y la carne de porcino:
"El abastecimiento era difícil en lugares alejados del mar y los transportes elevaban considerablemente el bajo precio inicial del producto, por ello alcanzaron gran importancia los yacimientos de sal gema -poco corrientes- y las salinas de tierra adentro". López Gómez, A., 'Salinas de la comarca de Imón (Guadalajara)', Estudios Geográficos. Nº 127.
Sustanciosa fuente de impuestos
Durante la Edad Media fueron una fuente sustanciosa de impuestos para los monarcas castellanos, quienes donaron con frecuencia una parte de sus rentas a los obispos de Sigüenza, lo que fue una gran contribución para la construcción y el ornamento artístico de la Catedral, en una Diócesis pobre como era la seguntina. En el siglo XVIII fueron modernizadas sus instalaciones por Carlos III, lo que revirtió en su mayor rentabilidad.
Elevada el agua desde el subsuelo a través de pozos con una profundidad de 4 a 5 metros, ésta se repartía a unos estanques, de nombre recocederos, donde se evaporaba lentamente y luego pasaba otros de menos profundidad, llamados calentadores, donde la concentración de la sal en el agua aumentaba. Desde aquí, se enviaba a las albercas en las que se depositaba la sal donde se removía una vez por semana y luego se recogía para evitar un endurecimiento excesivo por evaporación del agua, llamándose este proceso 'arrodillar' por realizarse con una tabla rectangular de mango largo llamada rodillo con el que se amontonaba la sal para su posterior traslado a los almacenes. Estas faenas de extracción de la sal se llevaban a cabo entre los meses de junio y septiembre, un trabajo que no siempre reportó una utilidad económica a los naturales del país, según exponía en su 'Diccionario Geográfico' el geógrafo Pascual Madoz:
"… este ramo que parece debería conducir a mejorar la condición del pueblo, puede decirse que contribuye a su miseria: primero, porque atraídos por el aliciente de sus intereses, se avecindan en él los naturales de otros puntos, que no tienen más recurso para subsistir, segundo, porque elaborándose la sal en tiempo de recolección de la cosecha, los labradores abandonan estas a manos extrañas, que después de no hacerla con el interés y esmero que sus dueños, absorben casi en su totalidad los productos de dicha industria, por ser precisamente la época en que los jornales de la agricultura sobrepujan a los de otras ocupaciones u oficios".
En años de quiebra de la Hacienda Real, como fueron los que siguieron a la Guerra de la Independencia, el cobro de los jornales se demoró en ocasiones, por lo que:
"… en el año 1823 los habitantes de Bujalcayado quienes, después de tres meses trabajando en la fábrica de sales sin recibir su salario deciden no esperar más y, agobiados por la presión fiscal, acuden al intendente de la provincia a solicitar que no se les cobre la contribución hasta que la empresa salinera les abone el dinero correspondiente a los meses trabajados en la salina de La Olmeda, porque ellos no disponen de recursos económicos para hacer frente al pago de impuestos si antes no reciben sus salarios, que son tan modestos que apenas les alcanzan para mantener a sus familias". Donderis Gustavino, A. 'El Archivo Municipal de Sigüenza y las salinas de Imón y La Olmeda'. La Plazuela de Sigüenza, 12-8-2021.
En 1871 el Estado vendió estos saladares a particulares y en 1873, quince compradores, entre ellos la familia Hueso, fabricante del chocolate del mismo nombre, formaron un consorcio para su aprovechamiento, creando la Sociedad de 'Salinas de Imón y La Olmeda', manteniendo la propiedad durante más de 130 años hasta la venta de las participaciones en 2007.
Una crecida que enfangó pozos y arrastró la sal
En 1917, como en otros años, las tormentas y aguaceros de verano afectaron con dureza al pueblo de Imón causando, en lo tocante a la agricultura,:
"… la ruina de los labradores que este año han recogido menor cantidad de grano de la que sembraron, siendo creencia general que el próximo año no se podrá sembrar si la Diputación no lo remedia,”
La crecida de las aguas enfangó los pozos, arrastró montones de sal y dañó las balsas, en perjuicio de los obreros:
"(…) también y por la misma causa, se han paralizado las obras de las salinas dejando sin trabajo a muchos jornaleros, hoy parados y en la mayor miseria". Abad, E., 'Imón. Una solicitud a la Diputación. Sin cosecha y sin trabajo'. La Crónica, 18-9-1917.
Las faenas de extracción de la sal se llevaban a cabo a destajo con gran esfuerzo pues:
"… requieren cierta pericia y son duras por permanecer con los pies hundidos en el agua y el peligro que puede presentar la ulceración de la piel o de heridas;...". López Gómez, A., 'Salinas de la comarca de Imón (Guadalajara)', Estudios Geográficos. N º 127.
Hubo discrepancias en cuanto a los salarios a pagar por tan arduas labores entre los dueños de las explotaciones y los obreros, ya en 1886 y de nuevo en 1930, pidieron una retribución más digna:
"Tal trabajo se remunera abonando a cada obrero de 22 céntimos y medio a 24 céntimos por cada quintal de sal extraída, lo que representa un jornal diario, durante los tres meses del año que se explotan las salinas, de tres pesetas por cada doce horas de labor.
Ante la negativa de los propietarios, el ambiente se encrespó avisando la empresa a la Guardia Civil y los obreros a la Casa del Pueblo de Guadalajara:
Existiendo alguna agitación entre los obreros que prestan servicios a la Sociedad de las Salinas de Imón y La Olmeda, el gerente ha solicitado el auxilio de la Guardia Civil, en previsión de posibles coacciones.
Conflicto social
El conflicto social en las salinas estaba servido y previéndolo las autoridades, a principios de verano citaron a constituir un Jurado Mixto, organismo creado para mediar en las disputas entre patronos y obreros. B.O.P. Gu., 1-7-1936.
Pero no eran precisamente aquellos días proclives a la armonía social. En julio de 1936, de nuevo una tormenta trajo consigo la desolación a la comarca. Los trabajadores solicitaron ayuda al administrador de las salinas, pero este, aprovechándose de la situación, les redujo más el salario. Los salineros, organizados recientemente en UGT, protestaron y la Guardia Civil intervino hiriendo con disparos a unos y deteniendo a otros, hechos que fueron denunciados en el semanario 'Abril' por Francisco Gonzalo, presidente dela Casa del Pueblo de Sigüenza, y por José Fitor, maestro de La Olmeda de Jadraque, por lo que éste recibió amenazas.
El desarrollo científico-técnico traído por las sucesivas revoluciones industriales, que aportaron nuevos procedimientos para la conservación de alimentos como la congelación y la refrigeración, hizo descender la demanda de sal. Por esto y por el progreso del transporte moderno, la venta de sales del interior fue menguando siendo sustituidas por las salinas marinas (Sal de Torrevieja), obteniéndose la última 'cosecha' a mediados de la década de los noventa del pasado siglo.
De toda esta labor de siglos quedan hoy los restos de sus instalaciones, testigos mudos de un pasado que bien merece recuperarse y poner en valor, para que los beneficios que en otros días aportó la sal a la economía comarcal hoy tengan su continuidad en la explotación de un turismo que venga a conocer y a apreciar los esfuerzos y las luchas de cuantos se emplearon en la obtención de tan preciado elemento.
Fuentes consultados para la realización de este artículo
- 'Abril'
- - 'El Alfolí'
- - Boletín Oficial de la Provincia de Guadalajara.
- - 'La Crónica'
- - 'Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar'. Estudios Geográficos.
- - 'Flores y Abejas'
- - 'La Plazuela'
- - 'El Socialista'
Enrique Alejandre Torija. Investigador de temas históricos, autor de 'El movimiento obrero en Guadalajara. 1868-1939' y 'Guadalajara, 1719-1823. Un siglo conflictivo' y 'La mujer trabajadora en Guadalajara.1868-1939'.
Este artículo ha sido publicado originalmente en El Decano y tanto dicho medio como el autor autorizan su publicación en nuestra web.