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Anuncio en el programa de fiestas de 1930

Hoy los programas de fiestas que leo son los de 1928 y 1930, ¡la de cosas que han pasado desde entonces!

La historia de cómo los conseguí es curiosa y se corresponde con la suerte del coleccionista. Un día de verano iba yo por una calle de Sigüenza y me fijé en un contenedor de obra, en el que estaban tirando muebles, libros, papeles…, pregunto a los que trabajaban en ello y dicen que si quiero algo que lo van a llevar a su almacén. Quedo con ellos y allí me presento, era un chamizo en una huerta fuera de Sigüenza. Hacía un calor del bueno, de agosto, me siento en el suelo y empiezo a ver, a hurgar, debo reconocer que con cierta aprensión, pues allí había de todo menos limpieza. Total que entre los libros y papeles amontonados en cajas de fruta me encontré con los programas. Pagué lo que me pidieron y me fui.

La portada del de 1928 a mí me parece original y bonita, con mucho colorido. El tema central es un dibujo, dos señoras vestidas con trajes largos, abanico y mantón de Manila, en un lugar que puede identificarse con la Alameda por los árboles, los farolillos de papel y un templete que se adivina lleno de gente. El dibujo muy festivo, me recuerda a alguna portada de revista de la época.

La portada de 1930 es totalmente diferente: un dibujo del contorno de la fachada de la Catedral. Todo sobre fondo negro y letreros en amarillo. Me resulta muy original.
Los dos coinciden en su letrero: “Sigüenza; Fiestas de San Roque”.

Las colaboraciones de 1928 comienzan con un escrito de Serrano Sanz, entonces catedrático en la universidad de Zaragoza, sobre las pinturas de la catedral.

Empieza Serrano citando el libro de Pérez Villamil sobre la catedral, así como unas postales que sirven para divulgar las obras de arte que se guardan en ella, para a continuación quejarse de que muchas de las obras de la misma, especialmente pinturas y retablos, “son solo admiradas por los que visitan el templo”.

Se queja: “No se hayan publicado ni siquiera una colección de postales en que se reprodujesen para la mayor gloria de Sigüenza y recreo de los amantes del arte”.
Lo que en principio puede parecer contradictorio: empezar por citar, como importante, lo que hasta aquel momento se había divulgado, para pasar a lamentar el poco conocimiento

que se tiene a nivel turístico, y la poca propaganda que se hace de esos tesoros: pienso yo puede deberse a que él como amante de Sigüenza, estudioso y conocedor del arte, pretendía hacer un llamamiento para sensibilizar a su pueblo de la importancia que tienen los tesoros de su catedral, y de lo necesario que es divulgar su existencia.

Me parece que sus palabras tienen hoy actualidad pues, a pesar de las muchas personas que se dedican a escribir, estudiar y propagar de mil maneras esas maravillas, creo no se favorecen, o se hace en grado mínimo, esas iniciativas, ni se emplean todos los recursos necesarios para ello.

Me atrevo a preguntar ¿cuántos turistas solo se llevan de la catedral algunas fotos del exterior y una vuelta por su interior casi a paso ligero? Y de los que nos consideramos seguntinos, aunque sea de adopción, ¿somos capaces de hablar seriamente un cuarto de hora sobre su historia y contenido artístico?

Eduardo Olmedillas, director del semanario local “La Defensa”, escribe sobre los toros en Sigüenza.

Describe la plaza de toros como “aquel círculo de madera que caprichosamente arbitrario ha surgido de la tierra”. Habla de los espectadores: “Entre los inteligentes de la fiesta surgen los incidentes nunca desagradables y siempre amenos: ¿Natural ese pase? Natural de Betanzos”. También: ”Mientras la mayoría de los espectadores no pierden detalle, de lo que sucede en el ruedo, los que padecen de la vista, se dedican al entretenimiento de ese sentido mirando golosos hacia los asientos de arriba [...] en busca de alivio”.

Termina refiriéndose al torero: “Un torerillo blanco como la cera brinda a una morena de ojos de cataclismo un par de las cortas”.

No puedo dejar de sonreír leyéndolo, pues me trae el recuerdo de la película “La vaquilla”.

Enrique Sánchez Rueda describe las bondades del veraneo en Sigüenza: “Por sus medios fáciles de comunicación, ferrocarril, automóviles de línea y alquiler”.
“La alameda punto de reunión por las mañanas donde se charla, se juega y se flirtea [...] Desconocidos alrededores [...] Pozancos en su arribo desde Sigüenza atravesando centenario bosque de encinas recuerdan, en reducida extensión, el monte de El Pardo en Madrid”.

Así continua, describiendo alrededores de Sigüenza que hemos recorrido de chavales, sin darle mayor importancia que la de hacer kilómetros en bicicleta.

Manuel García Atance, presidente de la Diputación y miembro de la Asamblea Nacional, escribe sobre Sigüenza y el turismo y tras referirse a los monumentos, situación geográfica, y glorias pretéritas, pasa a decir que con motivo de las próximas exposiciones de Sevilla y Barcelona vendrán numerosos turistas, por lo que se debe aspirar a “que no pase un turista por la vía férrea o por la carretera de Zaragoza que no considere inexcusable detenerse a visitar nuestra ciudad [...] el problema es de propaganda [...] solo exige, más que medios económicos, que el amor a Sigüenza de sus hijos se traduzca una vez más en voluntad y entusiasmo por la obra”.

Me pregunto yo: ¿Qué podían hacer en aquellos tiempos los seguntinos, para bajar del tren o desviar de la general a los que pretendían llegar a Barcelona o Sevilla?
La colaboración de Hilario Yaben, arcediano de la catedral, no tiene desperdicio: “Para hablar sinceramente de las fiestas, he de decir algo que no es del agrado de muchos, lo diré sin embargo por contribuir al cumplimiento de una deuda de justicia en el orden espiritual, la que tiene Sigüenza con su Patrona Santa Librada […]tiene para nosotros una significación más alta que San Roque, es nuestra Patrona y la Patrona debe ser la primera”. Hace una defensa a ultranza del patronazgo de la Santa diciendo que su devoción data al menos desde la reconquista de Sigüenza, por tanto más antigua que la de San Roque: “El nombre de Santa Librada era pronunciado en Sigüenza, con veneración, antes del nacimiento de San Roque [...] De todo esto se desprende que las principales fiestas de Sigüenza tanto religiosas como populares deben celebrarse en honor de Santa Librada [...]

El Ayuntamiento celebra con el esplendor posible la fiesta religiosa de San Roque pero convengamos en que a esa fiesta no se asocia con fervor el pueblo”.
Termina proponiendo que si la fecha de la celebración no es oportuna por caer en la de la recolección, “se puede pedir a Roma el cambio al 18 de enero como se celebraba hasta el siglo XVII, podría, además, solicitarse la vuelta al rezo antiguo, único respetable, ya que las lecciones del Breviario actual son evidentemente erróneas como inspiradas en los falsos cronicones”.

Tenía Don Hilario las ideas claras y evidentemente sólido carácter.

Adolfo Franco, maestro nacional, piensa en voz alta sobre la enseñanza, “la Sigüenza de hoy, que ha llegado a sentir la necesidad de aumentar el número de escuelas y la de transformar en graduadas las antiguas unitarias, no es ya la Sigüenza de veinte años atrás que con una escuela unitaria de niños, de matrícula numerosísima se daba por satisfecha [...] En 1950 o 1970 no será el presidente de la Diputación quien pida la mejora de las instalaciones si no que serán los seguntinos quienes pensarán en ellas y, por su propia cuenta, las convertirán en realidad”.

Sirva de homenaje a una profesión tan importante y a la vez tan abandonada, que, aunque ha avanzado mucho, aún le queda bastante para lograr llegar al reconocimiento emotivo y material que su labor merece.

Hay varias poesías, casi nunca han faltado en estas publicaciones. Solo voy a transcribir el comienzo de una:
“Ciudad de obispos y canónigos/ de Cristo caballeros/ que después de su misa alanceaban/ al moro en campo abierto”.

No soy quien para valorar la rima, pero el contenido hoy me atrevo a calificarlo de políticamente incorrecto.

El último de los escritos es, curiosamente, el saludo del Alcalde, Fernando Muñoz Grandes: “Este es el programa de las fiestas en honor de su glorioso Patrón”.

Digo yo que él ya habría leído lo que decía don Hilario y a pesar de ello lo pone como encabezamiento. Imagino las caras de ambos cuando se encontraran presidiendo la procesión del Santo.

Ensalza, como no podía ser menos, el espíritu de trabajo de los seguntinos: “Celebremos, no con el júbilo estruendoso de las bacanales, imposible en un pueblo que, rindiendo culto a sus tradiciones, se emperejila en Semana Santa y se guarda en carnaval; sí con la alegría infantil de la meseta central”. Acaba: “Un pueblo que de tal forma trabaja y vive tiene perfecto derecho a este descanso que al mismo tiempo es unión y cordialidad y que en la corriente práctica del trabajo y el sacrificio, se trueca en avasalladora fuerza que va haciendo más ancho y más fácil el camino de nuestro ya latente progreso”.

¡Vaya parrafito, se quedaría descansado el Sr. Alcalde!

Las actividades programadas para las fiestas, no difieren demasiado de las que se ofrecen en otras épocas muy posteriores: verbenas populares, competiciones deportivas y funciones religiosas.

Hay campeonatos de frontón, lástima que se perdiera el bonito frontón que conocimos junto a la puerta del Toril; “match de boxeo”, se especifica que de amateurs; una “fiesta de la cultura física en la alameda”, como si de unas olimpiadas se tratara; y, por último, “un partido de foot ball en el que actuará el equipo de nuestra ciudad: Sigüenza F.C. (ver programas especiales)”. Ya me gustaría encontrarme con uno de aquellos programas especiales o saber de la actuación  del equipo.  

Para los jóvenes: carreras en bicicletas en la Alameda: “de lentitud y de cintas”. No sé lo que duraría la carrera, pero hoy veo a chavales que son capaces de aburrir haciendo equilibrios sobre la bici.

Para niños no hay ninguna actividad programada.

El último día de fiestas se dedica a “la Patrona Virgen de la Mayor, saliendo por primera vez la artística carroza iluminada, que ha adquirido la citada cofradía”. Aquí creo que no habría malas caras pues la discusión era entre la Santa y el Santo.

Como siempre entre los anuncios hay cosas curiosas. “Pescadería de La Coruña, pescados y mariscos, se reciben todos los días”.
Una confitería ofrece, en el mismo local, además de dulces, cerería, licores y venden, supongo que aparte, carbones, estufas, cocinas y fraguas.

Se anuncia “Botería Julián Blasco”, sus descendientes aún mantienen el negocio.

Carmelo Lafuente anuncia su ferretería pero además “una gran fábrica a vapor, frente a la estación, para la destilación de productos del pino, aguarrás, colofonia, pez, trementina, aceite de enebro…” Ya tenía mérito producir tantos y tan variados productos.

“Antigua casa Colina, gran fundición de campanas, Sigüenza”. Este sí ha sido una sorpresa para mí y una lástima que se perdiera ese oficio en nuestra ciudad.
Ya se anunciaba en aquellos años la carnicería Juan Riosalido.

Junto a la Botería, creo que las únicas que perduran, ya tiene mérito después de, al menos, 86 años.

El programa de 1930 tiene la particularidad de no contener colaboraciones, ni siquiera el saludo del Alcalde.

Las actividades festivas varían poco respecto a 1928, la mayor presencia de la Banda Municipal podría ser la diferencia más notable.

En fútbol ya no participa el Sigüenza F.C. si no que se disputan una copa dos equipos de León. Para los jóvenes hay “juegos de cucañas, carreras de cintas y velocidad”.

Los anuncios siempre contienen alguna curiosidad que nos llama la atención: “Visítenos antes de hacer sus compras, le garantizamos el éxito de sus beneficios”, me pregunto yo: ¿es que no lo garantizarían el resto de los comerciantes?

El hotel Florida, hoy museo diocesano, se autoproclama el más moderno: “Cuartos de baño, calefacción central y automóvil a todos los trenes”.

Una tienda de “frutos coloniales”, ofrece: “arroz legítimo Talasparra”.

Hay varios anuncios de “café, bar, restaurante, carnicería”.  

Un comercio, entiendo que moderno para esos años, ofrece: “gramófonos, Odeón el disco de la raza, Parlophon el disco sonoro”.

Para terminar un anuncio de la Primitiva Automolinesa en el que resalta que su automóvil, supongo autobús, sale de Sigüenza a las 6,40 y llega a Atienza a las 8,20, es decir una hora y cuarenta minutos. Hoy un ciclista en forma lo hace en menos.

Capi

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