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Web del museo Tsarkoye Selo

Elena Gabiña Conde, vecina de Sigüenza, entregó a La plazuela un manuscrito sobre su abuelo, médico militar Fernando Conde López. El autor del manuscrito es tío de Elena, uno de los hijos de Fernando, Manuel Conde Basilio. De la intensa vida de un médico militar de aquella época (tuvo su primer destino, como teniente médico, en 1925) elegimos la etapa relacionada con el servicio de Fernando Conde en la División Azul. Allí ocurrió un episodio que se convirtió en una leyenda familiar.

Para incorporarse a la División, como veremos sin muchas ganas, Fernando dejó su cargo de la Dirección del Hospital Militar de Oviedo y la Jefatura de Sanidad Militar de Asturias.

...Transcurría el verano del año 1941 y, como ya indiqué más arriba, comenzaron los preparativos para mandar una división al frente ruso. Algún día de aquellos, el gobernador militar de Oviedo convocó poco antes del mediodía a los oficiales y jefes de la guarnición para comunicarles la decisión de enviar voluntarios al frente de este, textualmente dijo: “¡Señores, yo voy a apuntarme voluntario en este momento para ir a Rusia! ¡Ustedes sabrán lo que hacen!” Esta frase fue la que decidió que Fernando y muchos más se presentaran voluntarios para ir a Rusia, dado el régimen represivo que imperaba en España obviamente no había otra opción. Cuando llegó a casa y se lo dijo a Ángela, pasaron un mal rato. Es lógico que alguien que ya había pasado todo lo anterior, no tuviera ni el más mínimo interés por trasladarse a miles de kilómetros de distancia de su hogar familiar para participar en algo totalmente ajeno a él.

Quiero dejar muy claro que aquello de la “División Española de Voluntarios” (D.E.V.) no fue del todo de voluntarios. Como cabría esperar de aquella tiranía que se enseñoreaba de España y de la vida de los españoles. Fernando fue bajo coacción, en absoluto fue voluntario, al igual que otros muchos.

El 25 de octubre de 1942 Fernando recibió por escrito la orden con fecha del día 24 para trasladarse con urgencia  a San Sebastián e incorporarse posteriormente a la D.E.V., en Logroño, y allí llegó Fernando el día 16 de noviembre.

El 21 de noviembre pasó la frontera de la Francia ocupada, desde allí viajó hasta Hof en Baviera y después a Berlín, desde allí vía Königsberg salió para Letonia donde ocupó el cargo de Jefe del Servicio de Cirugía del Hospital Español de Riga.

El 20 de abril de 1943 es destinado al Hospital de Campaña 250 situado en Mestelewo, sector de Pushkin, al sur de Leningrado, donde ocupa el cargo de Jefe de Equipo Quirúrgico.

El “250”, como Hospital de Campaña, se encontraba en las cercanías del frente de combate. Un herido, con los medios de la época, podría tardar en llegar unas dos horas, aunque Fernando detalla como un herido tardó una hora y treinta minutos, claro que se dependía de la situación atmosférica, medios disponibles o situación ese día en el frente de combate. A principios de 1944 se inició la ofensiva Trueno de Enero, y Mestelewo fue rebasado por el Ejército Rojo; en la familia se habló algo de que el cirujano que sustituyó a mi padre fue hecho prisionero.

En el “Libro de Intervenciones del Equipo Quirúrgico del Comandante Conde” entre el 27 de abril y el 10 de septiembre de 1943 se describen 132 operaciones, la mayoría corresponde a soldados y suboficiales españoles, incluidos 20 alemanes y 2 rusos.

Un día de mayo de 1943, Fernando tuvo que acudir a lo que suponemos una reunión con sus superiores en un “Puesto de Mando” o un “Puesto de Socorro Principal” que estaba situado en la localidad de Pushkin. Esta localidad, llamada Tsárskoye Seló (Casa del zar) antes de la Revolución Rusa, formaba y forma parte de una serie de localidades en los alrededores de la que fue capital imperial y que tienen palacio de la época zarista. En Pushkin está, entre otros, el Palacio de Alejandro, al parecer aquí se encontraba el lugar adonde tenía que ir Fernando aquel día de mayo. Este lugar estaba a entre 2 y 3 km de la línea del frente. Estando allí, fue cuando Fernando encontró un libro que se encontraba junto con otros en lo que había sido la biblioteca del palacio y que estaba semidestruida por los bombardeos. Este libro estaba en el suelo, apoyado sobre algo, en un ángulo de 45o más o menos, y abierto por una página que casualmente en aquel momento dejaba ver un dibujo que a Fernando le llamó la atención porque era una imagen de Don Quijote. Al verlo en medio de aquella destrucción y con el telón de fondo de una línea de combate, Fernando sintió pena se lo guardó. Al llegar de nuevo al Hospital tuvo el detalle de escribir en la primera página del libro el sitio y la fecha de donde lo había cogido.

Cuando llegó el verano de  1943, las temperaturas en aquella zona subieron, y dada la existencia de lagos y marismas, aparecieron nubes de mosquitos. Por eso, cuando me preguntaron en una ocasión, en Tsárskoye Seló, si mi padre se quejó del frío durante su estancia allí, contesté que se quejaba más bien de calor.
En el invierno anterior con la derrota en Stalingrado llegó el llamado fin del principio de la superioridad alemana en esa guerra, y en verano de 1943, con la derrota en la batalla de Kursk, se inició el principio del fin que se haría realidad con la rendición incondicional en mayo de 1945.

El 13 de octubre mi padre se resbaló por la sangre que había en el suelo del quirófano, a consecuencia de la caída se lesionó los huesos del antebrazo derecho, concretamente se produjo una fisura de cubito y un arrancamiento en el radio, se le inmovilizó con escayola desde el brazo hasta por debajo de la muñeca y ese mismo día fue evacuado al Hospital de Evacuación, desde este centro se evacúa al Hospital Militar Español de Riga.

Pasa por el Hospital Militar Español de Königsberg y termina la rehabilitación en el Hospital de Convalecientes de la D.E.V. en Berlín-Friedrichshagen, de allí fue dado de alta el 24 de noviembre.

Por aquellos días se estaba desarrollando una ofensiva aérea británica sobre Berlín. Se había iniciado el día 18 de noviembre y duraría hasta el 3 de diciembre. Fernando tuvo que pasar varias horas en un efugio, al salir quedó horrorizado. Mientras las autoridades alemanas lo habían invitado a una gira por el país para visitar hospitales, el rehusó, lo que ansiaba sobre todo era volver con su familia. Le preguntaron cuántos hijos tenía y le prepararon una caja con regalos para ellos.

Inició el regreso el día 25, hacia Hof y de aquí a Hendaya, pasando por Nuremberg y Paris, donde hizo un alto para comprarle a mi madre unos perfumes. El 28 de noviembre de 1943 pasó por fin la frontera franco-española, “…habiendo entregado las piezas de vestuario y equipo alemán así como toda la documentación alemana”. Ya en España llamó por teléfono a mi madre para decirle que ya había vuelto, ambos se emocionaron. El Comandante Militar de Irún le dio un pasaporte para viajar en tren hasta Oviedo.

Ya en casa abrieron la caja que le habían dado los alemanes para sus hijos, y cual no fue la sorpresa al ver que todo eran juguetes bélicos, ¡no había nada para sus hijas!, rápidamente fue a una relojería y compró unos relojes para las niñas, diciéndoles que se los había traído de Alemania. Contó, como es lógico, mucho, también escribió, pero hubo dos frases importantes para aquel momento: “Las cosas están muy mal para Alemania” y “Los alemanes tratan muy mal a los judíos”.


P.D. El libro que se llevó Fernando era el II tomo del Quijote, edición rusa de 1893 y que incluso podía pertenecer al zar Nicolas II. Según el deseo del doctor Conde, su hijo Manuel devolvió el libro al museo de Tsárskoye Seló en 2011. Durante la guerra la Biblioteca Imperial de Tsárskoe Seló perdió el 80% de sus fondos, cualquier libro reaparecido tiene un valor enorme, podemos leer en la web del Museo Estatal “Tsarskoye Seló”.

FOTO: http://www.tzar.ru (web del Museo Tsárskoye Seló).

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