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Segunda Revolución industrial.

A mediados del siglo XIX, generalizado el uso de la máquina de vapor, se da paso a la Segunda Revolución Industrial, basada principalmente en el abaratamiento del acero, el desarrollo de la química industrial, la construcción de ferrocarriles por toda Europa, EE.UU. y Japón y la introducción de nuevas energías como la electricidad, el gas y el petróleo. Este periodo (1840 a 1914) se caracterizó por ser una de aquellas épocas en las que se acumuló un gigantesco desarrollo científico y técnico, que supuso la instauración del capitalismo monopolista en el mundo occidental y la implantación del colonialismo europeo por todo el planeta.

En el mundo naval se abandonaron los viejos barcos de madera por los de hierro y de acero, el transporte de mercancías pasó de los Clipper a los vapores, y en el transporte de viajeros, de las goletas a los vapores y los transatlánticos.

Mientras, en la guerra naval las grandes potencias de la época, Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos, Austria-Hungría, Japón… estimuladas por el nacionalismo, impulsaron una carrera armamentística que hizo crecer el tamaño y la precisión de los cañones década a década, frente a los, cada vez más gruesos y mayores, acorazados. Paralelamente, los torpedos evolucionaron, desde las minas y los explosivos al final de una percha, a los torpedos autopropulsados con motores eléctricos.

Esta evolución cristalizó en dos estrategias navales, la que confiaba en los acorazados cada vez mayores y fuertemente artillados, propugnada por Gran Bretaña y las grandes potencias, frente a la opinión de que, siendo imposible igualar a las mayores flotas de acorazados, era preferible disponer de barcos pequeños y rápidos que pudieran atacar a aquellos y huir rápidamente, los torpederos y los cañoneros – defendida por la Jeune École francesa y adoptada por las pequeñas potencias y los países más pobres.

En España este problema técnico se politizó, apoyando la primera estrategia el Partido Conservador y la segunda el Liberal.

Cortes vertical y horizontal del submarino según plano de Isaac Peral. Fuente: Enciclopedia Universal Europeo-Americana. Espasa-Calpe SA. Tomo 43. 1918.

 

Isaac Peral

Al inicio de este largo periodo de progreso técnico y social nace Isaac Peral en Cartagena, un primero de junio de 1851, segundo hijo de una familia interesada por la ciencia y dedicada a la milicia naval. El propio Isaac se incorpora a la Armada a los 13 años, estudia y realiza varias travesías de aprendizaje, llegando a Filipinas con 17 años. En 1873, en Cuba, y con 22 años recibe su bautismo de fuego durante los ataques de los insurrectos a la población de Nuevitas, en cuya defensa destaca Peral al mando de un “trozo de desembarco”. Más tarde interviene en la Tercera Guerra Carlista.

Corre el año 1877 y con 25 años ingresa en la Academia de Ampliación de Estudios de la Armada en San Fernando de Cádiz. En esa época se cura un tumor en la cara y se casa con Carmen Cencio.

Tres años después, y finalizados sus estudios, con una gran familia que mantener (madre, hermana, mujer, hijos y sufragar los estudios en la Armada de su hermano menor), solicita destino en Filipinas, para mejorar la paga con el complemento de destino.

En Mindanao se encarga, como comandante del cañonero Caviteño, además de las misiones de patrulla, del levantamiento batimétrico del Estrecho de Jimanalé.

De nuevo en Cádiz, es nombrado profesor de física, química y alemán en la Academia de Ampliación de Estudios, y ya allí, en 1884, redacta una cuartilla con sus primeras ideas sobre un Torpedero Submarino.

Crisis de las Carolinas

En 1885 se produce la Crisis de las Carolinas, archipiélago descubierto por los españoles Toribio Alonso de Salazar y Diego de Saavedra en 1526 y bajo soberanía española desde entonces; aunque con una presencia menor ejercida principalmente por misioneros y comerciantes. Considerado territorio sin ocupar por la Alemania del Kaiser Guillermo I, los diplomáticos teutones informan a España de su intención de ocuparlo.

En aquel lejano paraje, se desafían un par de barcos españoles y un cañonero alemán. El capitán español del buque al mando, ateniéndose a sus órdenes, decide arriar la bandera y presentar una nota por vía diplomática. El recién nombrado gobernador español acata, pero se queja de no haber presentado batalla.

La prensa (es la época del nacionalismo)caldea los ánimos de la población. El Gobierno, ante el temor de que la flota alemana tomara alguna de las islas Canarias o de las Baleares, decide pedir un arbitraje al Papa, quien dictamina en favor de la soberanía española, concediendo a Alemania derechos de pesca y comercio en el archipiélago y la propiedad de las Islas Marshall.

El proyecto

Preocupado por esta crisis y ante la evidencia de que la flota española estaba anticuada y desgastada por las luchas independentistas en Filipinas y Cuba, Isaac Peral escribe una carta al ministro de Marina, vicealmirante Manuel de la Pezuela, informando de que ha resuelto el problema de la navegación submarina y que, manteniendo el máximo secreto, cede su invento, un barco torpedero submarino, al país. El ministro pide opinión a varios técnicos que dictaminan que lo que presenta Peral es posible, pero que convendría hacer algunas pruebas previas. El ministro habilitó un pequeño presupuesto para esas pruebas.

Es significativo el comentario que hizo el Presidente del Gobierno Antonio Cánovas del Castillo cuando su ministro le habló del submarino: ¡Vaya!, ¡Un Quijote que ha perdido el seso leyendo la novela de Julio Verne!

En apenas dos meses fallece Alfonso XII y el Gobierno pasa al liberal Práxedes Mateo Sagasta, quien nombra ministro de marina al contralmirante José María Beránger que autoriza las pruebas previas. Se realizan las de respiración y las del sistema de inmersión y emersión, denominado “aparato de profundidades”, una de las grandes innovaciones de Peral.

En 1886 se desencadena una crisis de gobierno y varios ministros dimiten, entre ellos Beránger, que se pasa a los conservadores, y es sustituido por el contralmirante Rafael Rodríguez Arias, quien se entusiasma con el proyecto de Peral y aprueba el presupuesto para su construcción y un viaje del inventor por Europa para comprar elementos para el submarino.

Citado a Palacio para enseñar su proyecto a la Reina Regente, María Cristina de Austria, Isaac descubre que alguien ha sustituido uno de los reactivos de la batería del modelo por una tintura roja. En una precipitada búsqueda por medio Madrid consigue eludir el sabotaje.

En otra ocasión, en la misma antesala del ministro, ocurre un encuentro “casual” con Mr. Thomson, dueño de una empresa que suministra habitualmente grandes barcos a la Armada Española, que allí mismo le propone asociarse con él para la construcción de su submarino, dándole a entender que el ministerio no lo va a financiar.

Unos días antes de su viaje, lee en una revista científica austríaca el nuevo diseño de un submarino del constructor de armas sueco Torsen Nordenfelt, socio de la empresa inglesa suministradora de ametralladoras al Ministerio de Marina español y le llaman la atención varios detalles que coinciden con su diseño.

Durante su estancia en Londres para la compra de elementos y materiales, el capitán de fragata Víctor Concas y Palau, de la Comisiónde la Armada en ese país, le invita a conocer a Basil Zaharoff, hombre de negocios que colabora con Nordenfelt. Peral se niega por no revelar los detalles de su proyecto, y el oficial le contesta que no se preocupe por esa cuestión, ya que Zaharoff ya había consultado su proyecto en el Ministerio de Madrid. Peral al fin tuvo una entrevista con el propio Nordenfelt, quien le propuso asociarse con él, se negó, y el industrial le aseguró que, si no se llevara a cabo su proyecto en España, mantendría su oferta.

Estos acontecimientos llevaron a Isaac Peral a comprender que existía una conspiración contra su invento dentro del propio Ministerio de Marina, por lo que decidió acelerar la construcción.

Luis Montalvo Guitart

 

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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