Desde que se dio a conocer el chat asistido por Inteligencia Artificial (IA), ChatGPT, de OpenAI (empresa fundada por Elon Musk y Sam Altman) me he estado preguntando si este sistema tiene las habilidades necesarias para acabar con algunos oficios, como por ejemplo los relacionados con la escritura. En vez de malgastar el tiempo elucubrando, me decidí a hacer una prueba.
La idea del test era muy simple: proporcionarle unas pocas frases en lenguaje neutro y observar qué podía hacer con ellas. De este modo podría averiguar si, proporcionándole solo un esqueleto de frases, ChatGPT podría escribir un artículo completo y acabar con los escritores. Os muestro lo que ocurrió.
Le facilité a ChatGPT la siguiente instrucción:
Escribe en prosa las siguientes frases: Blas Cabrera nació en Arrecife en 1878 y recibió sus estudios en la misma ciudad. Estudió física y matemáticas en Madrid.
Se trataba solo de 21 palabras y 3 ideas (Blas Cabrera nació en Arrecife en 1878 / estudió en su ciudad / y estudió física y matemáticas en Madrid).
Y esto es lo que respondió la Inteligencia artificial (copia literal):
Blas Cabrera, ese hombre de mente inquieta y espíritu brillante, abrió sus ojos al mundo en la pintoresca ciudad de Arrecife en el año 1878. Fue allí, entre los suaves susurros del viento y el eterno abrazo del océano, donde forjó los cimientos de su futuro. Consciente del poder del conocimiento, buscó en la misma ciudad los saberes que le guiarían hacia la grandeza.
Intrépido y decidido, Blas Cabrera se sumergió en las profundidades del conocimiento, dedicando sus años a desentrañar los secretos de la física y las maravillas de las matemáticas. Pero no fue en las calles empedradas de Arrecife donde encontró el eco de su sed de aprendizaje, sino en las aulas de Madrid.
En la bulliciosa capital, entre las majestuosas estructuras y los resonantes murmullos de los sabios, Blas Cabrera se convirtió en un discípulo incansable. Con cada clase, cada ecuación, cada experimento, su pasión se avivaba, alimentada por el conocimiento de los grandes maestros que le precedieron.
Madrid se convirtió en su hogar académico, su refugio intelectual, el crisol donde sus talentos se pulieron y su mente se expandió. Entre las paredes de las universidades y los círculos científicos, Blas Cabrera halló un camino que le llevaría a conquistar el mundo con sus descubrimientos.
Así, con la determinación y la dedicación como compañeros inseparables, Blas Cabrera escribió su historia. Desde las calles de Arrecife hasta las aulas de Madrid, su trayectoria se entrelazó con el conocimiento y la pasión. Y aunque el tiempo haya marchado, sus logros perduran como un legado eterno, recordándonos el poder de la perseverancia y el anhelo insaciable de aprender.
Son 268 palabras y únicamente las mismas 3 ideas, embellecidas y ampliadas con una serie de asertos no contenidos en la instrucción recibida (describe el espíritu de Blas Cabrera y, sin hacer comprobaciones, no podemos saber si esta descripción la ha obtenido de datos contenidos en alguna biografía del importante científico español o se ha inventado la descripción para que cuadre con la idea que le hemos pedido), todo ello en un estilo ampuloso y cursi; sin embargo, a alguien poco cuidadoso y de escaso tiempo (o sin ganas de trabajar), le resuelve la papeleta.
Imagen: PublicDomainPictures.net
A partir de ahora le va a quedar un arduo trabajo a cualquier maestro o profesor con las redacciones o los trabajos escritos de los alumnos… claro que siempre podrá él mismo preguntarle a ChatGPT si cree que el trabajo ha sido escrito por una IA.
ChatGPT pertenece al tipo de Inteligencia Artificial llamada IA Generativa. Esta variedad de IA es capaz de crear nuevos productos (textos, imágenes, canciones…) a partir de productos ya existentes, copiando, adaptando, comparando patrones e incluso inventando algún detalle. Para entenderlo mejor, comparemos con la función de un buscador, Google o Yahoo!, por ejemplo: si le proporcionamos una frase, nos devolverá solo la lista de páginas donde aparezca la frase y aquellas otras en las que figuren algunas de las palabras que la componen, el buscador no construye nada, solo rastrea.
En este momento, la IA Generativa necesita aún de un humano que revise, confirme y adapte su respuesta al producto final. Hoy por hoy, no se puede utilizar cruda, sin cocina humana. Complementa ciertos trabajos y sustituye la parte más mecánica y tediosa de la tarea. En el estado actual comete errores; ahora bien, está aprendiendo, de modo que mañana no lo hará.
Conocemos lo que es el machine learning, es una IA que aprende. Alimentado el sistema con un universo de datos, ella sola, sin intervención humana, hace emerger patrones que luego aplicará a los trabajos de clasificación, diagnóstico, triaje… que se le encomienden. No se basa en un modelo que sume conocimiento, sino en uno que descubre cómo aprender a partir de la muestra con la que se le entrena. Esta IA ya está en pleno funcionamiento.
Existe una nueva generación de machine learning que está a las puertas del mercado, a punto de emerger, se trata de la IA adaptativa. Estos nuevos modelos de aprendizaje se adaptan casi inmediatamente a entornos en constante cambio. Combinan varios métodos de aprendizaje automático basados en los modelos de premios y castigos de los sistemas de aprendizaje de humanos y del adiestramiento de animales.
En un futuro casi inmediato ya se observan nuevos tipos de IA que, de manera gradual y constante, irán complementando, y eventualmente reemplazando, diversas facetas del trabajo humano o puestos de trabajo completos. Es una marea ineludible, con un gran impacto sobre el panorama laboral en el que se van a unir la creatividad y el conocimiento humano y las capacidades de la máquina.
Entonces ¿no podemos hacer nada? ¿no nos queda nada, salvo esperar a ver cómo sustituyen un puesto de trabajo tras otro?
Echemos un vistazo a la historia. En el pasado, cuando se produjeron grandes revoluciones tecnológicas, siempre desaparecieron puestos de trabajo; pero se crearon nuevos en mayor cantidad. El propio crecimiento económico surgido de la aparición de las nuevas tecnologías más productivas es causa del aumento del número de puestos de trabajo totales. Por ello, hay expertos que nos dicen que habrá algunas turbulencias; aunque al final todos saldremos ganando.
Analicemos una de esas turbulencias y su estabilización última. Veamos qué ocurrió en una de las mayores revoluciones tecnológicas recientes, que afectó globalmente a la sociedad y ocasionó cambios muy significativos en el modo de vida de todo el planeta: la Revolución Industrial.
Una nueva tecnología, la máquina de vapor moderna de James Watt (1765), promovió, inicialmente en minas y telares, la aparición de muchos puestos de trabajo, que atrajeron a numerosos campesinos a las ciudades y a las factorías. Este cambio significó la adopción del Capitalismo que, en unión al Nacionalismo, se constituyó en la nueva doctrina universal de la civilización, que se hizo dominante durante el siglo XIX, y que supuso una transformación social inmensa; pero minas y telares se llenaron de niños de 7 u 8 años que trabajaban de sol a sol y de lunes a sábado.
Esta nueva doctrina económica, boyante y creadora de riqueza, creció sin regulación y llevó a los trabajadores a quedar atrapados en las manos de los empresarios, que cada vez pagaban menos y empleaban a los trabajadores en condiciones de creciente precariedad, falta de higiene y seguridad laboral.
En los primeros momentos de esa nueva era apareció en Inglaterra un pequeño movimiento, los Luditas, que destruían máquinas, convencidos de poder detener el ascenso de la marea del maquinismo, pero no hubo caso. Andando el tiempo, los trabajadores se organizaron en sindicatos y vinieron las huelgas; la reacción a este fenómeno fue la represión y la reacción a la reacción hizo surgir a los anarquistas. Durante años, el mundo occidental vivió pendiente de las bombas que se ponían en teatros (atentado anarquista de 1893 en el Liceo de Barcelona), en las calles (1878 en Madrid, atentado contra Alfonso XII)… o de empresarios que reprimían con violencia a trabajadores en huelga (en el Nueva York de 1911 llegaron a quemar una fábrica con los trabajadores dentro).
El resultado de este maremágnum dramático fue la aparición del Comunismo. Por efecto acción-reacción, el Capitalismo salvaje engendró el mayor movimiento anticapitalista de la historia. El auge del Comunismo creó el Fascismo, de base Nacionalista, como forma enérgica de oponerse al anterior por los mismos métodos. El Fascismo fue combatido en la Segunda Guerra Mundial y derrotado en 1945, y el Comunismo tuvo un gran retroceso con la Caída del Muro de Berlín en 1989; aunque hoy sigue bien vivo, pues está en la génesis de la mayor potencia económica mundial, China.
En Europa, el Comunismo y el Fascismo fueron borrados del mapa por el Estado del Bienestar sustentado por la Social Democracia y la Democracia Cristiana. La idea era situarse en un punto intermedio que podríamos señalar como Capitalismo humano o quizá Socialismo capitalista. El Nacionalismo se atemperó con la creación de la Comunidad Económica Europea.
En estos momentos también vivimos una época en la que las nuevas tecnologías generan crecientes oportunidades de negocio, y de nuevo nos situamos en una fase de resurgimiento de las formas de Capitalismo salvaje, mientras se produce el auge de los extremos políticos (extrema izquierda, extrema derecha, nuevos nacionalismos…).
A largo plazo todo se termina arreglando, pero pensemos que los efectos sociales disruptivos del invento de la máquina de vapor tardaron en estabilizarse más de 200 años, unas 8 generaciones.
La revolución tecnológica que está en marcha hoy, desde la aparición del primer ordenador de propósito general (1946), ha causado cambios sociales, ha transformado las masas de trabajadores industriales en trabajadores del sector servicios.
La revolución que ahora toma un nuevo impulso con la aparición de la IA dará lugar a un cambio mucho más profundo en la estructura laboral. A largo plazo la sociedad se reacomodará y todo se arreglará; pero ¿vamos a dejar que el acomodo tarde 200 años en llegar? El acomodo de la Revolución industrial incluyó más de 100 años de trabajo infantil en las minas, un periodo de Anarquismo violento, la aparición del Comunismo, el Crack del 29, el nacimiento del Fascismo, dos guerras mundiales, Hiroshima y Nagasaki, la Guerra Fría…
El futuro no está escrito, el futuro será hijo de lo que hagamos hoy. Estamos a tiempo de controlar y regular el cambio, hacerlo de manera inteligente, pensando en las personas y no solo en el dinero. No debemos esperar a que se incardine en todas las actividades laborales y sociales, porque, una vez que se generalice, no habrá forma de volver atrás.
Un ejemplo de la dificultad de revertir un elemento generalizado es el uso del plástico. Solo cuando el océano se ha llenado de plásticos que amenazan con destruir nuestra mayor reserva de vida y alimento, hemos empezado a pensar en reducir la utilización del plástico; pero comenzamos la tarea en un punto en el que, poco más o menos, no existen productos en el mercado que no contengan plástico de un modo u otro (en sus materiales, en muchos de sus componentes, en los pegamentos para unir sus piezas, en su pintura exterior, en sus lubricantes, en sus embalajes, en su transporte…). Necesitaremos muchos años (de 30 a 50) para reducirlo (ya no se puede eliminar) a sus justos términos, aquellos que el planeta sea capaz de soportar (reciclar o biodegradar).
De igual forma, en un futuro cercano, la IA se encontrará pronto en todas las actividades humanas. Y, alcanzado ese desarrollo, querremos abordar la tarea de regularla o controlarla. Entonces necesitaremos numerosas generaciones para lograrlo y contener una resistencia empresarial y social importante.
La solución pasa por comenzar a regular ahora mismo e ir adaptando esas regulaciones a la realidad cambiante, eliminando algunas reglas inadecuadas, transformando otras y creando nuevas donde haga falta. Puedo dar algunos ejemplos.
El famoso historiador, pensador y escritor Yuval Noah Harari propone que siempre que hablemos con una IA sea obligatorio, por ley, que se identifique como tal, que sepamos que estamos interactuando con una “máquina” indistinguible de un humano.
Bill Gates propuso hace años que los “robots” paguen impuestos ya que van a ser los sujetos de la economía, mientras que los humanos seguirán siendo el objetivo de la misma. En este contexto, debemos entender la palabra “robot” de una forma muy amplia: la IA sería un robot, aunque no tenga componentes mecánicos ni aspecto humanoide.
La Unión Europea ya se está planteando la regulación, pero si no acceden a regular China y EE.UU., que son los que van por delante en este asunto y por ese orden, no servirá de nada.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, ha apoyado recientemente la creación de una agencia internacional que supervise la Inteligencia Artificial, al estilo del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), creado por la ONU en 1957 con la doble misión de promover y controlar la energía nuclear.
Tengo claro que la IA no acabará con la humanidad, como ha declarado hace poco el propio Sam Altman, que traerá múltiples aplicaciones beneficiosas (ya lo hace) y que generará un crecimiento económico importante; pero sus capacidades ya están siendo utilizadas para el funcionamiento de armas inteligentes y creo que los grandes avances que conlleva pueden hacerselo pasar muy mal durante un largo tiempo a muchos sectores laborales, regiones del planeta y capas de la estructura social de la humanidad. Seamos inteligentes y preparemos el futuro.