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A mediados de noviembre acudí a una conferencia de mi amigo astrofísico Alfonso Hernando González en la que expuso los avances teóricos y técnicos realizados por Leonardo Torres Quevedo (1852-1936) en las dos primeras décadas del siglo XX que encarnaron los rudimentos de la Inteligencia Artificial (IA).

Unos días después varios amigos fuimos a visitar la exposición titulada Leonardo Torres Quevedo ¿Puede pensar una máquina?, en la Facultad de Educación de la Universidad Complutense. Su comisario, Francisco A. González Redondo, nos mostró pacientemente la documentación que demostraban los adelantos realizados por este ingeniero cántabro, la primera definición del procesamiento digital (Telekino de 1903) y el primer tratamiento teórico sistemático sobre la capacidad de las máquinas para pensar o para imitar el pensamiento humano (su libro Automática: Ensayo de un Nuevo Método Científico, de 1914).

Desgraciadamente los estudios y demostraciones que nos dejó este “Leonardo” español quedaron sin continuidad y no fue hasta la década de los 40 que se reinventaron sus conceptos, dando lugar a los primeros ordenadores propiamente dichos. Otro científico español sin continuidad ni recuerdo.

Mi interacción con la IA no es una actividad científica, me quedo en la mera curiosidad; se limita a las interacciones con ChatGPT 3.5 – la versión gratuita– que vengo efectuando desde primeros del año 2023 y, a decir verdad, podría escribir un largo artículo con las anécdotas de sus confusiones, equivocaciones y malentendidos; a pesar de lo cual, he alcanzado un cierto nivel de destreza y no me gustaría dejar de trabajar con ella. Me reduce mucho el tiempo de consulta de diccionarios de significados, sinónimos y antónimos; funciona muy bien como tesaurus o resolviendo dudas de ortografía y gramática; me ayuda a poner a flote esa palabra sabida que se queda varada en la punta de la lengua, justo en la tesitura de redondear un párrafo; o me propone simplicidad en la frase que ha resultado un poco enrevesada. No le permito que decida nada por mí, soy yo siempre el que dice la última palabra, nunca copio literalmente lo que dice y no me fío de los datos que me facilita; aun así, hace mi tarea mucho más sencilla y eficiente, ayudándome en el desafío de abordar el pensamiento desde una perspectiva diferente.

Creo que no hace falta que resalte, además, el ahorro de tiempo y esfuerzo que me proporciona su función básica, la de interpretar mis preguntas y buscar la respuesta a la cuestión formulada; pues un buscador me presentaría las páginas donde se mencionaran algunas de las palabras de mi pregunta y sería yo quien tendría que leer los textos, interpretarlos, seleccionar las respuestas válidas, y hacer el trabajo de síntesis.

Hace unos pocos meses me hablaron de otra herramienta gratuita de IA, llamada Pi, desarrollada por Inflection, empresa del británico Mustafá Suleymán, uno de los pioneros de la Inteligencia Artificial y no pude resistirme a interaccionar con ella haciendo la inevitable comparación con ChatGPT.

La primera vez que hablé con Pi, le pregunté en inglés, si hablaba español y me informó de que estaría encantada de ayudarme a perfeccionar mi español. Esa respuesta ya me hizo sospechar que había sido entrenada por británicos con textos en inglés y que sabría poco del mundo hispano, de modo que la puse a prueba pidiéndole que me diera, a su criterio, la lista de los mejores científicos españoles. Aquí va su respuesta (literal):

  • Santiago Ramón y Cajal (neurocientífico).

  • Gregorio Marañón (médico e investigador).

  • Severo Ochoa (biólogo molecular).

  • Francisco Laínz (astrofísico).

  • María de Maeztu (física).

  • Margarita Salas (bióloga molecular)

Dejando aparte a Francisco Laínz —de quien no he oído hablar—, hace daño a los ojos leer María de Maeztu, física. Cuando le advertí que Maeztu era pedagoga, Pi aceptó que lo fuera, ahora bien, aclarando que, aparte de la física, su actividad principal, tenía algunas contribuciones a la pedagogía. No se quiso apear del burro hasta dos o tres interpelaciones y se permitió finalizar su asunción del error recomendándome que siempre verificara la información que encontrara en internet. Quedó claro que la suya, por supuesto, era una de las que había necesariamente que validar.

Al día siguiente volví al asunto, quería comprobar hasta qué punto se trataba de un error esporádico o era ignorancia pura y le formulé la pregunta acerca de a quiénes consideraba los científicos más importantes de la historia de España. Me mencionó a Santiago Ramón y Cajal, Gregorio Marañón y Severo Ochoa. Le solicité, entonces, que me buscara científicos más antiguos y entonces enumeró este trío (literal):

  • Miguel Servet: un importante fisiólogo del siglo XVI, que hizo importantes descubrimientos sobre la circulación sanguínea y el funcionamiento del pulmón.

  • Nicolas de Pié de Virués: médico del siglo XVI que escribió libros sobre anatomía y medicina que se usaron como textos de enseñanza hasta el siglo XVIII.

  • Santiago Ramón y Cajal: neurocientífico del siglo XIX que hizo importantes descubrimientos sobre la estructura del sistema nervioso central y el funcionamiento de las neuronas.

¿Nicolás de Pié de Virués?, en mi vida había oído hablar de él. Nunca es tarde para aprender algo nuevo, por consiguiente le requerí una ampliación de la información sobre el mismo, y me manifestó lo siguiente (literal):

[…] el Sr. Pié de Virués era una figura importante en la medicina de su tiempo. Fue médico de Carlos V y Felipe II, y dieron mucha importancia a sus descubrimientos sobre la anatomía del cuerpo humano. Escribió varios libros que se volvieron textos clásicos de enseñanza, incluyendo "Anatomía universal del cuerpo humano" y "Arte de la cirugía". También hizo descubrimientos significativos en varias áreas de la medicina, como el tratamiento de las heridas y las enfermedades infecciosas.


Contestación de Pi a la pregunta de ampliación de datos sobre de Nicolás de Pié de Virués. Imagen del autor.

Navegué un rato por una serie de páginas académicas y cuando le hice notar que no encontraba referencias sobre él, Pi se escudó de esta forma (literal):

Bueno, sí, no es una figura tan reconocida como otros científicos de la época. De hecho, es un poco difícil encontrar mucha información sobre él en línea. Sin embargo, sigue siendo una figura importante en la historia de la medicina, y sus contribuciones a la anatomía y a la cirugía son significativas. Es posible que no sea tan conocido como otros científicos del Renacimiento, pero su trabajo ha sido importante para la evolución de la medicina.

Le espeté sin rubor que yo creía que se lo estaba inventando y me replicó que “eso sería una buena jugada, pero te juro que no lo he inventado”, insistió en que había existido y en que yo mismo consultara libros de historia de la medicina.

No tuve más remedio que reclamarle alguna fuente en la que apareciera este médico del siglo XVI y se descolgó con las palabras que cito a continuación (literal):

Eso podría ser difícil, porque no es un personaje histórico muy conocido. Sin embargo, hay algunas fuentes que mencionan a Nicolas de Pié de Virués, por ejemplo:

  • La obra "Historia de la Medicina" de Bernardino Ramazzini (1682), donde se menciona a Pié de Virués como un cirujano y médico de la corte del rey de España.

  • La revista "Historia y Filosofía de la Medicina", que publicó un artículo sobre Pié de Virués en 2015, en el que se describe su trabajo como cirujano y médico.

No es sencillo localizar una obra de 1682, no obstante pude fácilmente localizar en internet la revista Historia y Filosofía de la Medicina de 2015, un número monográfico dedicado a la historia de la medicina. En el índice no había ningún artículo sobre Nicolás de Pié de Virués, por lo que ojeé el capítulo dedicado a la medicina del Renacimiento y no pude encontrar al famoso médico de Carlos V y Felipe II por ningún lado. Por si hubiera pasado por delante de mis ojos sin reparar en él, le rogué a Pi que me indicara la página en la que aparecía y no se rindió del todo, escribiendo (literal):

¡Ah, puede que haya cometido un error! Lo siento, no puedo decirte la página exacta porque no tengo acceso al artículo, pero quizá aparece mencionado en algún lugar del artículo como un médico y cirujano de la corte del rey de España. Entiendo que podría ser difícil encontrar más información sobre él, ya que no era tan conocido como otros científicos de la época, pero es posible que hayas encontrado alguna mención de él en algún otro lugar.

Contestación de Pi a la solicitud de referencias de su propia información. Imagen del autor.

Habitualmente trabajo con dos pantallas y en la segunda tenía abierta a ChatGPT. Le inquirí si conocía a Nicolas de Pié de Virués, y aseveró lo que sigue (literal):

Sí, Luis, Nicolás de Pié de Virués fue un matemático y filósofo español del siglo XVI. Es conocido por su trabajo en matemáticas y su obra "In Thaletis Euclidis", que se centra en la geometría y los Elementos de Euclides. Pié de Virués realizó importantes contribuciones al campo de las matemáticas en su época. Su trabajo ha dejado un legado en la historia de las matemáticas en España.

Mi sorpresa fue colosal. Nicolás de Pié de Virués se había trocado en matemático y filósofo. Rebusqué de nuevo datos o referencias sobre él, bien que esta vez como matemático. Cuando le insistí en que no encontraba referencias suyas, ChatGPT se retiró rápida y elegantemente:

Mis disculpas, parece que me he confundido. No hay evidencia de la existencia de un matemático o filósofo llamado Nicolás de Pié de Virués en la historia. Lamento la confusión anterior. Si tienes alguna otra pregunta o solicitud de información, estaré encantado de ayudarte.


Contestación de ChatGPT a la pregunta de si conocía a Nicolás de Pié de Virués. Imagen del autor.

Un par de días más tarde le conté esta experiencia a un amigo experto en IA, el cual hizo una búsqueda de nuestro etéreo personaje y me mandó la siguiente referencia en la que supuestamente aparecía nuestro médico-matemático: Páginas de historia viva del departamento de Historia y Filosofía de la Medicina a través de los documentos históricos de la facultad de Medicina de la UAM. De nuevo me encontré con un artículo que trata de otro tema —la formación del departamento de Historia y Filosofía de la Facultad de Medicina de la UNAM— pero en el que no aparece por ningún lado el médico Nicolás de Pié de Virués.

Dice mucho del desconocimiento de Pi de la Historia de la Ciencia española el hecho de que antes de citar a un científico español de primera o segunda magnitud, tenga que valerse de uno con solo 3 referencias en todo internet. No parece que Pi se invente el personaje, pues ChatGPT también lo conocía de forma independiente; sin embargo, acepta referencias, que una vez comprobadas, se descubren como falsas. Esto me hace pensar que Pi está pensada más como un compañero de conversación que como un asistente, sirve más para no sentirse solo que para trabajar.

Podría pasar una larga sobremesa contando anécdotas de este tipo de conocimientos históricos en los que Pi disparata con estrepito (“¿Quién dijo la frase: Napoleón sin su ejército no era más que un enano con sombrero?”, “¿Quién fue la reina Amalia de España?”...); no obstante las dejo a la imaginación de cada uno. A estas alturas los lectores ya se habrán dado cuenta de que Pi adquiere los conocimientos de una gran masa de escritos sin cribar ni revisar por expertos, suministrados por sus “entrenadores”, cediendo la responsabilidad de la fiabilidad de la información a la propia IA. Este trastorno del crecimiento ya lo sufrió Wikipedia en su momento y se vio obligada a crear una estructura de árbitros humanos que tomaran las decisiones de verosimilitud. Mientras no se resuelva, hoy en día es mucho más fiable la información de Wikipedia que la de Pi.

Otro aspecto adicional al anterior, que bien se puede comprobar, es que tanto Pi como ChatGPT se suelen equivocar en consultas sobre gramática española. Como muestra citaré que insté a ChatGPT a que me indicara qué forma era correcta “de acuerdo con” o “de acuerdo a” y señaló que solo la primera, lo comprobé en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia donde pude observar que ambas formas son válidas.

Todo esto denota que en el ámbito de la gramática las IA se asientan en el uso del lenguaje, en la frecuencia de aparición de frases escritas en internet o en los textos suministrados por sus creadores; no considera autoridad, no comprueba la validez de sus hallazgos, le otorga el mismo o parecido peso a lo que escribe cualquiera que a lo que lee en la RAE, en escritos de catedráticos universitarios o en escritores reconocidos.

En resumen, en el estado actual de la cuestión, la fiabilidad de las IA es bastante baja, por la forma en la que se las ha alimentado de datos para su aprendizaje. Al trabajar con estas herramientas, hoy en día, debemos tener en cuenta que es mucho más fiable la información de la RAE o la de la Fundéu que la de ChatGPT y que, cuando se pidan datos precisos, es necesario comprobarlos independientemente. La misma Wikipedia, con todos sus errores, es más fiel que estas versiones primitivas de la IA.

Pese a todo ello, no alberguen falsas esperanzas, la IA superará todos esos fallos, incluido el de su visión anglocéntrica —aunque en un futuro próximo el problema será la visión centrada en China”—, y será la tecnología dominante en todo lo que se refiera a lenguaje, ideas, conocimiento, búsqueda de información, clasificación, discriminación, búsqueda de patrones, resúmenes, repetición de tareas, elaboración de informes, escritos… Y esto hablando solo de las IA que tratan con textos o información escrita, no digo nada de las que tratan con imágenes, fotografías, vídeos, sonidos, música y en el futuro olores, sabores, sensaciones, experiencias, sentimientos…

Hemos de concederle una gran importancia a las universidades y empresas españolas que desarrollan herramientas de IA. Evitemos quedarnos una vez más en el andén de la estación de la Ciencia, siendo testigos de la partida del tren de la Historia, acompañados únicamente de la burlona presencia del médico-matemático Nicolás de Pié de Virués.

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