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Nuestro destacado ingeniero, Leonardo Torres Quevedo, presentó su primera patente sobre los transbordadores aéreos en 1885 y se ocupó de ellos hasta 1916, año en que su hijo inaugura el Transbordador del Niágara. Pero su capacidad creadora no quedó colmada con este asunto y hallamos que en 1902 ya se ocupaba de otro artificio, simultáneamente a los transbordadores, la primera patente sobre un globo aerostático dirigible de su invención.

Los globos dirigibles tienen su antecedente natural en el globo aerostático. Como hemos señalado en otras ocasiones, los inventos tecnológicos siempre tienen antecedentes y el globo no es una excepción. Desde la antigüedad se conocía en China la linterna voladora: una bolsa de papel de seda que se llena de aire caliente, sujetando en el centro de su boca un algodón o un atado de hilos a los que se prende fuego, procurando que no quemen el papel. No sabemos exactamente cuándo se inventó, pero podemos situar este evento después del siglo III a.e.c., cuando se inventa el papel, y antes del siglo II a.e.c. en que el imaginativo general Zhuge Liang utilizó linternas voladoras para aterrar a las tropas enemigas, que huyeron en la noche al ver acercarse a su campamento a unas figuras luminosas voladoras a las que tomaron por demonios.

En nuestra propia península ibérica hubo un importante precursor, el jesuita portugués Bartolomeu Lourenço de Gusmão (1685-1724), conocido como El Padre Volador. Nacido en la colonia brasileña de Santos y formado en la Universidad de Coímbra, Bartolomeu de Gusmão fue un gran técnico que patentó un “sistema de lentes para asar carne al sol”, una máquina de moler caña o una bomba para achicar el agua de la bodega de un barco sin necesidad de intervención humana, y fundador de la Academia Real de Historia portuguesa. En 1709 solicitó al rey Juan V de Portugal patente de invención de un “Instrumento para andar por el aire”. Con él prometía hacer jornadas de 200 leguas (unos 1.000 km, nada menos). El rey le financió su invento y Bartolomeu realizó varias pruebas, entre ellas una maqueta de papel de un globo aerostático capaz de transportar personas que mostró al rey. 

Representación idealizada de Bartolomeo Lourenço de Gusmão mostrando la maqueta de su invento al rey Juan V de Portugal.

El aparato definitivo consistió en un globo de papel grueso que contenía en su interior un cuenco metálico con fuego. El 8 de agosto de 1709 su globo tripulado (aunque sobre este aspecto existe controversia) al que llamó Passarola, ascendió desde el patio de la Casa da Índia de Lisboa ante toda la corte. Aquel día debía de haber algo de viento pues el globo ascendió más de 20 palmos (unos 4 metros) y chocó con la cornisa del edificio, que rasgó la envuelta del globo y la barquilla descendió lentamente sin daño para el presunto piloto. Aunque su intento no fue satisfactorio, demostró la viabilidad de su invención y se convirtió en el primer vuelo de un globo aerostático realizado en público.

El nuncio apostólico en la corte de Lisboa, el cardenal Michelangelo Conti (1655-1724), futuro papa Inocencio XIII y reconocido enemigo de los jesuitas, le ridiculizó en público y le recriminó el peligro de los viajes en globo. Por el contrario, el rey le otorgó una cátedra en la Universidad de Coímbra, le nombró Académico y le hizo capellán-hidalgo de la Casa Real. Tras esta experiencia amplió estudios de mecánica en Holanda durante años, vivió en París y, a su vuelta, la Inquisición portuguesa lo procesó y encarceló: inventor y viniendo de un país protestante… sospechoso.

Unos compañeros jesuitas le proporcionaron una escala con la que burló la prisión y huyó a España el 26 de septiembre de 1724. Llegó a Toledo enfermo de fiebres y murió el 19 de noviembre en el Hospital de la Misericordia, con solo 38 años de edad. Después de su fallecimiento, la Inquisición, la Academia y la Universidad se encargaron de eliminar sus diseños y borrar su vestigio, por lo que su invento no tuvo continuidad.

No obstante, se considera como inventores del globo aerostático a los hermanos franceses Joseph (1740-1810) y Étienne (1745-1799) Montgolfier, pues su ingenio ascendió libre y sin incidentes el 19 de septiembre de 1783, con la presencia del rey Luis XVI en Versalles, con unos pasajeros extravagantes: una oveja, un pato y un gallo alojados en una cesta redonda y cerrada de mimbre, que colgaba del globo mediante una cuerda. Durante el despegue se produjo un desgarro en la lona y el vuelo solo duró ocho minutos, alcanzó unos 500 m de altura y se desplazó alrededor de 3,5 km.

Dos meses después, el 21 de noviembre de 1783, repitieron la hazaña los primeros seres humanos, Jean-Françoise Pilâtre de Rozier (1754-1785) y el Marqués d’Arlandes (1742-1809), en París en un globo diseñado por los propios pilotos. La navegación, que partió del Château de la Muette hasta las afueras de París, duró 25 minutos en los que llegaron a remontarse hasta los 900 m de altura.

Jean-Françoise era profesor de física y química y ayudante de los hermanos Montgolfier. Tras su primera experiencia aerostática realizó un par de vuelos de estudios científicos con el químico Louis Joseph Proust (1754-1825), quien realizó la mayor parte de su carrera científica en España ―fue profesor del Real Seminario de Vergara y del Real Colegio de Artillería de Segovia, donde realizó el primer vuelo aerostático con fines militares de la historia en el año 1792 y, lo más importante de todo, descubrió la Ley de las Proporciones Definidas (1795) fundamento de la Teoría Atómica de Dalton; posteriormente dirigió el Laboratorio Real de Madrid―.

Junto al también físico y químico Pierre-Ange Romain (1751-1785), Jean-Françoise Pilâtre de Rozier falleció en el primer intento aerostático de atravesar el Canal de la Mancha en 1785, en el que se considera el primer accidente aéreo mortal de la aeronáutica moderna.

Los globos de Montgolfier estaban constituidos por una gran bolsa de lona de algodón impermeabilizada con un papel pegado por cada cara y ascendían gracias a un hornillo en el que se quemaba paja para producir aire caliente. Eran globos libres: se movían al son que tocaba el aire de la atmósfera y solo se podían gobernar torpemente avivando o ahogando el fuego del hornillo para ascender o descender y encontrar corrientes favorables.

El físico francés Jacques Charles (1746-1823), uno de los pioneros de la termodinámica, enterado de las primeras pruebas con globos cautivos de los hermanos Montgolfier, comprendió rápidamente que el futuro de la aerostación se hallaba en el hidrógeno, un gas 14 veces menos pesado que el aire, por lo que encargó a los hermanos Robert, Anne-Jean (1758-1820) y Nicolás-Louis (1760-1820), conocido como Marie-Noël, la construcción de un globo esférico de seda impermeabilizada con un barniz a base de caucho.

Sobre una barquilla de mimbre, Charles y Marie-Noël Robert despegaron del Jardín de las Tullerías el 1 de diciembre de 1783. En un vuelo de dos horas aterrizaron en la localidad de Nesles la Vallée a 35 km de su origen, trasportados por el primer globo de hidrógeno de la historia.

Es posible, aunque no plenamente confirmado, que en junio del año siguiente el gran ingeniero español Agustín de Betancourt (1758-1824) volara por primera vez un globo libre en España, precisamente en el Real Sitio de Aranjuez; no obstante, la primera ascensión española absolutamente documentada despegó de los Jardines del Palacio del Buen Retiro de Madrid y descendió de forma algo accidentada en Daganzo de Arriba el 12 de agosto de 1792, su piloto fue el español Vicente Lunardi (1759-1806), que en aquel momento atesoraba una gran experiencia como aeronauta, adquirida en numerosas ascensiones en globo realizadas en diversos lugares de Europa.

Dejando atrás estos globos primitivos, el primer globo dirigible fue diseñado por los ingenieros militares franceses coronel Charles Renard (1847-1905), jefe del batallón de la Aerostación Militar francesa, y Arthur Krebs (1850-1935). Ambos pilotaron el 9 de agosto de 1884 el dirigible La France, propulsado por un motor eléctrico a pilas con el que realizaron el primer vuelo de la historia en circuito cerrado en un viaje que duró 23 minutos, recorriendo 8 km de distancia.

El desarrollo de los dirigibles franceses fue continuado por varios ingenieros y aeronautas del país vecino, entre los que destacó Alberto Santos-Dumont (1873-1932), brasileño de origen francés y afincado en Francia. Desde muy joven diseñó y construyó globos libres en su país natal con los que aprendió el arte de la navegación aérea. Ya en París, entre 1898 y 1907, diseñó varios dirigibles llamados Santos-Dumont nº 1, nº 2… así hasta el nº 14. Todos los dirigibles diseñados por Santos-Dumont eran fusiformes y flexibles, con una viga metálica en celosía de triángulos bajo el globo en la que se situaban la barquilla y los motores ―los triángulos son las formas geométricas más estables y rígidas, porque no pueden deformarse en el plano sin cambiar la longitud de sus lados, por lo que la unión con sección triangular de estructuras formadas también por triángulos es una de las estructuras sencillas más resistentes―.

En 1904 Alberto Santos-Dumont decidió pasarse a las “aeronaves más pesadas que el aire”, es decir a los aviones, y fue él el primero en conseguir volar un avión con motor de forma controlada en público, el Santos-Dumont nº 14-bis, el 23 de octubre de 1906, bajo testigos y supervisión de expertos, lo cual se produjo tres años después del vuelo “privado” de los hermanos Wrigth. Cuando se conoció públicamente el vuelo de los estadounidenses se generó una polémica referente a cuál considerar el primer vuelo controlado con motor. Esta se resolvió a favor del vuelo de los hermanos Wright, pues, aunque no fue público, se produjo ante testigos y con registros, y además, su sistema de guiado de la aeronave era más avanzado que el del brasileño y, por tanto, de mayor control. Santos-Dumont también fue la primera persona en tener las tres licencias de piloto: globo, dirigible y aeroplano.

El dirigible Santos-Dumont nº 5 girando en la Torre Eiffel en 1901.

Mientras tanto, más al norte de Europa, en el área de cultura germánica, el austrohúngaro David Schwarz (1850-1897), un trabajador sin formación técnica oficial y autodidacta en cuestiones aeronáuticas, pensó un nuevo concepto para los dirigibles: consideró que el empuje vertical que proporciona el hidrógeno (ya dijimos que es 14 veces menos denso que el aire en condiciones normales) sería capaz de elevar un depósito de gas con envoltura de aluminio, en aquel tiempo un material nuevo en la construcción y muy ligero. Tras un intento fallido de financiación solicitada al Ministro de la Guerra del Imperio Austrohúngaro, se traslada al Imperio Ruso donde arma las piezas de aluminio que le proporcionaba desde Alemania el industrial Carl Berg (1851-1906).

Instalado en un polígono militar de San Petersburgo en 1893, no pudo evitar que el proceso de fabricación disparara los costes del proyecto (de 1.500 rublos a más de 100.000). Para mayor fatalidad, las pruebas del dirigible no tuvieron éxito, seguramente por la mala calidad del hidrógeno ruso y algún problema de diseño. La conjunción de ambas adversidades hizo que tuviera que salir por pies de Rusia. Aunque, en honor a la verdad, hay que indicar que tanto él como su esposa y ayudante Melanie Kaufmann (1858-1939) siempre mantuvieron que el dirigible había conseguido volar en San Petersburgo.

De nuevo en Alemania, el departamento de dirigibles del Ejército prusiano le cedió locales y técnicos y, otra vez con piezas suministradas por Carl Berg, consiguió construir un dirigible con cubierta de aluminio. El 13 de enero de 1897, David recibió en Viena la noticia de que su ingenio estaba listo para ser llenado de gas y sometido a las primeras pruebas de vuelo, unas horas después fallecía de una insuficiencia cardiaca.

La mujer de Schwarz, Melanie Kaufmann, tomó la dirección del proyecto, pero le llevó casi un año encontrar a alguien dispuesto a pilotar el dirigible. El 3 de noviembre de 1897, el aeronauta Ernst Jagels (de quien se sabe poco e incluso se duda de que tuviera alguna experiencia aeronáutica) despegó desde en Tempelhofer Feld, cerca de Berlín, y sufrió graves desperfectos en su aterrizaje, por lo que la aeronave de Schwarz y Kaufmann solo voló una vez; aunque este vuelo tiene el honor de ser el primero de un dirigible metálico y el primero de una aeronave de cualquier tipo construida en aluminio. A estas pruebas asistió como espectador Ferdinand von Zeppelin (1838-1917).

El dirigible de David Schwarz en su unico vuelo documentado, 1897.

El caso Zeppelin habíá empezado mucho antes, tuvo un gran esplendor y un triste final; no obstante, teniendo en cuenta que su desarrollo aeronáutico discurrió en paralelo al de Leonardo Torres Quevedo y, por lo tanto, que nos acercamos a las honduras de una historia plagada de afluentes y ramas, abandonemos momentáneamente "este episodio y esperemos hasta el siguiente para conocer sus detalles. 

 

Fuentes principales: [Web] Fundación ENAIRE: La magia y las hazañas del globo aerostático, Juan Manuel Riesgo / Leonardo Torres Quevedo y la conquista del aire. Centenario de la botadura del dirigible “Torres Quevedo”. 1907 Guadalajara 2007, Francisco González de Posada (comisario general), et all. / [Web] Aeroclub Valencia: [Historia de la Aviación] Antigüedad – Siglo XVIII: Primeros diseños y teorías / [Blog] Tecnología Obsoleta: Bartolomeu Lourenço de Gusmão, Alejandro Polanco Masa / [Web] INCAER: “Bartolomeu Lourenço de Gusmão: O Pai da Aerostação (1685-1724)”, Manuel Cambeses Júnior.

 

Leonardo Torres Quevedo (2). El Transbordador del Niágara

Leonardo Torres Quevedo (1). El invento del transformador.

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