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María Elvira Roca Barea publicó en 2016 Imperiofobia y la leyenda negra, un exhaustivo estudio que constituyó un notable éxito no ya sólo en las ventas sino sobre todo en la estimación del público en la valoración de su contenido. En resumen, venía a confirmar el agravio y falsificación de hechos que han constituido a lo largo de varios siglos la famosa Leyenda Negra española, dándole la vuelta a misiones y acontecimientos históricos controvertidos de nuestro pasado,  transformando lo negativo en positivo y elogiando la política imperial de nuestros ancestros, más llena de virtudes que de vilezas.

La amabilidad del contenido para el gran público (sobre todo en un momento de grandes dudas, como el actual) y la facilidad de lectura que ofrecía la autora en el estudio han sido, sin duda, razones suficientes para animar a los ciudadanos a elevar la estimación de esta singular obra. Pero como no es oro todo lo que reluce y el libro, aparte de sus cualidades, adolecía de unos inquietantes parámetros, ahora le ha salido un contrincante de envergadura, que punto por punto analiza y desmonta los prejuicios y errores garrafales a la hora de interpretar los hechos. Sin entrar a valorar los criterios del profesor Villacañas, a quién acreditan sus años en la Cátedra de Filosofía de la Complutense y su reconocido prestigio en esta materia y en la historia de las ideas políticas, acreditado en una buena gama de obras, éste comienza por discutir el propio concepto de imperiofobia, que no termina por ser aclarado, si bien viene a ser como una especie de prejuicio contra un imperio por el mero hecho de serlo. El libro viene a elogiar estos imperios (Roma, Rusia, Estados Unidos y España), por eso lo que sorprende es por qué no se incluye a Inglaterra entre ellos; ¿tal vez por su religión oficial?

La autora de Imperiofobia cifra el comienzo de la Leyenda en el protestantismo, de ahí que se genere sobre todo en Alemania, Países Bajos e Islas Británicas, cuyo imperio, al parecer carece de las bondades que han caracterizado a los anteriormente citados. Cuando llegamos al caso de España, Villacañas hace hincapié en que para la autora existen una serie de mentiras universales acerca de la Inquisición y de la conquista y colonización española de las tierras de América.

Es en este punto donde, a juicio del autor, se encuentran los mayores disparates que Elvira Roca plasma en sus páginas. De un lado, Elvira minusvalora la actuación del Santo Oficio, obviando todos los estudios que hasta la fecha han aparecido en que se narra de forma contundente la violencia de su ministerio. En cuanto a América, la autora silencia demasiados hechos violentos constatados cuyos autores fueron ilustres personajes al tiempo que se realzan hechos positivos que ennoblecen nuestra actuación por aquellos pagos, lo que culmina con un encendido elogio a nuestra obra en general. Somos magníficos, pero los protestantes nos odian y nos tienen envidia, y por eso nos atacan. Tan simple razonamiento (asombra su ataque a la Ilustración, como causante de todos los males) puede hacer las delicias del público poco versado en estos temas y ansioso por encontrar una identidad nacional que haga frente a las veleidades nacionalistas periféricas pero que hace muy poco favor y apenas aporta para el conocimiento de la Historia, más bien para tergiversarla y adaptarla a la época actual, lo cual no constituye sino una aberración.

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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