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El cine se nutre de la literatura. No es un axioma, pero sí un hecho objetivo que se repite con demasiada frecuencia a lo largo de los pocos años de existencia del llamado séptimo arte. Infinidad de relatos, novelas de todo género, teatro y hasta ensayo iluminan una pléyade de obras cinematográficas con mayor o menor fortuna, según el crítico de turno. Además de la ingente cantidad de escritores convertidos en padres de los más variados y sugerentes guiones originales o adaptados. Mencionar ejemplos podría llevarnos a crear un tomo tamaño guía telefónica, de modo que citaré tan sólo El nombre de la rosa entre los primeros y al inolvidable Raymond Chandler entre los segundos. Podemos decir, finalmente, que el cine bebe de la fuente de la literatura. Pues hoy nos vamos a referir al caso contrario, cuando es el cine el que informa, nutre y da vida al inmortal arte de la escritura. En este caso, de la mano de un profesional de ambas manifestaciones artísticas. El cántabro Manuel Gutiérrez Aragón, veterano director y guionista, tuvo una triunfal carrera en ambas especialidades. Se dio a conocer con Habla, mudita, a la que siguieron en reconocimiento y éxito Las truchas, Demonios en el jardín, La noche más hermosa, Cosas que dejé en La Habana y Todos estamos invitados. Tras el rodaje de ésta última, con sesenta y seis años, decidió retirarse del oficio, y comenzó a plasmar su talento en la narrativa. De ésta forma llegaron La vida antes de marzo (Premio Herralde en 2019), Gloria mía, Cuando el frío llegue al corazón y El ojo del cielo.

Viene ahora Rodaje que en una breve aventura rinde homenaje y honor a su doble vocación. Nos cuenta la algo alocada peripecia de un joven que pretende hacer méritos en su carrera de guionista cinematográfico. Este joven, Pelayo de nombre y Pelayo de apellido, debe terminar y entregar el guión acordado de una película, La estrategia del amor, al productor de la misma en los años del tardofranquismo. Mientras el régimen juzga y lleva al paredón a Julián Grimau, se está rodando en Madrid El verdugo, de Berlanga, que aparece por estas páginas, y el neófito guionista, militante clandestino antifranquista, comparte en el portafolios el texto escrito del guión y una buena cantidad de panfletos subversivos, que le darán más de un dolor de cabeza. Con un cierto aire valleinclanesco, el libro va presentando un sinfín de personajes impregnados del tono esperpéntico y bohemio tantas veces protagonista en la vida nocturna de la ciudad que comienza a generar la movida que más tarde surgió y estalló en los primeros años de la democracia. Esos personajes que a lo largo de las páginas acompañan al protagonista en sus andanzas van dando color y vida a la historia, y nos muestran el enloquecido y excéntrico ambiente que rodeaba al mundo del cine por aquellas revueltas calendas. Supone la expresión de un estridente (aunque cariñoso) recuerdo a aquellos seres y aquél oficio que tanta gracia recibió por parte del autor.

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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