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En el anterior artículo vimos que los colectivos feministas reivindicaron los derechos de la mujer en una época, la Ilustración, que debería haber sido más receptiva a sus demandas en virtud de su propia ideología: la supremacía de la razón. No obstante, no solo no atendieron sus reclamaciones sino que, como ya vimos, sufrieron un cruento rechazo, con una represión violenta, prohibiciones y guillotinando o condenando al exilio a toda aquella persona que se hubiera significado en favor del feminismo.

Los colectivos feministas no se iban a acobardar por esto. Al fin y al cabo estaban luchando por los derechos humanos de las mujeres, es decir, derechos irrenunciables. De hecho, de todo el recorrido peleado habían aprendido a organizarse como movimiento civil para conseguir sus demandas.

También se dieron cuenta de que no podían vivir a expensas de que los poderes políticos, ejercidos por hombres, decidieran o no escucharlas y realizar los cambios necesarios para hacer de los derechos de las mujeres una realidad. La lucha por los derechos civiles sin tener derechos políticos habían demostrado ser un callejón sin salida. Los hombres que ostentaban el poder político no estaban por la labor de reconocer los derechos de las mujeres por muy fuertes que fueran sus argumentos racionales y/o morales, así que la agenda feminista se centró en conseguir el derecho al voto.

Se puede considerar que la segunda ola del feminismo empezó con la “Declaración de Sentimientos y Resoluciones de Séneca Falls” en 1848. La Declaración de Sentimientos fue promovida por un colectivo religioso (cuaqueros) de mujeres y algunos hombres que provenían de la lucha antirracista y contra la trata de personas. El texto es tremendamente claro, directo y conciso; y su lectura totalmente recomendada. Recupero aquí algunos fragmentos:

“La historia de la humanidad es la historia de las repetidas vejaciones y usurpaciones perpetradas por el hombre contra la mujer, con el objetivo directo de establecer una tiranía absoluta sobre ella. Para demostrarlo vamos a presentarle estos hechos al ingenuo mundo.”

“Habiéndola privado de este primer derecho como ciudadano, el del sufragio, y habiéndola dejado, por tanto, sin representación en las asambleas legislativas, la ha oprimido por todas partes.”

“Le ha negado la oportunidad de recibir una educación completa, cerrándole el acceso a todas las universidades.”

“DECIDIMOS: Que todas aquellas leyes que entorpezcan la verdadera y sustancial felicidad de la mujer, son contrarias al gran precepto de la naturaleza y no tienen validez, pues este precepto tiene primacía sobre cualquier otro.”

“DECIDIMOS: Que es deber de las mujeres de este país asegurarse el sagrado derecho del voto.”

Insisto en que la Declaración de Sentimientos no tiene desperdicio y merece la pena leerla completa. No obstante, en estos fragmentos vemos claramente la declaración de intenciones de la misma así como la clara y expresa demanda del derecho al voto.

Además del derecho al voto, también se mantenían reivindicaciones como el derecho a la educación, que figuraba en la agenda de la primera ola, así como la exigencia de una serie de cambios sociales en las costumbres y en la moral que mantenían a las mujeres en un estado de opresión constante.

A partir de la Declaración de Sentimientos, colectivos de mujeres empezaron a luchar por sus derechos en Estados Unidos. El movimiento sufragista también llegó a Europa, liderado por las sufragistas inglesas. En 1880, se realizan reuniones internacionales para estabilizar la agenda y se llega a la conclusión de que lo primero es conseguir el derecho al voto y después todo lo demás, es decir, que sin derechos políticos, no se conseguirán los derechos civiles.
En la mayoría de países de consigue el derecho al voto después de la Segunda Guerra Mundial.

El sufragismo dura hasta 1948, año en que se proclama la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la que se reconoce que no puede haber discriminación por razón de sexo.