Y les fue dada la potestad sobre la cuarta parte de la tierra para matar con espada, con hambre o con peste y con las fieras de la tierra”.
Cada 1 de diciembre se celebra el día internacional del SIDA, una ocasión para recordar que esta enfermedad sigue presente y que la prevención es hoy por hoy la baza más importante para luchar contra nuevos contagios. Mientras en Occidente millones de personas sufren con esta enfermedad, gran parte del continente africano languidece y muere con ella y sus graves secuelas.
El virus de la inmunodeficiencia humana, conocido como VIH, es un agente patógeno moderno ya que hace su aparición en el siglo XX, procedente quizás de mutaciones de algunos virus que afectaban a algunos monos africanos desde antiguo. Hay teorías de castigos divinos, otras de conspiraciones internacionales o guerras bacteriológicas... pero quizás las respuestas sencillas se encuentren más cercanas a la verdad que quizás nunca se conozca.
La posibilidad más plausible es que la manipulación de carnes, pieles o sangre de estos animales, así como las heridas por mordeduras que pueden sufrir los cazadores dio lugar a la transmisión de ciertas cepas de virus al ser humano, algo posible por la similitud genética de las dos especies. Por alguna razón desconocida en estos virus se produjeron mutaciones que los hicieron muy virulentos. Estos hechos pudieron producirse en las primeras décadas del siglo pasado, pero morir en África siempre ha sido demasiado fácil, y una nueva enfermedad pasó desapercibida.
Sería en la década de los años ochenta cuando se descubrió una nueva enfermedad que afectaba a individuos con prácticas homosexuales en Norteamérica. Se comenzaron a investigar sus causas, los mecanismos de transmisión, los síntomas, las enfermedades asociadas u oportunistas y se le denominó Síndrome de Inmunodeficiencia Humana, correspondiendo las siglas en inglés a SIDA. Para entonces en el África Subsahariana se encontraba en fase de epidemia, distribuyéndose el contagio sobre todo a través de los corredores bélicos y vías de comunicación.
En esos años las primeras en ser contagiadas y sufrir la enfermedad fueron las prostitutas, que en algunas zonas eran seropositivas en un 80-90%. Sus clientes, camioneros y soldados, fueron el instrumento esencial en la transmisión. Al regresar al hogar familiar contagiaban silenciosamente a su esposas y estas trasmitieron durante el embarazo el virus a sus hijos. Desde África se fue distribuyendo al resto de continentes, siguiendo los movimientos de población .
Después de 30 años transcurridos desde entonces el número de afectados es tan grande que los gobiernos locales no pueden hacer frente a las necesidades de prevención, diagnóstico y tratamiento del SIDA. Tan solo algunas ONGs llegan a estos países con muchas dificultades para paliar con fondos muy escasos el drama humanitario que supone la pandemia. Actualmente no existe vacuna ni cura, solo un tratamiento retroviral crónico que frena el avance de la enfermedad.
Más del 70% de los infectados a nivel mundial se encuentran en África subsahariana, y desde que se conoce la enfermedad han muerto más de 17 millones de africanos. Más de 4 millones eran niños y cerca de 12 millones de menores han quedado huérfanos debido a esta enfermedad.
La forma más frecuente actualmente son las relaciones heterosexuales tanto en África como en Occidente, algo que no debemos olvidar.
Ser mujer o niño en África es un riesgo de muerte temprana, juzguen ustedes.