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El 20 de marzo de 2015 la Organización Mundial de la Salud (OMS), incluyó el glifosato en su lista de productos “probablemente cancerígenos”. Hablamos del principal principio activo de ese líquido que algunos meten en la mochila, la cargan a la espalda, y se van tan campantes a rociar cunetas de carreteras y caminos, parques y jardines, huertos y regueras dispuestos a arrasar las mal llamadas “malezas”. Pero también, y mucho más importante, nos referimos a los cerca de mil millones de kilos de herbicidas a base de glifosato y otros compuestos —a veces no menos tóxicos— que se aplican anualmente en todo el mundo ligados al cultivo de semillas trasgénicas —sobre todo maíz, soja y algodón—, y a su empleo como madurante en las plantaciones de caña de azúcar y otros cultivos.

Según el estudio de la OMS, llevado a cabo por 17 expertos en oncología a escala mundial, “hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio, y pruebas limitadas de carcinogenicidad en humanos”. Se le relaciona, en concreto, con el desarrollo de un tipo de cáncer que afecta al sistema inmunológico. Oficialmente, la afección en seres humanos se desprende del estudio de la exposición al glifosato de agricultores de Estados Unidos, Canadá y Suecia, recogidos en diversas publicaciones científicas desde 2001. Se destaca, asimismo, que el herbicida “también causó daños en el ADN y los cromosomas de células humanas”, algo que se relaciona directamente con el cáncer.

Bienvenida sea la advertencia; aunque para muchos llegue demasiado tarde. Desde hace décadas, la toxicidad de muchos de los plaguicidas (insecticidas, herbicidas, fungicidas, acaricidas y nematicidas) viene siendo denunciada por  investigadores de toda índole, enfrentados a la actitud manipuladora, irracional e interesada de las grandes corporaciones agroquímicas, que basan parte de sus pingües negocios en el uso generalizado de estos productos de síntesis.

Política de tierra quemada

La Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina en Colombia (ANZORC) estima que, hasta el año 2013, se habrían vertido sobre las plantaciones de coca de la Amazonía colombiana, para acabar con ellas, en torno a 15 millones de litros de Roundup y Roundup Ultra (dos de las marcas de herbicidas a base de glifosato comercializadas por la multinacional norteamericana Monsanto) provocando múltiples intoxicaciones entre los campesinos y fumigando “de paso” cultivos de alimentación tradicional y envenenando fuentes de agua. En mayo de 2015, en Colombia se aprobó la suspensión del uso del herbicida en cuestión. Pero en otros países del entorno, como Argentina y Brasil, el glifosato se usa masivamente en las plantaciones de soja.

En Sri Lanka, India y las costas de Centroamerica —El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, República Dominicana, entre otros países—, el glifosato se utiliza como madurante de la caña de azúcar. Su combinación con fertilizantes y metales pesados presentes en el subsuelo parece ser la causa de la aparición de una forma de insuficiencia renal crónica. En 2014 se publicó una investigación según la cual el glifosato contribuye a provocar esta enfermedad, hasta ahora desconocida, en áreas donde el agua que se consume tiene altos niveles de metales y arsénico.

Especialmente llamativo es el caso del barrio Ituzaingó, a las afueras de Córdoba (Argentina). Allí viven unas 5.000 personas rodeadas de campos de cultivo de soja transgénica RR (Roundup Ready), una semilla diseñada por Monsanto para resistir al glifosato. Además del herbicida, los terrenos aledaños son fumigados con endosulfán, un potente insecticida utilizado para el control de plagas en cultivos de algodón, tabaco, sorgo y soja, entre otros. La Red de Acción sobre Plaguicidas (PAN), integrada por 600 organizaciones de 90 países, afirma que “este compuesto químico provoca deformidades congénitas, abortos, desórdenes hormonales, parálisis cerebral, epilepsia, cáncer y problemas de la piel, vista, oído y vías respiratorias”.

En Ituzaingó más de 200 personas padecen cáncer; hay un número inusual de jóvenes con tumores en la cabeza, y entre los que se da un alto índice de mortalidad. Se han detectado en torno a una quincena de casos de leucemia en niños y jóvenes. “En todas las cuadras (manzanas de casas) se ven mujeres con pañuelos en la cabeza por la quimioterapia y niños con mascarilla por la leucemia”, describen las Madres de Ituzaingó.

En julio de 2015 la ONG Bios realizó un estudio con muestras de orina de personas que viven en el casco urbano de Mar del Plata (Argentina) y otras que residen en zonas rurales cercanas, entre ellas el cinturón hortofrutícola de Sierra de los Padres. En el 70% de los casos de ambas poblaciones había presencia de glifosato o ampa, su metabolito.

Dos años antes, en junio de 2013, un estudio similar llevado a cabo por Amigos de la Tierra en España, detectó presencia de glifosato en el 45% de las muestras de orina que se analizaron. Fue el primer estudio de este tipo que se hizo en Europa para comprobar la presencia de este herbicida en humanos. Todos los participantes eran voluntarios urbanos que no habían estado en contacto directo con el producto.

La doctora Stephanie Seneff, investigadora en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, y su colega el Dr. Anthony Samsel, en un estudio hecho público a finales de 2013, relacionan el espectacular incremento de la intolerancia al gluten de los últimos años con la aplicación de glifosato justo antes de la cosecha de los cultivos de trigo no orgánicos, a fin de reducir la cantidad de residuos y prevenir las malezas para la campaña siguiente. La desecación de los cultivos de trigo no orgánicos con glifosato se puso de moda hace unos 15 años; de modo que la mayor parte del trigo no orgánico está contaminado por el herbicida.

Cada vez son más los estudios que revelan los efectos cancerígenos y dañinos para la salud del sistema endocrino del herbicida Roundup. De acuerdo con los investigadores, el glifosato es probablemente “el factor más importante en el desarrollo de enfermedades crónicas que se han vuelto muy comunes en las sociedades occidentalizadas”.

Hembras con penes

El 5% de la superficie de España se dedica al cultivo de fruta y verdura, sector que consume el 80% de los pesticidas. Si el reparto fuera uniforme, nos corresponderían dos kilos por persona y año. Pero en zonas de agricultura industrial, como el Ejido y otras áreas colonizadas por los invernaderos, la exposición es mucho mayor. Nicolás Olea, catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, afirma que “en esas zonas se dan casos de intoxicaciones agudas por herbicidas, pesticidas e insecticidas; pero no son sino la punta del iceberg de las intoxicaciones crónicas, que se manifiestan al cabo de los años en forma de temblores, trastornos neurológicos y otros síntomas.

También es evidente la incidencia de cáncer en agricultores (linfomas, cáncer de próstata, tumores cerebrales, leucemia…) por esta causa”. “Estos compuestos químicos ni matan ni causan malformaciones directamente”, añade Olea, “pero sí tienen efectos sobre nuestras hormonas. Así, pueden causar problemas de tiroides, infertilidad, impotencia, anomalías del comportamiento, feminización y retrasos en el crecimiento. Esto es algo que se ha observado en diferentes especies animales, como las carpas del río Ebro, cuyos machos están feminizados; o en los moluscos de las rías Gallegas, donde el 60% de las hembras tienen penes, de modo que la actividad hormonal propia de la especie queda modificada”.

Del glifosato al glufosinato

Philipp Mimkes, miembro del Consejo de Dirección y portavoz de la Coalición Contra los Peligros de Bayer, en Alemania, define el glifosato como “el veneno agroquímico más vendido en el mundo”. Para él, “más peligroso aún es el glufosinato, producido por Bayer, que puede provocar malformaciones fetales y desencadenar cáncer”. Esta molécula debe retirarse del mercado europeo de aquí a 2017, pero eso no ha impedido a la multinacional alemana construir en Alabama, EE.UU, una fábrica para producirlo. Su intención es combinar este herbicida con la colza, el arroz, la remolacha azucarera, el maíz, la soja y el algodón transgénicos, resistentes a este herbicida, en cultivos distribuidos por América del Sur y del Norte.

Con una cuota del 20% del mercado, Bayer es el segundo fabricante mundial de pesticidas y sus productos responsables de la mayor parte de las intoxicaciones en todo el mundo. Monsanto, pues, no está sola en el negocio.

Europa en su dilema

Tras el varapalo de la ONU al glifosato, Europa está al borde de un ataque de nervios. Frente a la creciente contestación de la población y las organizaciones ecologistas respecto al uso de herbicidas y semillas transgénicas, lo previsto era ampliar por 15 años el permiso para utilizar glifosato en Europa. El Ejecutivo comunitario pretendía obtener el visto bueno de los estados miembros el pasado 8 de marzo, apoyándose en la opinión de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, favorable a la prórroga. Pero hasta cuatro países anunciaron que rechazarían el permiso; entre ellos Francia, Holanda, Italia y Suecia. Incluso Alemania planteó abstenerse. Su propia  Agencia de Evaluación de Riesgos había llamado en abril de 2015 a la prudencia y a un mayor estudio antes de dar el respaldo al herbicida.

Están en juego ventas millonarias en herbicidas. La Comisión apura los plazos legales para allanar el camino que autorice la utilización del glifosato en la UE. Fuentes relacionadas con la negociación explican que “no pueden arriesgarse a una mayoría en contra”; así que la Comisión ha pedido a los países una nueva postura sobre su propuesta para vencer las fuertes resistencias de diversos estados y conseguir la licencia para este químico.

No solo menoscabó la posición comercial de los productos a base de glifosato el análisis de la OMS. Tras la declaración de riesgo, la autoridad alimentaria de EE.UU. (FDA) ha iniciado una investigación en busca de restos de glifosato en alimentos. Además, otro organismo comunitario, la Agencia Europea de Químicos (ECHA) está estudiando este producto para establecer cómo se etiqueta. No es un detalle menor, pues la ECHA tiene la potestad de obligar a que el Roundup (y otras marcas) incluyan avisos sobre su composición y toxicidad; lo que condiciona que pueda venderse o no en Europa.

Mucho nos tememos que en el fondo de este asunto ande revoloteando el sospechosamente secreto Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP en sus siglas en inglés).

Puertas que se cierran

La Directiva marco para un uso sostenible de los plaguicidas de la Unión Europea insta a las distintas administraciones a minimizar o prohibir el uso de plaguicidas en las carreteras, en los espacios públicos como parques, jardines públicos, campos de deportes y áreas de recreo, recintos escolares, campos de juego y los espacios cercanos a los centros de asistencia sanitaria. Hace poco la ministra francesa de Ecología, Ségolène Royal, afirmó que Francia retirará el permiso de venta comercial para jardinería a los productos con glifosato.

En España, diversos ayuntamientos han tomado la iniciativa en esta materia anunciando que dejaran de utilizar productos con glifosato en espacios públicos. Así, en Barcelona se adoptó el pasado mes de diciembre un acuerdo para erradicar en el plazo máximo de un año el uso del glifosato y otros herbicidas, sobre los que existen sospechas de toxicidad, en los espacios verdes y la vía pública municipales.

El 10 de marzo la Asamblea de Extremadura aprobó una propuesta en la que se insta a la Junta de Extremadura a prohibir el uso de herbicidas químicos para usos no agrarios en espacios públicos, como la eliminación de vegetación espontánea en cunetas de las carreteras de la comunidad.

En enero de 2014 se presentó en Guadalajara la Plataforma Contra el Abuso de Herbicidas con el fin de alertar acerca de los graves problemas que su uso acarrea. “A sus efectos perjudiciales sobre la salud humana hay que sumar la desaparición de diversidad biológica y paisajística”, alertan desde la plataforma. “Son nefastas las consecuencias sobre los anfibios, la simplificación de las comunidades vegetales de flora arvense, la contaminación de aguas subterráneas y superficiales, y el alarmante declive de especies de aves, reptiles y mamíferos ligados al medio agrícola; bien sea por intoxicación directa, por pérdida de alimento disponible o por falta de refugio en márgenes y linderos. Las agrupaciones, entidades y ciudadanos que conformamos esta plataforma exigimos la prohibición del uso de herbicidas basados en glifosato en zonas no agrícolas, y la revisión de la normativa vigente para su uso agrario”.

Viñeta

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