Los astrónomos chinos conocían las manchas solares ya en el año 28 a.C. y hasta hace muy poquito se creía que eran fenómenos ocasionales, pero el astrónomo alemán Heinrich Schwabe las contó durante años, y en 1830 determinó que el número de manchas se presenta en ciclos de 22 años: 11 de pocas manchas, y otros 11 de gran número de manchas y mayor actividad magnética solar.
Desde entonces no han faltado los que pretenden relacionar estos ciclos con el comportamiento humano: la huella de la astrología en el pensamiento humano es profunda.
Empezó un tal Stanley Jevons (1835 – 1822), inglés y uno de los pioneros de la econometría, quien pensó que la actividad magnética del Sol influiría en el clima y, por tanto, en la calidad de las cosechas, lo que determinaría los precios en el mercado.
Buena idea… pero falsa. Estudió series de precios agrícolas en Europa y la India (recordemos que era británico) y no encontró ninguna coincidencia. De hecho, la radiación solar en ambos semiperiodos es similar, por lo que su influjo en el clima es prácticamente nulo.
Aún hoy, algunos economistas (Robotti y Krivelyova) caminan por la misma senda y han escrito un estudio sobre la conexión de los ciclos solares y los valores de la bolsa. ¡Qué le vamos a hacer!
Pero el que se lleva la palma fue el arqueólogo ruso Alexander Chizhevsky (1897 – 1964). En el año 1924 presentó un estudio, Factores físicos de los procesos históricos, en el que dividió la historia de Rusia y otros 71 países, desde el siglo V hasta 1922, en periodos de 11 años. Encontró una alta coincidencia entre los máximos de las manchas solares y el número de revoluciones, guerras y conflictos, dando lugar a una pseudociencia llamada historiometría.
Solo después de presentar el estudio se apuntó a cursos de matemáticas y física, llegando a convertirse en un “experto” en los efectos sobre los seres vivos de la ionización del aire. Encontró que la ionización negativa aumentaba la excitación en los individuos y la positiva el aletargamiento (es curioso que los naturistas actuales piensan lo contrario y pretenden vendernos remedios de iones negativos como beneficiosos para la salud).
El estudio de marras tiene muchos problemas: cómo definir conflicto, cómo contabilizarlo; ¿por qué utiliza datos desde el siglo V?, si no sabemos si entonces los ciclos del Sol eran iguales a los del año 1830; ¿cómo se generaliza lo que les ocurre a animales de laboratorio (ratas, cobayas o incluso humanos) a las masas humanas y las corrientes históricas?; y un error matemático muy común: pensar que dos magnitudes que presentan coincidencia en sus variaciones, necesariamente tienen que ser causa y efecto.
El campo magnético terrestre nos protege de las variaciones del campo magnético solar, que en las mayores tormentas solares conocidas solo llega a la alta atmósfera, provoca las preciosas auroras boreales y problemas en las emisiones de radio y circuitos eléctricos. Por lo que lo que la historiometría de Chizhevsky es una pseudociencia más sin ninguna base científica.
Es decir, la relación entre manchas solares y guerras no está demostrada ¡ni muchísimo menos! Lo que ocurre es que el pensamiento supersticioso cree en todo lo que se base en explicaciones ocultas e invisibles de nuestros comportamientos. ¡Qué pena!