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El pasado 26 de diciembre la catedral apareció adornada en sus tejados por más de veinte bellas cigüeñas. Este acontecimiento sorprendió a muchos, no por que las cigüeñas usaran la catedral para descansar, que ya ha sucedido en distintas ocasiones, sino más bien por la fecha. “Por San Blas (3 de febrero) la cigüeña verás y, si no la vieres, año de nieves”, la tradición popular nos mostraba que si para esas fechas las cigüeñas no habían regresado de pasar el invierno en sus cuarteles de África, el frio del invierno continuaría.

¿Entonces ver a finales de diciembre cigüeñas en la catedral nos indica que el invierno se acaba y la primavera está cerca? La respuesta es no, como podemos apreciar. A nuestro frío invierno aún le quedan fuerzas y no está dispuesto a abandonarnos.

¿Entonces porque las cigüeñas se pasaron por Sigüenza esta Navidad? 

Las migraciones de las aves, tal y como las conocemos, comenzaron hace 14.000 años cuando los hielos se retiraron hacia el norte después del periodo glacial.

Esta retirada provocaba que durante los periodos cálidos surgieran nuevos lugares ricos en recursos alimenticios que ayudaban a muchas especies en época de cría. Pero muchas especies debían abandonar esos lugares con la llegada del frío. Esta forma de vida se mantuvo durante miles de años hasta que el ser humano comienza a alterar las variables que condicionan la migración de muchas especies.

Estudios realizados por universidades y organizaciones naturalistas han demostrado que el cambio climático y su locura meteorológica están afectando a las rutinas viajeras de estas aves, llevando a varias especies a acortar su migración en el espacio y el tiempo. En España estudios realizados por universidades y SEO/BirdLife nos llevan a la conclusión de que existe un cambio en las pautas migratorias de muchas especies de aves. Según Eva Banda, de la Universidad Complutense de Madrid, esto tiene que ver con el aumento de la temperatura mundial. A mayor temperatura, las flores y las plantas florecen antes, los insectos se desarrollan antes y los depredadores de esos insectos también comienzan su ciclo vital antes.Las aves tienen que adaptarse y llegar antes al Sahel africano para poder comer, porque deben ajustar el periodo con el de máximo alimento. Muchas aves no lo logran, y esto está generando problemas de conservación de determinadas especies. Ante esta nueva situación, las aves migratorias pueden hacer tres cosas para adaptarse: volar más rápido, adelantar su llegada o volar menos distancia, es decir, acortar la migración.

Según Airam Rodríguez, investigador  de la Estación Biológica de Doñana, también podría ocurrir en poco tiempo que las áreas de invernada y de cría se alejen a medida que el clima se calienta, lo cual supondría para algunas especies tener que volar cada vez más al norte para reproducirse y cada vez más al sur para invernar. Un ejemplo es la superficie del desierto. “Antes el Sáhara era mucho más estrecho, por lo que las migraciones eran más fáciles y rápidas. A medida que el desierto se expande, algunas especies tienen la necesidad de migrar a mayor distancia, con el esfuerzo que esto supone para ellas”. Blas Molina de SEO/BirdLife, afirma que otros factores como los cambios en el uso del suelo en el norte de África parecen influir en el acortamiento de las distancias migratorias. Esto ha dado lugar a un aumento de las aves que deciden no cruzar al otro lado del Sáhara para invernar y se quedan en el norte del continente africano. Esto implica acortar el camino de ida y vuelta y que puedan llegar mucho antes a sus zonas de cría en Europa.

Volvamos a las cigüeñas que es una de las especies que ha acortado su migración en el espacio y el tiempo. Hace 40 años todas migraban al Sahel, se iban en verano  y regresaban en febrero. Ahora muchas están de vuelta en España ya en noviembre. Este cambio en las costumbres migratorias de las cigüeñas blancas españolas comenzó en los años ochenta y está relacionado con la proliferación de los basureros y vertederos. Y todos estos factores nos han llevado a observar que las cigüeñas no sólo llegan antes de su viaje, sino que muchas cigüeñas europeas, especialmente holandesas, suizas y francesas, ni siquiera cruzan ya el Estrecho de Gibraltar para saltar a África, sino que se quedan en España a invernar, y algunas de las que cruzan no bajan de Marruecos. En muchos lugares de España las cigüeñas pueden ser vistas en grupo comiendo en los vertederos durante todos los meses del año y por este motivo muchos individuos se han convertido en residentes en respuesta al cambio ambiental inducido por el hombre, ya que ¿si hay alimento, para qué afrontar un costoso viaje a África?

Un trabajo publicado en Science Advance, nos muestra los costes de las decisiones migratorias a través del estudio de ocho poblaciones de cigüeña blanca en las que se han marcado pollos con GPS en Armenia, Grecia, Polonia, Rusia, España, Alemania, Túnez y Uzbekistán. Andrea Flack, del instituto Max Planck, y sus colaboradores siguieron los movimientos de las cigüeñas a lo largo de los primeros cinco meses de su viaje migratorio y encontraron que las aves que siguen las rutas tradicionales viajando a África tenían menos probabilidades de sobrevivir en comparación con las cigüeñas que migraban pero se alimentaban de restos en vertederos, ya que estas últimas acortan su distancia de migración y esto reduce su gasto energético, lo que da lugar a una mayor supervivencia y una mejor reproducción. Por tanto, los cambios inducidos por humanos podrían ser beneficiosos para algunas especies, pero los cambios en la migración también podrían afectar negativamente a los ecosistemas ya que las especies migratorias juegan un papel importante, como agentes de control de plagas o polinizadores. En resumen, las cigüeñas que nos visitaron en Navidad se están adaptando, al igual que nosotros, a los nuevos tiempos porque, como dijo Darwin, la cuestión es adaptarse o morir.

Viñeta

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