Hasta ahora en los accidentes de tráfico ocasionados por el atropello de especies de caza mayor se consideraba responsable al conductor solo si este había incumplido las normas de circulación. Si el siniestro se producía como consecuencia de una cacería o por falta de diligencia en la conservación del coto de caza, el culpable era el dueño de dicho coto. Por último la responsabilidad recaía en la Administración en caso de falta de conservación o mala señalización de la vía donde se producía el accidente.
Esta normativa ha cambiado recientemente tras la publicación en el Boletín Oficial del Estado de la Ley 6/2014, de 7 de abril, por la que se modifica el texto articulado de la Ley sobre Tráfico, Circulación de Vehículos a Motor y Seguridad Vial, regulando de nuevo la responsabilidad en accidentes de tráfico por atropellos de especies cinegéticas.
La nueva normativa, que entró en vigor el 9 de mayo pasado, establece que en un accidente provocado por el atropello de un animal de caza será responsable siempre el conductor del vehículo de los daños a personas o bienes, con solo algunas excepciones. Solo se contempla la responsabilidad del titular del coto o en su defecto del propietario del terreno, “cuando el accidente de tráfico sea consecuencia de una acción de caza colectiva de una especie de caza mayor llevada a cabo el mismo día o que haya concluido doce horas antes del accidente”.
Con la normativa anterior, en el caso de un accidente de circulación con un corzo, jabalí, u otra especie cinegética, siempre que hubiera un atestado de la Guardia Civil favorable, la responsabilidad en la mayoría de las ocasiones, recaía según los jueces en el titular del coto situado en el lugar de la colisión. Bárbara Valdovinos de la aseguradora Mapfre de Sigüenza explica el procedimiento: “Se suponía de qué coto venía el animal por el hecho de dónde apareciera el animal en el accidente, si era por la derecha era de un monte, si era por la izquierda, de otro. Eso lo decía la Guardia Civil, en el atestado nos ponía siempre el nombre del coto. Nosotros como aseguradora, con ese atestado y el número de coto, pedíamos la titularidad del coto a la JCCM, todo eso era la documentación que se presentaba a la compañía de seguros contraria en primer lugar y luego al juzgado. Se tardaba en la tramitación pero al final casi siempre el coto acababa pagando. Eso ocurrió hasta 2012, cuando llegó al juzgado de Sigüenza una jueza que, adelantándose a la normativa que ahora se modifica, consideraba que para que pudieran prosperar estas reclamaciones condenando al titular del coto, era necesario que el accidente hubiera tenido lugar como consecuencia de una acción directa de la caza, “es decir que la presencia de un animal en la carretera se debiera a que le estuvieran acosando porque ese día se estuviera realizando una cacería”. A partir de entonces, nos explica Bárbara, ninguna demanda prosperaba.
Raúl Burgos, de la Sociedad Deportiva de Caza y Pesca “Segontia”, considera que la normativa anterior era bastante razonable: “Si usted espanta la caza, usted es el responsable; si conduce a velocidad excesiva o borracho, usted es el responsable y si usted no mantiene en buenas condiciones la carretera, usted es el responsable”. El problema, en su opinión, es que siempre quedaba en manos de la interpretación de los jueces la responsabilidad del siniestro y que, en muchas ocasiones, se inclinaba a culpar a los cotos. Para “Segontia” la anterior situación conllevaba muchos costes, “había que contratar un seguro caro al haber muchos accidentes y los precios se elevaban muchísimo por cosas que no se pueden controlar”, Señala Raúl. Añade que “en los cotos hay una gestión muy condicionada por parte de la administración que es la que impone los cupos de caza” y se pregunta “hasta qué punto se puede ser responsable de algo sobre lo que no te dejan serlo del todo”.
Opina Bárbara que “a partir de ahora van a prosperar las reclamaciones a los cotos muy pocas veces”. Esa es también la opinión de Raúl que precisa que en la nueva normativa se habla de responsabilidad del acotado solo en caso de caza colectiva “y el corzo, responsable de la mayoría de los siniestros, se caza individualmente”, no en una montería como en el caso del jabalí.
Bárbara Valdovinos piensa que una solución sería que “la administración hiciera que cada vehículo pagara una pequeña cantidad para hacer frente a estos siniestros”. Pero señala también las dificultades de esta medida: “Podían empezar a decir que no sería equitativo y que la Comunidades Autónomas que tuvieran más corzos tendrían que establecer mayor cuota que la que tienen menos”. Esa medida es también compartida por Raúl Burgos: “Se podría usar el dinero de las licencias de los cazadores, el dinero de los conductores y hacer que todas las partes implicadas, a través de los seguros, pudieran hacer frente a estas situaciones desde una responsabilidad compartida”.
Pero mientras no se llegue a una solución de este tipo las aseguradoras, en comarcas como en la de Sigüenza en las que se dan estos problemas, ofrecen la posibilidad de contratar junto al seguro obligatorio de conducir, por una pequeña cantidad adicional (de 15 a 20 euros al año), el supuesto de daños por atropello de fauna cinegética. “O se tiene seguro a todo riesgo, o cuando se atropelle a un animal, los daños, si no se contrata esta modalidad, van a recaer en el conductor”, señala Bárbara. Para poder reclamar una indemnización por daño en este supuesto, en caso de accidente, hay que llamar a la Guardia Civil para que haga un atestado en el lugar del siniestro.
Tanto la Federación de Caza de Castilla-La Mancha como la Asociación de Propietarios Rurales para la Gestión Cinegética coinciden en mostrar su satisfacción por la nueva normativa ya que consideraban injusto que los titulares de los cotos asumieran los costos de los accidentes con especies cinegéticas, cuando en ocasiones no tenían capacidad ni para gestionarlas ni, en muchos casos, cazarlas.
Por el contrario, Ecologistas en Acción critica la nueva normativa señalando que no contempla los casos en los que la acción de cazar no sea colectiva ni la suelta de ejemplares para repoblar un coto. Piensan que la nueva normativa no tiene en cuenta que son los titulares de los cotos los que obtienen beneficios económicos del aprovechamiento de las especies cinegéticas. En su opinión corresponde los Tribunales determinar, a partir de pruebas periciales, la responsabilidad objetiva en cada caso y que exista una cobertura de los seguros adecuada a los daños que puedan sufrir los conductores y a las responsabilidades en que puedan incurrir los titulares de los cotos.
Por último, algunos juristas creen que la nueva normativa va en contra del artículo 1905 del Código Civil que establece que “el poseedor de un animal o el que se sirve de él, es responsable de los perjuicios que causare, aunque se le escape o extravíe. Solo cesará esa responsabilidad en el caso de que el daño proviniera de fuerza mayor o culpa del que lo hubiera sufrido”, llegando a considerar la norma anticonstitucional.
Raúl considera que, cuando los usos del mismo espacio se comparten, que es lo que sucede con la caza, con el tráfico, con la agricultura, hay que buscar un equilibrio razonable para todas las partes. Señala que optar por un turismo cinegético de calidad es una opción muy buena para Sigüenza, “ya que supone arriendos a los pueblos y a los agricultores, la gente que caza se aloja, come y proporciona ingresos a muchos bares, restaurantes, hoteles”.
¿Qué precauciones tomar?
“No creo que la solución sea vallarlo todo, creo que la naturaleza tiene que seguir su curso”, cree Bárbara. Apunta a que se podría hacer una gestión de las poblaciones de corzos en los cotos. “Habría que controlar la natalidad de la especie, su exceso se está convirtiendo en un problema ya no solo para los conductores sino también para los agricultores”. Añade: “Yo ya he visto manadas de veinte corzos”. En cuanto a la sensación de que cada vez hay más corzos, Raúl Burgos cree que muchas veces se debe a sensaciones visuales y piensa que la población permanece estable: “Hay épocas del año en las que se ven más como al principio de la primavera“. Respecto a la gestión de las poblaciones señala que “el control se hace, se quitan machos y hembras, en los cupos que tenemos, ya que estamos sometidos a una normativa”.
“El único consejo que puedo dar a los conductores”, continúa Bárbara “algo que a mí me ha funcionado porque no he tenido jamás un accidente, es ir despacio. Yo tengo controlados los sitios por donde salen los corzos pero la gente que vive aquí también lo sabe, porque si no los ha atropellado, los ha visto, o tiene un conocido que se ha encontrado con ellos”. Y señala algunos de los “puntos negros” de la comarca: “En la desviación de la A2 a Sigüenza: la recta de Mirabueno, la recta pasada Mandayona, desde el desvío de Baides hasta la entrada a Cutamilla yo he visto cinco cochinos que habían saltado la valla, tras las curvas de la Cabrera, en la recta también hay corzos, en la recta de Los llanillos, cerca del polígono también hay casos. En la carretera de Sigüenza a Alcolea, antes de la curva de Barbatona ha habido muchos accidentes. Pasada la curva, en la recta hasta Estriégana también. La carretera de Atienza es territorio comanche sobre todo ahora que han arreglado la carretera”. En cuanto a las horas más complicadas señala las del cambio de luces al anochecer y el amanecer y por la noche pero añade que tiene partes a todas horas del día. Por su parte, Raúl también piensa que en la comarca se va más deprisa de lo que se debiera sobre todo en zonas sin visibilidad. “Hay puntos muy concretos con muchos accidentes, por ejemplo en la Cabrera, en la zona de Riosalido, en la de Paredes, entre Jodra y Barbatona...”. Piensa que para evitar accidentes hay que respetar las normas de circulación sobre todo las referentes a la velocidad.
Otra cosa que precisa la nueva normativa es que el titular del coto no podrá reclamar al conductor por el valor de los animales siniestrados. Raúl señala al respecto que la pieza tampoco es propiedad del conductor y alerta de transportar un animal de forma no autorizada en el vehículo, aunque señala que “lo importante para el coto es la pérdida del animal, luego si se comen el cuerpo los buitres o se lo queda alguien no es algo que tenga importancia”. Quiere recalcar que, aunque le duele ver un corzo muerto “es mejor que se pierdan mil animales que una vida humana”. Aconseja que si se intuye que se puede chocar con un corzo se intente en la medida de lo posible, frenar poco a poco y no dar un volantazo que haga perder el control del vehículo. También habla de la diferencia entre chocar contra un corzo o con un jabalí, “el corzo pesa unos 30 kilos como máximo mientras que el jabalí es un animal más compacto con el centro de gravedad más bajo y el daño por el impacto es mucho mayor”.
De cualquier manera, en esta polémica sobre la responsabilidad de los acotados o los conductores, que al final dependerá de la interpretación de los jueces (aunque parece que la balanza se inclina ahora del lado de los cotos), los que sufren más en los siniestros son sin duda los animales que pierden la vida; ellos se encontraban allí antes de que se hicieran las carreteras conviertiéndose en obstáculos para los conductores y de que fueran considerados como piezas de caza.