Gabriel Zaid. Los demasiados libros 1972-2022. Ed. Debate. Barcelona, 2023
El libro es un pedazo de silencio en las manos del lector.
Quien escribe calla. Quien lee no rompe el silencio.
Pascal Quignard
Pequeños tratados Vol. 1
En estos tiempos de raquíticos fondos editoriales y de explosión de títulos, por fuerza fugaces, la reedición de un libro de hace cincuenta años no deja de asombrar. Si además trata sobre libros, en el más amplio sentido del término, el asunto toma tintes de prodigio.
En 1972 Gabriel Zaid, poeta, traductor y ensayista mexicano recogió en un tomo algunos artículos que había publicado con el nexo común de tratar sobre el libro y la lectura. No dejó de lado aspectos más mundanos, como la producción y comercio editoriales, y trufó reflexiones sobre la historia del objeto en sí.
Desde entonces, poco a poco, sin cesar, se han sucedido las ediciones en diferentes partes, e idiomas, del mundo. Las opiniones que este libro ha suscitado son como un goteo procedente de los miles de personas interesadas, y sorprendidas, por las reflexiones de este hombre lúcido y extremadamente discreto. Porque el enorme caudal de conocimientos que Gabriel Zaid maneja sólo se puede comparar con su pasión por pasar desapercibido. No es que viva al margen de la sociedad, pero no se le conocen más allá de unas cuantas fotografíasii y menos número de entrevistas.
Elena Poniatowska, en un artículo, se preguntaba “¿Cómo es posible que un escritor que jamás aparece en público rechace a los fotógrafos y se niegue a dar entrevistas y conferencias, tenga la presencia y la fuerza moral de Gabriel Zaid?”
Tal vez, como dice la misma Poniatowska, hay que buscar la respuesta en su formación de ingeniero: una manera de ver y organizar el mundo, y a que, dedicado a su profesión, no ha vivido nunca del sistema educativo, editorial o político. Independencia económica y de pensamiento que sin duda se refleja en los temas que trata y en la forma de abordarlos. Lo cual, por otra parte, explica cómo esa actitud le ha puesto en el punto de mira de todos los presidentes mexicanos, desde Díaz Ordaz (matanza de Tlatelolco, 1968) hasta el día de hoy, con 90 años cumplidos.
En Los demasiados libros participamos en una conversación que es como el autor concibe la lectura. Una conversación donde recibimos un inmenso caudal de conocimientos en un lenguaje sencillo que, sin embargo, permite sospechar la cantidad de trabajo que hay detrás. En esta edición conmemorativa del medio siglo se incluyen tres capítulos ausentes de ediciones anteriores. Estos ponen en contexto lo que ha sido la historia de este libro y aparecen referencias a fenómenos, como internet, que no existían cuando se publicó la primera vez.
No es un análisis pormenorizado de la profundidad del cambio cultural que ha supuesto la generalización de diversos avances técnicos. Pero sí permite, por comparación, reconocer la pertinencia de muchas afirmaciones hechas, sobre el libro y la lectura, hace cincuenta años. De vez en cuando aparecen afirmaciones donde se condensa la visión del autor y que pueden ocupar un párrafo o una línea, pero obligan a detener la lectura para contemplar el panorama que se abre de golpe. Como cuando afirma: “Leer no sirve para nada: es un vicio, una felicidad”.
Los demasiados libros puede interesar a cualquier persona, profesional o aficionada, implicada en el mundo del libro, la lectura o la cultura en general. Es difícil pensar en alguien que no encuentre un hueco en estas páginas donde parar a reflexionar mientras, tal vez, se le escapa una sonrisa distraída. Este es un libro de esos que las personas que leen con lápiz o marcador en la mano llenan de señales y subrayados.
Algunas citas:
“Los libros se multiplican en proporción geométrica. Los lectores, en proporción aritmética. De no frenarse la pasión de publicar, vamos hacia un mundo con más autores que lectores”.
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"¿Qué importa si uno es culto, está al día o ha leído todos los libros? Lo que importa es cómo se anda, cómo se ve, cómo se actúa, después de leer. Si leer nos hace, físicamente, más reales”.
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“El problema del libro no está en los millones de pobres que apenas saben leer y escribir, sino en los millones de universitarios que no quieren leer, sino escribir”.
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“La gran barrera a la difusión del libro está en estas masas de privilegiados que fueron a la universidad y no aprendieron a leer un libro”.
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“No se ha inventado nada más barato para dirigirse a tan poca gente”.
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"San Agustín cuenta en las Confesiones (VIII, 12) que recibió del cielo un mensaje cantado: 'Toma y lee' […]
El público natural de un libro está formado por las personas a las cuales tiene algo que decirles. Pero es difícil identificarlas, localizarlas, imprimir los ejemplares necesarios, distribuirlos por el planeta y avisarle a cada una: 'Este libro fue escrito para ti: toma y lee'."
Esta reseña se publicó anteriormente en la revista literaria El papagayo de la Sierra de Madrid.