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Palazuelos, como otros pueblos de la comarca, se vació en la década de los 60 del pasado siglo. El cariño hacia su localidad de origen hizo que José Luis de la Fuente, vecino de la villa amurallada, conservara su casa familiar donde pasa gran parte del verano. Pero no se conformó con esto y tras jubilarse decidió hacer algo más por su pueblo, se propuso rehabilitar el antiguo horno del pueblo, un lugar clave durante muchos años para la vida de sus habitantes.

Tras jubilarse, es digno de mención un viaje a pie que hizo desde Barcelona a Palazuelos en septiembre de 2017, durmiendo, como el dice, en la mejor posada que hay “con la hierba debajo y el cielo arriba”. Llegó el día 26 de septiembre al pueblo y se propuso llevar a la práctica su idea de recuperar el antiguo horno.

José Luis de la Fuente

Se divulgó el mensaje por todo el pueblo de que “el José Luis del tío Hilario ha venido de Barcelona para arreglar el horno de manera altruista pero se necesita dinero para costear el material”. De manera que se abrió una suscripción entre el vecindario, cada uno hizo su aportación voluntaria y se recaudaron 3.275 euros. Una vez conseguido esto José Luis se puso, con la colaboración de otros vecinos, manos a la obra, pero en sentido literal haciendo valer su experiencia en recuperación de techados y corrales antiguos. Tras haber recabado los permisos municipales en Sigüenza y hablar con el alcalde pedáneo Javier Juberías, se comenzó como medida urgente a cambiar el tejado. Se hizo entre los meses de octubre y noviembre de 2017. Una medida providencial, nos dice, ya que “estaba hecho una ruina y de buena nos hemos librado porque con todo el agua que ha caído este año, si no llegamos a hacerlo se hubiera derrumbado”. Se reaprovecharon las antiguas vigas de madera que la mayoría eran de sabina y también muchas de las tejas y se renovaron las paredes. “Aprovechamos muchísimo porque yo soy mucho de aprovechar”, nos dice. Ahora nos enseña con orgullo la obra terminada.

En el interior del horno.

En cuanto a la fecha de construcción del horno, los vecinos más veteranos siempre contestaban con la socorrida frase “está allí desde siempre”, quiso investigar por su cuenta y tras indagar en una construcción cuyo revocado era similar al de la pared trasera del horno, descubrió la fecha de 1869, de lo que deduce, que por esas fechas debía haberse construido, a grandes rasgos en la segunda mitad del siglo XIX. También nos enseña un hito destacable en la vida del local, el incendio que acontenció en 1954 del que varios vecinos tienen recuerdo y que se pudo sofocar a tiempo antes de que arruinara el edificio, a partir de esa fecha se hicieron mejoras en el local para hacerlo más confortable.

Vemos en el local que hay leña preparada, pero quiere precisar que para encender el horno en los tiempos de su infancia “no se empleaba carrasca, eso era un lujo, se cogían enebros, zarzas de espinos, aliagas. Tenían que traer 50 palos de metro y medio y con eso mantenían el fuego”.

Indagamos sobre un pequeño jardín que ha creado junto al horno, nos dice que además del efecto decorativo, tiene un propósito didáctico: allí están plantados los espinos, las aliagas y los enebros como muestra de lo que se empleaba por entonces como combustible. Y es que el aspecto educativo está muy presente en esta recuperación, como buen maestro, José Luis ha indagado en la historia del horno y en lo que este representaba para los vecinos.

Paralelamente a la rehabilitación del horno, José Luis de la Fuente ha investigado sobre lo que representaba este local para el pueblo y fruto de ello es un escrito en el que se pone de manifiesto que el horno era fundamental para la alimentación cotidiana de Palazuelos. Por este estudio podemos conocer como funcionaba el horno y las características del oficio del hornero para la elaboración de pan, ya que este era el producto que fundamentalmente se producía allí, aunque en ocasiones también se hacían tortas o magdalenas.

“Aquí en principio cocían 30 mujeres en el primer turno a las ocho de la mañana. Otras 30 en el segundo turno, a las doce, y otras 30 en el tercer turno a las cinco de la tarde, 90 mujeres en total”, nos dice. Habla de una época en la que en Palazuelos “vívian cuando yo era niño, 500 habitantes y 90 vecinos, es decir 90 hogares”.

El vocabulario de los utensilios del hornero así como el de las amas de casa que amasaban el pan que luego se cocería, lo ha recogido José Luis en su estudio.
Pero el interés de José Luis de la Fuente por estos testigos del pasado y su terminología no se reduce al horno, en su casa conserva una buena colección de los antiguos aperos y enseres que se utilizaban en el pueblo para conseguir los cereales que luego se emplearían en la alimentación cotidiana. Los muestra a los visitantes en verano, cuando se encuentra en su casa de Palazuelos y comenta irónicamente que en aquellos tiempos de miseria eran para muchos “instrumentos de tortura”.

Sobre las funciones de este nuevo horno rehabilitado, José Luis apunta que puede servir tanto como lugar de reunión de los vecinos como convertirse en un centro etnográfico que explique el antiguo modo de vida de Palazuelos.

Otro de los proyectos de José Luis de la Fuente, es escribir la historia, no de Palazuelos, sino la vida de su generación en el pueblo, que resume con la frase “La subsistencia, ese gran milagro”. Allí quiere describir la forma de vivir con escasos recursos en el mundo rural de su infancia. Una historia que sería necesario conocer ante los límites de la actual sociedad del despilfarro.

Viñeta

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