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Depurar un bien tan apreciable y valioso como las aguas vivas  saludables sop retexto de haberlas contaminado previa e innecesariamente es un contrasentido. (Foto: Fuente de Ures: nucleo agregado de Sigüenza).

Durante años he visto parar a las monjas del asilo —no las únicas— junto a la fuente de Ures para rellenar garrafas y bidones de agua pura de manantial. Durante siglos y siglos estas aguas, como las del resto de pueblos de la comarca anclados a las laderas de los montes donde surgen los manaderos, han mantenido sanas poblaciones muy superiores a las que albergan actualmente. Ahora las están contaminando de dos maneras: con los fertilizantes, herbicidas y pesticidas que la insensatez humana vierte por encima de las fuentes; y, por ende, mediante la recién acometida cloración de las aguas de abastecimiento doméstico en la práctica totalidad de las pedanías de Sigüenza a causa, supuestamente, de la previa contaminación de los acuíferos provocada por los agroquímicos. Es el mundo al revés: en lugar de atajar un problema que está claramente identificado se le añade otro que abunda en los perjuicios provocados por el anterior.

Nuestros gobernantes se escudan en que es un imperativo legal, pero no es así. La Directiva 2006/118/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 12 de diciembre de 2006, relativa a la protección de las aguas subterráneas contra la contaminación y el deterioro, es muy clara al respecto:

“Las aguas subterráneas situadas en las masas de agua utilizadas para la extracción de agua potable, o que se pretendan utilizar con esta finalidad en el futuro, deben ser protegidas de modo que se evite el deterioro de la calidad de esas masas de agua, con objeto de reducir el nivel del tratamiento de purificación necesario para la producción de agua potable [...]

Deben establecerse, como criterios comunitarios a efectos de la evaluación del estado químico de las masas de agua subterránea, normas de calidad para los nitratos, los productos fitosanitarios y biocidas...”

(Además, esta directiva está acorde con otras directivas de la UE, de diferentes fechas, relativas a la protección de las aguas contra la contaminación producida por nitratos, a la comercialización de productos fitosanitarios y de biocidas.)

A ello se añade:

“La protección de las aguas subterráneas puede requerir en algunas zonas modificar las prácticas agrícolas y silvícolas, lo que podría entrañar la pérdida de ingresos. La Política Agrícola Común prevé que los mecanismos de financiación para la ejecución de medidas cumplan las normas comunitarias, en particular mediante el Reglamento (CE) nº 1698/2005 del Consejo, de 20 de septiembre de 2005, relativo a la ayuda al desarrollo rural a través del Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural. Por lo que respecta a las medidas de protección de las aguas subterráneas, debe ser responsabilidad de los Estados miembros elegir sus prioridades y proyectos”.

Y ahí estamos, ¿cuáles son las prioridades, en qué se basan y cómo se justifican?

En cuanto a la legislación española, el Real Decreto 140/2003, de 7 de febrero, por el que se establecen los criterios sanitarios de la calidad del agua de consumo humano, dice en su artículo 3 que quedan excluidas del ámbito de aplicación de dicho Real Decreto: 

“todas aquellas aguas de consumo humano procedentes de un abastecimiento individual y domiciliario o fuente natural que suministre como media menos de 10 m3 diarios de agua, o que abastezca a menos de cincuenta personas, excepto cuando se perciba un riesgo potencial para la salud de las personas derivado de la calidad del agua, en cuyo caso la autoridad sanitaria requerirá a la administración local que adopte, para estos abastecimientos, las medidas necesarias para el cumplimiento de lo dispuesto en este real decreto”.

Se nos trata de transmitir la idea de que la cloración de las aguas es un mal menor —y en algunos casos, como en el de los grandes núcleos urbanos, lo es—; pero no cuando no es necesaria, como ocurre con nuestros pueblos. Ni los nitratos ni el cloro mejoran la calidad del agua. Son, más bien, paliativos impuestos por modelos de producción agropecuaria que nos alejan del equilibrio y el sentido común necesarios para nuestro bienestar y el de la biosfera que nos alberga. Dar la vuelta a esto requerirá mucha paciencia y buenas dosis de pedagogía, pero todo llegará; a la fuerza ahorcan... Tan sólo un apunte: se calcula que al menos tres cuartas partes de la agricultura mundial está controlada por Monsanto, Syngenta y Bayer, las multinacionales que producen la mayor parte de los insumos agrícolas, y que mantienen a los agricultores como rehenes de sus pingües negocios y disparatados beneficios a costa muchas veces de nuestra salud y siempre de nuestra autonomía. Y otro tanto sucede con la industria cárnica; pero ese es otro tema...

Al margen de los desastrosos efectos que los agroquímicos tienen sobre la flora y la fauna, sobre la biodiversidad y la calidad de las aguas, estudios recientes apuntan a que la ingesta, la inhalación o el contacto con agua clorada pueden llegar a provocar afecciones de tipo respiratorio, dermatológico o cancerígeno. El cloro puede causar dermatitis, eczema y diversos tipos de alergias, según el Instituto Catalán de Investigación del Agua (ICRA). Al reaccionar con sustancias orgánicas presentes en el agua, como el sudor, la orina, los insectos y hasta con las hojas o el ramaje procedentes de la vegetación del entorno se forma cloramina; una sustancia que tras largas exposiciones puede llegar a lesionar el epitelio pulmonar y provocar síntomas asmáticos (tos, pitos en el pecho y ahogo) o derivar en asma en niños con predisposición. Según un estudio realizado en Bélgica, este tipo de lesiones generan permeabilidad pulmonar debido a la pérdida de parte de las células bronquiales, que son las encargadas de neutralizar la entrada en los pulmones de cualquier sustancia dañina. ¡Ojo con las piscinas y también con la ducha con agua clorada!

Se ha observado, por otra parte, que los niveles de colesterol son más elevados en lugares donde al agua con altos niveles de calcio se le añade cloro, e incluso algunos expertos previenen a las embarazadas respecto a las duchas con agua clorada. Un estudio realizado en Inglaterra determinó que entre mujeres que bebían o se duchaban en agua con cloro y cloramina no filtrada, algunas sufrían complicaciones con el embarazo.

Un equipo dirigido por la doctora Cristina M. Villanueva, del Instituto Municipal de Investigación Médica de Barcelona, relaciona los trihalometanos (THM), uno de los subproductos derivados de la cloración de las aguas, con el incremento de algunos tipos de cáncer, particularmente el de vejiga. Cuando los THM ingresan al organismo a través de la piel o los pulmones tienen un mayor efecto cancerígeno porque no pasan por el filtro del hígado para su desintoxicación.

Para Wikiwater, una asociación internacional con sede en Francia de expertos independientes para gestionar, desarrollar y promover el acceso a agua sana, “lo ideal no es clorar o desinfectar el agua, sino tomar todas las medidas de prevención necesarias para evitar su contaminación. La gente no debe considerar la cloración como una especie de medicamento ni que el agua clorada carece del riesgo de volver a contaminarse”. Entre los inconvenientes de la cloración Wikiwater indica lo siguiente:

— La fiabilidad de estos tratamientos es buena pero puede fallar [...]

— Tratar cantidades grandes de agua resulta difícil, pues la dosis de cloro no es siempre fácil de determinar.

—La cloración del agua puede originar subproductos (compuestos organoclorados) considerados nocivos desde el punto de vista sanitario.

Según la Asociación Española de Abastecimiento de Agua y Saneamiento (AEAS)

“el principal problema del agua clorada es la presencia de los denominados contaminantes emergentes que, lamentablemente, se descubren más cada día y que no están contemplados por la legislación vigente. El gran reto de la depuración del agua doméstica y de su posible reutilización es el de controlar y eliminar estos contaminantes, lo que obliga a una constante investigación científica y tecnológica”.

Como explica Damià Barceló, director del Instituto Catalán de Investigación del Agua (ICRA),

“la contaminación de las aguas freáticas en las zonas de agricultura y ganadería intensiva hace que no sea recomendable beber de fuentes y pozos salvo en las zonas de alta montaña. [...] El agua del pozo y de la fuente alabada por nuestros abuelos ha dejado de existir para muchos de nosotros. Es un síntoma que debe concienciarnos e impulsarnos a recuperar el paraíso hídrico perdido”.

Hace apenas unas semanas se empezó a clorar el agua de Pozancos, de Riosalido, pedanías cercanas a Sigüenza. A día de hoy ha habido que vaciar tres veces el depósito de ésta última localidad pues la presencia de cloro se hacía insoportable. Ahora los vecinos y vecinas afectados tienen que ir a las fuentes públicas para seguir bebiendo el mismo agua mineromedicinal que han tomado siempre. ¡¿Qué necesidad?!... Depurar un bien tan apreciable y valioso como las aguas vivas y saludables so pretexto de haberlas contaminado previa e innecesariamente es un contrasentido. Es matar moscas a cañonazos y hacernos comulgar con ruedas de molino. Por mi parte, quiero seguir viendo a las monjas venir a por agua sana a la fuente de mi pueblo.

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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