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Aprovechamos una vez más para ir de excursión todo el día, un sábado, con la excusa de conocer una cascada, “la chorronera”, que me recomendaron.

La cascada se encuentra en el término de Velilla de Medinaceli, así que esta vez nos adentramos en la vecina provincia de Soria. Al mirar el mapa, ves que puedes hacer paradas en otras localidades de paso y así pudimos descubrir un montón de sitios interesantes.

Pasamos por los pueblos de la antigua carretera NII y la línea férrea Madrid-Barcelona, llena de curvas, que recorren el rio Jalón y su barranco, una gozada, sobre todo cuando se disfruta del paisaje y no hay prisas.

Dejamos el desvió de nuestro pueblo para más tarde y continuamos hacia Somaén. Pero antes de llegar decidimos parar el coche en un hueco de la carretera donde ya estaba aparcada una roulotte. Aproveché para preguntar a la gente que había allí, dónde estaba una famosa cueva para escaladores, conocida como cueva Grajera, que había cerca de un antiguo molino de agua, ¡resultó que habíamos parado justo delante!

Cueva Grajera.

El entorno es muy bonito, el agua del rio Jalón caía con fuerza formando un salto, llamado de Cuerda y al cruzar el puente se ven los restos del antiguo edificio. Para nuestra sorpresa, la cueva estaba preparada con unas cintas fijas que nos permitieron escalar sin mayor dificultad y disfrutar de la sensación de subir. ¡Otra cosa es quedarse colgado en el vacío de los enganches existentes!

Luego fuimos al pintoresco pueblo de Somaén. Se asienta en un cerro formado por la hoz del río Jalón. Es un lugar de singular belleza, rodeado de naturaleza.
Aparcamos delante de una casa que tenía en la pared una bonita plegaria del árbol. Nos paseamos por las callejuelas del pueblo disfrutando de las cuestas y los múltiples detalles que tenían todos los rincones y casas. Las casas rehabilitadas exponen sus antigüedades usadas como bonitos adornos, rejas, puertas de forja, vigas de madera, cristaleras enormes, vano con campana, cruces, bancos y macetas de palets, fósiles en las ventanas, impresionante la variedad.

Panorámica de Somaén.

Es destacable señalar la manera que el pueblo mantiene su rústico encanto, con jardines arreglados y floridos, todo ello envuelto por un paisaje escarpado y con abruptos cerros, rocas de color rojizo con paredes con huecos y cuevas, donde incluso vislumbramos buitres planeando por los peñascos.

En la parte más alta de Somaén se alzan los restos del castillo, de planta irregular construido por el primer conde de Medinaceli. La gran torre del castillo, del s.XI, permanece en pie, reconvertida y habilitada como hotel de lujo, algo que sorprende encontrar en una población pequeña como esta. Un poco más abajo, está el alojamiento que también forma parte del hotel, la Posada de Santa Quiteria. En esta casona del s. XVIII antiguamente se cobraba, por lo visto, el portazgo por pasar mercancías del Reino de Aragón al Reino de Castilla.  

Me encantó Somaén, reitero que han creado entre todos los habitantes un conjunto armonioso, perfectamente integrado con su entorno, siendo todo ello un admirable mirador.

Preguntando a los lugareños, nos hablaron de la cueva de la Mora, donde dicen existen restos de antiquísimos asentamientos, ya que se han encontrado restos cerámicos de hace más de 4600 años. Parece ser que no es fácil acceder a ella si no se conoce el lugar. También hay un túnel que atraviesa de lado a lado la montaña, permitiendo el camino para alcanzar las galerías comunicadas de la cueva. Como el túnel se encontraba en la primera parada que hicimos, volvimos al lugar, y nos pusimos a subir una gran pendiente resbaladiza. Alcanzado el hueco de entrada, pasamos en fila india y nos reímos mucho dentro del túnel, ya que es necesario ir en algunos tramos gateando y con luz artificial. Al salir anduvimos un rato entre hierbas y maleza, buscando la cueva sin éxito, pero dada la hora que era, decidimos volvernos para ir a la cascada de Velilla de Medinaceli.

Explotación minera abandonada.

Antes de llegar a Velilla de Medinaceli, nos desviamos un poco al ver en el camino un letrero que indicaba una explotación minera. Comprobamos que estaba abandonada, con restos de edificaciones y un hueco que podría ser la entrada a sus galerías. Parece que se extraía hierro. Las tonalidades rojizas, amarillas y ocres, nos han dejado un paisaje espectacular.

Finalmente llegamos a Velilla de Medinaceli, que también tiene su río, se llama Blanco, pero no nos detuvimos en la localidad, sino que fuimos en busca del río directamente. Encontramos un letrero de la “Chorronera”. Descubrimos un pasaje que nos conducía al preciado lugar, un desnivel donde la falla rocosa se convierte en una estupenda cascada, donde nos detuvimos e hicimos fotos.

La chorronera en Velilla de Medinaceli.

De vuelta a Sigüenza decidimos ir por un camino alternativo y nos dirigimos a Urex, encontramos un hermoso rebaño de ovejas y aprovechamos para coger moras. Paramos un poco más adelante en Layna, para conocer el pueblo. Callejeamos y solo pudimos ver por fuera la iglesia de Nuestra Señora de la Cabeza.
Layna se encuentra en un páramo y forma parte por lo visto de una reserva mundial de aves, con una población importante de alondra Dupont, como vimos en unos paneles informativos delante de las antiguas escuelas, de la plaza.

Nos llamó la atención el tronco muerto de un viejo olmo. Me gustó la idea de los vecinos de Layna de conservar un ejemplar adulto de grandes dimensiones en su memoria.  

Tronco de un antiguo olmo en Layna.

Posteriormente en internet pude confirmar varias cosas más sobre Layna. Es también, durante la temporada, una buena zona de setas y trufas. La zona, mayoritariamente con brezales y campos cerealísticos, es óptima para todo tipo de aves esteparias, incluidas las rapaces. En el término de Layna se halla el yacimiento de Cerro Pelado donde se han localizado fósiles de hace más de cuatro millones de años, confirmando la presencia en el territorio de osos, primates y tigres de dientes de sable, entre otros…Total que habrá que volver aquí, que fue una parada de toma de contacto.

María

Viñeta

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