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¿Son posibles los viajes en el tiempo? Voy a iniciar una serie de artículos monográficos sobre este asunto y, como “la experiencia es la madre de la ciencia”, nada mejor que comenzar por un experimento.

Stephen Hawking diseñó y realizó en el año 2009 este experimento que modestamente me he permitido repetir (recordemos que una de las bases del método científico es la repetibilidad de los experimentos).

Consiste en lo siguiente: teniendo en cuenta que este artículo saldrá en La Plazuela en el mes de octubre del 2016, y que su contenido será leído, al menos, por los futuros historiadores seguntinos, voy a invitar este agosto pasado a una fiesta en mi casa de Sigüenza a todos los futuros viajeros del tiempo que estén interesados en conocer cómo se vivía en España en el 2016 y charlar con una familia media española formada por ingenieros y licenciados en ciencias. Creo que es una oportunidad para historiadores en general e historiadores de la ciencia, del futuro.

Puedes leer en la imagen la invitación a la fiesta que anuncio en este número. Te ruego que la leas antes de seguir.

¿Ya la has leído? Estupendo, entonces te contaré el resultado.

Hice la fiesta aquel día en mi casa a la hora señalada, a los invitados contemporáneos solo les conté en qué experimento científico participaban hasta que llevaban un rato en la fiesta (para que los bromistas no pudieran contaminar el resultado). Puse dos carteles en las puertas que decían “Fiesta del futuro. Imprescindible invitación”. Preparamos bebidas y una barbacoa. Estuvimos pendientes de la puerta durante una hora, pero nadie se presentó (igual sucedió en la fiesta de Stephen Hawking) y desgraciadamente tuvimos que comernos nosotros solos las viandas.

El resultado de este experimento tiene tres explicaciones posibles.

Primera: físicamente no se puede viajar al pasado; o, si se puede, solo hasta un límite del pasado (ver artículos siguientes de esta serie).

Segunda: físicamente sí se puede viajar al pasado; pero nadie con capacidad de hacerlo se ha enterado de la invitación, ya que la Tierra o la humanidad será destruida por un meteorito dentro de mil años (o cualquier otra variante de destrucción natural o generada por la estupidez humana).

Tercera: físicamentesí se puede viajar al pasado; aunque ni siquiera al más tonto de los historiadores seguntinos futuros le interesa (o le está permitido) conocer a mi familia. Esta opción es poco probable, no porque yo crea que mi familia sea más interesante que la de Hawking, no; sino porque ningún curioso o estudioso se perdería la posibilidad de entrevistar a unos testigos directos del pasado, dispuestos a colaborar en la experiencia y a no asustarse de lo que pudiera entrar por la puerta. ¿Te imaginas que te permitieran asistir a una fiesta seguntina el año 1213, un año después de la batalla de las Navas de Tolosa y preguntar de primera mano por sus miedos, sus formas de vida, sus relaciones entre religiones…? Yo iría, aunque me dijeran que los asistentes a la fiesta no fueran “ningún premio Nobel”.

Con este experimento divertido, pero real y que espero te haga pensar, arranca una serie de artículos sobre las posibilidades conocidas del viaje en el tiempo. Te espero dentro de un mes, yo ya he empezado el viaje hacia entonces.

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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