¿Has oído hablar de un ingeniero naval español que diseñó y construyó el submarino que dio el paso definitivo del submarino experimental a la aceptación general del arma submarina?
Su padre, Victor Toussaint Vincent d’Équevilley Montjustin, vizconde francés de D’Equevilley, que en 1835 se unió al ejército isabelino español en la Primera Guerra Carlista para luchar contra los tradicionalistas. Combatió en muchas batallas, fue herido de gravedad y recibió dos cruces de San Fernando en su larga vida militar, en la que alcanzó el grado de coronel de caballería del Ejército español. Honrado en España con el marquesado de Equevilley, fue gobernador militar, coronel de caballería del borbónico Reino de Nápoles y desempeñó cargos diplomáticos del Reino de España.
De vuelta a Francia, Víctor Vincent de Equevilley fue condenado en 1847 por perjurio a 10 años de cárcel por participar como testigo de un duelo en el que, al parecer, las armas habían sido trucadas. Mediante un permiso carcelario se casó con su primera esposa María Felicidad David, boda en la que fue padrino Juan Prim Prats (futuro general y Presidente del Consejo de Ministros). En 1848 solicitó un segundo permiso para acudir al lecho de muerte de su esposa y, tras su fallecimiento, huyó a Alemania. En 1873 el presidente del Poder Ejecutivo de la Primera República, Francisco Pí y Margall, le confirmó oficialmente la nacionalidad española con antigüedad de 1835.
Vuelto a casar, con Emilia Elena de Lusignan, se instala en Viena donde nace su hijo Raimundo Lorenzo de Equevilley y Montjunstín, el 22 de julio de 1873. En esta ciudad Raimundo aprendió alemán junto al francés familiar. Cuando la familia volvió a París, su padre lo registró en el consulado de España como español de pleno derecho y ostentó el título español de Marqués de Equevilley.
Por intermediación del embajador de España, ingresa en 1891 en la academia parisina de ingeniería naval Génie Maritime. Al finalizar sus estudios hace prácticas en los astilleros Forges et Chantiers de la Mediterranée cerca de Tolón, de donde sale para trabajar en una filial de la AG Vulkan Stettin alemana que se dedicaba a la construcción de locomotoras.
Vuelve a Francia y se emplea como principal colaborador de Maxime Laubeuft en el diseño del submarino Narval, botado en octubre de 1899. El Narval fue un submarino de 202 TM de desplazamiento sumergido y dos hélices. Contaba con sendos motores eléctricos de 80 CV para el movimiento en inmersión y un motor de vapor de 220 CV con una caldera de petróleo para los desplazamientos en superficie, que recargaba las baterías necesarias para las inmersiones. Fue armado con cuatro torpedos alojados en canastas exteriores. Estaba constituido por un doble casco, el exterior con forma de torpedero, ya que los submarinos de la época pasaban más tiempo en superficie que bajo ella. Este perfil fue adoptado por la mayoría de los submarinos militares hasta la llegada de la propulsión nuclear que permitió inmersiones prolongadas.
En 1901, de Equevilley, ya independizado de Laubeuft, presentó un proyecto de submarino al ministerio francés de marina que fue rechazado. Buscando nuevos horizontes, se dirigió al industrial alemán del armamento y el acero, Friedrich Krupp, quien aceptó la construcción de un prototipo en su astillero de Kiel, el Germaniawerft.
Dos submarinos de la clase Karp de Raimundo de Equevilley. Fuente: Tecnología Obsoleta.
En Francia, mientras tanto, desaparecieron algunos planos del Narval de Laubeuf y del Aigrette de Claude Goubet, siendo Raimundo incluido en la lista de sospechosos.
El Forelle (Trucha), como se bautizó al pequeño submarino de Raimundo, de solo 13 m de eslora, era de casco sencillo y ahusado, y estaba propulsado por un motor eléctrico de 65 CV de velocidad constante, de modo que tuvo que ser equipado con una solución novedosa, una hélice de paso variable. Disponía de un periscopio Zeiss, fue armado con dos tubos lanzatorpedos externos y conseguía 5,5 nudos en inmersión. Este ingenio fue sometido a pruebas exhaustivas conjuntas por Raimundo y el Ingeniero Naval Jefe de la Krupp, Kritzler.
Al mes de iniciada la Guerra Ruso-Japonesa en febrero de 1904, una delegación de la Marina Imperial Rusa visitó el Germaniawerft con la intención de modernizar su armada. Los ingenieros rusos quedaron impresionados por las prestaciones y las posibilidades del Forelle y encargaron tres submarinos, de cuyo diseño se encargó de Equevilley. Como descuento de venta, Krupp regaló el Forelle a los rusos.
Los ingenieros rusos solicitaron que sus submarinos fueran mayores, pero que pudieran ser fácilmente desmontados para el trasporte en tren. Raimundo despliega todas sus ideas y diseña un submarino de doble casco; el exterior de estos no era concéntrico con el primero (como en los diseños de su maestro Laubeuft), sino que se separaba más por la parte superior, donde se apoyaba una cubierta para la navegación en superficie, dándole un perfil de torpedero.
Entre ambos cascos se alojaban los tanques de combustible y lastre, concediendo más espacio al casco interior para las baterías, la tripulación y el tubo lanzatorpedos en proa, que era interior e inclinado 5° hacia la proa. De Equevilley vendió la patente de esta distribución a la Germania, que se convirtió en la marca de la casa.
Estos tres submarinos, Karp (Carpa), Karas (Carasio) y Kambala (Rodaballo), conocidos hoy como la clase Karp, eran de 39,9 m de eslora con un desplazamiento en inmersión de 236 TM y alcanzaban 10,8 nudos en superficie y 8,7 en inmersión. El trimado se realizaba por medio de unos pesos móviles en el interior del casco resistente. Estaban propulsados en superficie por dos motores Körting de queroseno y 200 CV, con los que se podían recargar las baterías de los dos motores eléctricos de navegación submarina. Los acumuladores de las baterías se aislaban con turba para reducir los cortocircuitos que generaban los derrames de ácido sulfúrico. Disponían de dos periscopios Zeiss, una chimenea abatible para el humo del motor de explosión y dos mangas de ventilación.
Se entregaron a Rusia en 1907, dos años después del fin de la Guerra Ruso-Japonesa, fueron desmontados y trasportados por vía férrea, divididos en partes, hasta el Mar Negro. El Kambala se hundió en unas maniobras, pereciendo todos sus tripulantes, mientras que el Karp y el Karas lucharon en la Primera Guerra Mundial contra la Armada otomana. Tras la Revolución de Octubre fueron entregados al Ejército Blanco, que terminó hundiéndolos una vez que fue derrotada su flota.
Luis Montalvo Guitart