Parece que entrar en la octava década de su vida no ha supuesto para el afamado Premio Nobel ninguna merma en sus facultades. Y por supuesto que no lo comento en relación con ciertos acontecimientos de su vida privada que dan bastante juego en los medios de comunicación proclives a la intimidad ajena, sino por esta última obra que acaba de aparecer en el mercado de habla hispana de la mano de su última (por ahora) editorial favorita, Alfaguara. Tiempos Recios retoma el interés del autor por los olvidados y tristes episodios llenos de furia y sangre que asolaron la América Latina a mediados del pasado siglo, tras la terrible Segunda Guerra Mundial. Interés que el autor revela en frecuentes colaboraciones en periódicos o revistas de gran alcance público y plasmó con maestría y hondura en La Fiesta del Chivo, excelente creación que describe el final del reinado y el asesinato del tirano Rafael Leónidas Trujillo en la República Dominicana allá por el año 1961 y que, por su grandeza y universalidad también ha conocido versión cinematográfica y actualmente teatral en una sala madrileña, con Juan Echánove en el papel del infausto generalísimo.
Entroncando con los mismos personaje y época, Tiempos Recios nos lleva a la Guatemala del año 1954. El pequeño país centroamericano vivía bajo una dictadura cuando en 1944 llega al gobierno Juan José Arévalo, a quien sustituye en 1951 Jacobo Arbenz. Ambos son partidarios de efectuar profundas reformas (sobre todo la agraria) en la estructura económica y social del país para salir de la pobreza generalizada y aumentar su nivel cultural y educativo. Para ello se inspiran en la nación que estiman ejemplar, los Estados Unidos. Pero para ello deben corregir ciertas anomalías anteriores como que los ricos y los terratenientes paguen algún que otro impuesto. Y claro, eso no gusta a la clase dominante y especialmente a la norteamericana empresa frutera United Fruit, dueña absoluta del mercado en Guatemala, propietaria de la mayor parte del territorio fértil y exenta de pagar impuestos. Así que manos a la obra: gran campaña publicitaria tachando a Arbenz y su gobierno de comunistas, intervención de la CIA, colaboración exquisita del gobierno Eisenhower, derrocamiento del gobierno guatemalteco, nombramiento de presidente de un militar inepto, corrupto y lacayo de Whashington, y a otra cosa. Estos son los hechos y la mano del autor se luce en la recreación, a veces imaginaria, de los protagonistas directos y de algunos colaterales, como la joven Martina Borrero Parra, personaje real que parece sacado de una novela de John Le Carré, que es entrevistada al final del libro y cuyas peripecias sirven de hilo conductor de la historia a través de sus 350 páginas.
No creo que haga ninguna falta mencionar la belleza y el rigor de las palabras y estilo que llenan este estupendo relato, pero sí que debo significar la perfecta estructura de la narración, con uso más que aceptable de la técnica del flash-back y la recreación casi caritativa de los personajes, alguno de los cuales habría que tener mejor como amigo.