No sería de extrañar que la frase que ganara el premio a la más popular del año que se acaba de esfumar sea “hay que jorobarse con la que está cayendo”, rescatada en un innumerable elenco de foros tan populares como bares, peluquerías o celebraciones rurales y partidas campestres de amigotes de toda la vida. Y es que el asunto político actual de este país se las trae. Pero a quienes afirman que esto de estar sin gobierno efectivo por casi un año sólo puede pasar en España (ya se sabe que todo lo malo que le puede pasar a Humanidad sólo ocurre en España), habría que recordarles que un país vecino y casi hermano bate todos los records de surrealismo político: Italia. Allí los avatares que cruzan nuestra historia más reciente se quintuplican con amorosa frecuencia. Por supuesto que en todas partes cuecen habas, pero en aquel país se repiten (o anticipan) las mismas lacras de las que nosotros creemos tener la exclusiva. Y sirvan como ejemplo los acontecimientos ocurridos allí a finales de los años setenta y que pusieron al país al borde del desastre tambaleándose la democracia postguerra mundial sin que nadie pareciera capaz de enderezar el asunto y salvar la nación. Recordemos los acontecimientos principales: A finales de los años sesenta el Partido Comunista Italiano era el más fuerte de la Europa Occidental, con un millón de afiliados y un líder, Enrico Berlinguer, que se había soltado del yugo de Moscú y que pretendía mantener cordiales relaciones con la Democracia Cristiana, liderada por el liberal Aldo Moro, algo a lo que éste era receptivo. La posibilidad de que el PCI alcanzara el gobierno no era en absoluto descabellada. Eso, claro, no gustaba a la Otan y a sectores económicos y conservadores muy fuertes, además de algunos países, entre los que destacaba, como no, Estados Unidos. El caso es que comienza una serie de actos de desestabilización consistentes en atentados protagonizados por bandas de todos los colores... y aleccionadas debidamente por los anteriormente citados. Las Brigadas Rojas secuestran en marzo de 1978 a Aldo Moro y le matan dos meses después, tras impedir extrañas fuerzas que se llegara a un acuerdo de liberación de varios presos de dicha organización. Para colmo, dos años más tarde estalla en escándalo de la logia P-2, organización masónica que, ligada con la mafia, influyó en la vida política italiana durante años colocando a sus destacados miembros en el Ejército, la Justicia, la Administración y el Parlamento con el objetivo de frenar el proceso político democrático y reducirlo a un Estado controlado por sus intereses. Casi cuarenta años después, uno de los magistrados que tuvo parte activa en el proceso al que fue sometido la logia, publica este ensayo en el que se da un repaso a los hechos y se profundiza en aquella Italia oculta en base a su experiencia profesional y la ingente documentación que fue aportada a los procedimientos judiciales. Muy interesante y esclarecedor y, a la vez, preocupante al mostrar la desprotección del ciudadano ante instancias muy poderosas poco dispuestas a que les birlen el poder que consideran propio en exclusiva.