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Por por derecho propio. Iniciado desde pequeño en el placer de la lectura (su madre le dejaba en la biblioteca desde la salida del colegio hasta la hora de cenar para poder acudir a su trabajo de limpiadora), devoró multitud de libros que alimentaron su vocación de escritor. Fue seminarista durante cinco años, en el seminario de Ntra. Sra. de Montealegre, para más tarde cursar estudios de Historia en la Universidad de Barcelona y trabajar, actualmente, de Mosso d´Esquadra para la Generalitat catalana, trabajo que le ha permitido acercarse, desde 1992, al aspecto más humano de las personas, a las que describe de forma magistral a lo largo de sus narraciones. Ganó el premio Tiflos de Novela con El peso de los muertos (2006) y quedó finalista en el premio Fernando de Lara con El abismo de los sueños (2008), novela no editada. La tristeza del samurái (2011) ha sido traducida a diez idiomas en Europa y Estados Unidos.

Recibió Le Prix du Polar Européen (Premio a la mejor novela negra europea) concedido por la prestigiosa revista especializada en este género literario, Le Point, en el marco del Festival de novela negra de Lyon 2012, convirtiéndose en el primer escritor español en conseguir este galardón.

En Respirar por la herida acaso sea el azar el que nos arrebata aquello que más amamos, pero puede que todo lo que nos ocurre no sea sino el resultado de nuestros propios actos. Estas son las preguntas que atormentan a Eduardo, un pintor para quien nada tiene sentido tras la muerte de su mujer y su hija en un accidente de coche. Una famosa violoncelista, Gloria Tagger, le dará una razón para seguir viviendo al contratarlo para pintar un cuadro: el retrato de Arthur, el autor de la muerte de su hijo.  Aceptar ese reto desencadena una cascada de sentimientos que durante muchos años han permanecido ocultos.

Otros personajes nacidos con carácter secundario, como el sicario Guzmán, la marchante Olga o el chapero Who van poco a poco adquiriendo carácter decisivo, incorporándose a la trama e intensificando el dramatismo que aparece in crescendo en sus páginas. La trama, urdida al estilo de una tela de araña, va encajando perfectamente e incrementando su intensidad. Poco a poco la historia inicial va complicándose y enredándose en una intriga constante, en la que el autor va profundizando en el dolor y el sentimiento de culpa de los personajes, aquí completamente desbordados. Esa intriga que impregna la novela no busca una trama al estilo policíaco, sino rebuscar en los sentimientos más oscuros del ser humano. Del Árbol vuelve a mostrarse como un escritor muy interesante del que cabe esperar grandes creaciones.

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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