El último sábado de septiembre en el Parador de Sigüenza se celebró una velada musical de las que el Parador programa periodicamente según la misma fórmula: copa+música+una cena (una combinación muy natural, aunque, según el bolsillo, uno puede prescindir de la última parte).
Esta vez se presentó la ópera de cámara “Cásina” basada en una obra del comediógrafo romano Plauto, del compositor Igor Escudero. La presentó el Ateneo Filarmónico, un grupo bastante polifacético y compuesto por profesionales con destacadas trayectorias, encabezado por el mismo Igor Escudero quien también es autor de varias óperas más. Acostumbrados a que el arte de ópera sea un terreno de “dioses” (Wagner, Verdi y cia.), la verdad es que da gusto cambiar de ángulo y verlo como algo que la gente hace ahora mismo, inspirándose en obras extrañas y buscándo nuevos caminos en un arte tan, aparentamente, petrificado... Y también se agradece que en Sigüenza haya cabida también para este tipo de representaciones.
Fue un contraste muy curioso entre la imponente sala del castillo (Sala del Trono) y la proximidad de los actores a los espectadores, no separados unos de otros por el escenario, lo que permitía percibir el canto y la música con mayor nitidez.
Luego, al terminar la función, este ambiente íntimo quedó aplastado por el aspecto de una gigantesca mesa que nos esperaba para cenar (la cena también fue “romana”, por cierto). Pero de pronto los espectadores –convertidos ahora en comensales– se familiarizaron con sus vecinos, con la carta escrita en latín y con los “roman@s” que servían los platos...
Fue una noche de nuevas impresiones y sabores, una mezcla algo insólita pero que resultó muy agradable.