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El lago Baikal está en el sur de Siberia, en plena taiga. Es el lago más profundo del planeta –mil seiscientos metros de profundidad máxima–, tiene seiscientos kilómetros de largo y noventa kilómetros de ancho. Es la reserva de agua dulce no congelada más grande de la Tierra – 23.600 kilómetros cúbicos de agua dulce–. Es de origen tectónico (falla de la corteza terrestre) y está varios meses del año congelado.

En sus alrededores hay alguna pequeña aldea. Sus pobladores son los buriatos y viven de la pesca y la caza en el lago. Sus casas están hechas de troncos gruesos de alerce (una especie de conífera muy dura). Aplanan dos caras de los troncos, y montan unos sobre otros, poniendo en la junta una capa de brea. En las esquinas se cruzan los extremos de los troncos, dando a la casa una gran solidez.

Pasan el crudísimo invierno en el interior, fuera se acumulan fácilmente dos metros de nieve, salen a por leña, de la que han acumulado alrededor de la vivienda y la queman en unas grandes estufas de cerámica de colores esmaltados, tan grandes son, que sirven de pared divisoria entre dos de los grandes espacios de la casa, la sala y la cocina. Se alimentan de pescado en salazón y ahumado, de algún animal que crían y de carne de foca, el único mamífero que habita en el lago y esa especie de foca es única de él.

La belleza del Baikal es espectacular, el agua de una pureza exagerada, tan pura que la luz solar penetra en él y se puede ver hasta veinte metros de profundidad. Rodeado de la inmensa taiga siberiana, poblada en su mayor parte de abedules y alerces. Dicen, que todavía se puede oír el rugido de algún tigre siberiano. De él pude ver un tremendo animal disecado, blanco, imponente, (trescientos kilos pesaría).

Existe una leyenda que dice que si un trocito de la ropa que llevas, lo cuelgas de una rama de abedul de la orilla del lago, volverás, y yo lo hice y espero que se cumpla la leyenda.

Hay una ciudad muy grande, como a dos horas de viaje, se llama Irkutsk, ciudad ahora industrial, antaño minera. Ciudad donde eran deportados, torturados y muertos, los enemigos políticos: primero de los zares, luego de los soviets.

El mítico tren Transiberiano, tiene parada prolongada en la ciudad. En él me subí yo. Iniciando un viaje de cuatro mil kilómetros, hasta su final en Vladivostok. Viaje en el transiberiano del que ya hablaré otro día.

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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