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Bailes aztecas

Estimado lector: ¿usted se acuerda qué sensaciones tenían algunos ciudadanos cuando se mencionaba al País Vasco hace unos años? Determinadas personas pensaban instantáneamente en “terrorismo”, “ETA”, “miedo”, “violencia”… Sin embargo, los que se animaban a visitar esta región volvían con ideas completamente diferentes. Conocían de primera mano el lugar, sus gentes, sus paisajes, su gastronomía, sus costumbres…. Y se daban cuenta que el mito en torno a Euskadi no era cierto. Todo lo contrario.

Comprobaban que era una tierra extraordinaria, rica, pacífica y con una gran potencialidad. En definitiva, era –y es– un emplazamiento que bien merece una visita. O varias.

Salvando las distancias –que son muchas–, ocurre una cosa parecida con México. En los medios de comunicación aparecen diariamente noticias alarmantes. Narcotráfico, corrupción política, desigualdades, violencia…. Unos problemas que, sin duda, están ahí y que no se deben soslayar. Sin embargo, no se debe hacer tabla rasa. Este país tiene la friolera de 1.964.375 kilómetros cuadrados de extensión. Es decir, en su interior se podrían meter a España, Italia, Alemania, Francia y Reino Unido. Todos juntos. Revueltos.

En un espacio tan grande no es extraño que haya territorios que estén pasando momentos muy complicados, como Michoacán, Guerrero o Chihuahua. Precisamente, éste último Estado es donde se encuentra Ciudad Juárez, una urbe de 1.300.000 habitantes azotada durante años por situaciones extremadamente complicadas. Sin embargo, en los últimos tiempos ha visto mejorar sus índices de seguridad. “Sí, la situación fue muy difícil durante un tiempo. Juárez fue alguna vez la ciudad más letal del mundo”, confirmaba hace unos meses el político demócrata, Robert Beto O’Rourke, procedente de Texas, Estados Unidos. “Ahora viajo a Juárez regularmente para almorzar, reunirme con gente o simplemente por ir. Siempre me siento a salvo”, añadía.

Más allá de la región meridional

En cualquier caso, el norte mexicano se concentra grandes atractivos. Entre ellos estarían los enormes desiertos –gemelos a los que existen en el sur de EE.UU.–, o la sierra Tarahumara, donde se pueden encontrar paisajes únicos y grupos étnicos como los que dan nombre a la región. De hecho, los rarámuri –como ellos prefieren autodenominarse, y que significa pie veloz– conservan un gobierno propio, en el que se mezcla la tradición precolombina y la jesuita, ya que los miembros de esta Orden fueron los responsables de colonizar la zona hace cinco siglos.

Pero, si a pesar de esta riqueza, el viajero prefiere otro tipo de “vivencias”, sólo debe encaminarse hacia el sur. Un recorrido en el que puede hacer parada y fonda en el Bajío, una región en la que se ubican algunas de las joyas urbanas más importantes de América Latina. Guanajuato, San Miguel de Allende, Querétaro… Estos lugares bien merecen una estancia. De hecho, entre los placeres que regala la vida se encuentra sentarse en una terraza de esta última localidad, y disfrutar de un atardecer saboreando un buen “caballito” –es decir, un chupito– de Don Julio, que se constituye como una de las marcas de tequila más reputadas del país.

Asimismo, y por su cercanía, también se puede llegar a Ciudad de México. Una metrópoli con todas sus letras. Enorme. Impresionante. A veces estresante, muy estresante. No en vano el área metropolitana cuenta con 20 millones de personas –casi la mitad de la población de España–. Pero una vez que se conoce el DF, se desea regresar una y otra vez. De hecho posee una vida que enamora, que encandila. Sólo hay que pasear por la avenida Francisco Madero – la calle Preciado defeña– para darse cuenta de esto. Las conversaciones bullen, la gente ocupa el lugar y la música suena por todos los lados.

El recorrido cultural

Precisamente, éste es uno de los elementos más característicos de la Ciudad de México: su intensa actividad cultural. Una programación que en nada tiene que envidiar a la oferta existente en otras metrópolis, como París o Londres. Eso sí, a unos precios más accesibles. De hecho, el gobierno citadino ha apostado los últimos 15 años por un acceso universal a los diferentes eventos. Una política a la que se debe añadir la labor de organismos federales, instituciones privadas y de legaciones extranjeras, que también han colaborado en este ámbito. Como consecuencia, en la urbe latinoamericana siempre hay una propuesta de calidad a la que poder acudir.

Y, para muestra, un botón. Durante los tres primeros fines de semana de marzo de 2016 tiene lugar la 19ª edición del Eurojazz, un festival coordinado por la Delegación de la Unión Europea en México y que va a llevar hasta la ciudad a 12 grupos de diez países de nuestro continente. Entre ellos, España, en cuya representación asistirá José Luis Gutiérrez-Iberjazz Trío. De hecho, este certamen se alza como el más importante de América Latina en su tipología, siendo su acceso abierto a quien lo desee. “Todos los conciertos serán gratuitos, retransmitiéndose también por streaming”, anunciaba el embajador de la UE en México, Andrew Standley.

De la misma forma, en la capital azteca también se ha apostado por las nuevas tendencias musicales. Hace unas pocas semanas actuaba allí Hanne Tveter, una cantante sueca que combina jazz, flamenco e influencias latinas. “En mi gira de tres conciertos que estoy realizando en el DF he tenido el gran placer de estar con grandes profesionales de México: Álex Mercado al piano, Luri Molina en el contrabajo y Pablo Prieto en la batería. Y como invitado también vino Antonio Dornet”, explicaba Tveter minutos antes de la primera de sus intervenciones.

Pero si lo que se desea son grandes eventos, también los hay. Ciudad de México es uno de los primeros lugares a los que mira la gran industria cultural mundial, por constituirse como una de las puertas de entrada al mercado hispano. Así, es rara la semana en la que no hay un gran espectáculo musical, una ópera puntera o un gran estreno teatral o cinematográfico. Sólo en los dos primeros meses de 2016 han pasado por la megalópolis nombres como Madonna, Maroon 5, Alejandro Sanz, Noel Gallagher, Iron Maiden o The Rolling Stones. Además, durante los próximos días también llegarán los ingleses Cold Play y el aragonés Enrique Bunbury.

Sin embargo, algunos dirán que todo esto es magnífico, que es muy positivo, pero que DF es un lugar violento y peligroso. Sí es cierto que, como en todas las grandes urbes, se puede tener una mala experiencia con los carteristas. A mí me ha pasado. Pero al mismo tiempo se puede disfrutar de otras muchas cosas. Sólo hay que pasear por el centro histórico y deleitarse con alguna de las propuestas existentes a pie de calle. Unas iniciativas que van desde bailes aztecas a bandas de rock, teatro o narradores orales. Incluso, hay posibilidad de encontrarse con grupos de gaiteros y con personas tocando la zanfona, un instrumento tradicional castellano en fase de recuperación.

La herencia española
Como se observa, el recuerdo hispano sigue vigente en México. Algo que se puede observar en la lengua y en la música. Pero no sólo. También hay una gran cantidad de instituciones de nuestro país que  organizan diferentes actividades. Un ejemplo es el Centro Cultural de España en México, ubicado a tan sólo una “cuadra” de la catedral metropolitana y en el que se impulsan conciertos, exposiciones, charlas, obras de teatro, cursos… Siempre con el objetivo de establecer lazos entre ambos lados del Atlántico. Una filosofía compartida por otros organismos, como el Ateneo español en México o la facultad de la UNED en la ciudad.

En este sentido, se deben mencionar las estrechas vinculaciones que mantienen ambas naciones, y que en muchas ocasiones han servido para establecer políticas de cooperación. No se deben olvidar las medidas impulsadas por el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940), que  permitieron acoger a gran parte de la intelectualidad hispana que tuvo que exiliarse tras la Guerra Civil.

Una ayuda gubernativa que desembocó, en 1938, en la creación de un organismo educativo y de investigación –el Colegio de España–, cuya finalidad era que estos científicos y profesores republicanos pudieran seguir realizando su trabajo. Hoy en día, la mencionada institución sigue funcionando bajo el nombre de Colegio de México (COLMEX), y se constituye como uno de los centros de enseñanza e investigación más prestigiosos de América Latina.

Un buen paseo

Pero, regresando a las calles del DF, y para finalizar la visita, lo mejor es conocer algunos de los puntos clave de la ciudad, como el zócalo. Se trata de una enorme plaza de 46.800 metros cuadrados y edificada en el siglo XVI, que se constituye como el centro neurálgico de la megalópolis. Desde aquí, se puede partir y conocer el pasado colonial de la urbe o el templo mayor, uno de los pocos restos de la antigua Tenochtitlan.

También hay posibilidad de ir caminando hasta el monumento a la Revolución, espectacular estructura destinada originariamente a ser el Congreso de la Unión. Pero, con la llegada de la Revolución de 1910, se paralizó y se convirtió en uno de los recordatorios contra la dictadura de Porfirio Díaz. Este complejo preside una amplia plaza, la de la República, donde si la tarde está muy cálida existe la posibilidad de pegarse un chapuzón en una curiosa fuente existente en el lugar. Pero si lo que pide el cuerpo es escuchar un mariachi, sólo hay que ir a la plaza Garibaldi. Simplemente, impresionante…

Por tanto, México –y su capital– tienen sus problemas. Eso es innegable. Pero no es un país en guerra. A diferencia de lo que dicen algunos informativos, en la mayor parte del territorio no hay violencia. Todo lo contrario. Se pueden encontrar grandes tesoros culturales, naturales y turísticos. El único miedo que ha de tener el visitante es que llegue, se quede enamorado del lugar y quiera regresar. Por ello, “ven y cuéntalo”.

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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