En estos días primaverales donde unos días hace un frío invernal con heladas matutinas, otros un calor que nos invita a quitarnos capas de ropa, otros llueve fuerte o graniza, otros el viento no nos permite estarnos quietos y en otros hace todo lo anterior a lo largo de un mismo día. Son los días en los que muchas especies de aves comienzan a cantar para marcar su territorio y atraer a su pareja para iniciar el ciclo reproductor que ayudará a perpetuar a la especie.
Curruca capirotada macho aportando material alnido.
Entre esas aves una de las que más te engancha porque posee uno de los cantos más melodioso y variado es la curruca capirotada. La podemos escuchar en Sigüenza en muchos lugares como la Alameda, las orillas del río Henares, el pinar o los huertos, etc. Lugares donde el entramado de arbustos, setos o zarzas le ofrezcan protección y alimento.
La curruca capirotada (Sylvia atricapilla) es una pequeña ave de unos 15 cm de tamaño y una envergadura alar de hasta 23 cm, con un peso máximo de 24 gr. Pertenece a la familia Sylviidae. Su nombre científico proviene del latín Sylva-ae: selva, bosque; y ater-tra-trum: negro mate más capillus-i: pelo, cabello. Por tanto, su significado etimológico seria “Ave del bosque con cabello negro mate”. Un nombre que en realidad solo define a una parte de la especie.
Hagamos una breve descripción de nuestra protagonista. A simple vista es un ave de plumaje discreto y poco llamativo lo que le permite pasar desapercibida, muchos de los que
se inician en la observación de aves suelen confundirla con el gorrión común cuando la divisan de manera fugaz. El macho adulto presenta sus partes superiores de un tono pardo grisáceo con el obispillo de un gris claro; el vientre es blanco, con cola y alas de un gris negruzco. Su pico es fino y puntiagudo de color negro con la mandíbula inferior más clara; los ojos son pequeños de color marrón oscuro y están rodeados por un fino anillo de color negro en su mitad superior y blanco en su mitad inferior. En la cabeza posee un capirote de color negro que ocupa la parte superior de la cabeza y que se une al ojo en la parte superior de este. Este capirote negro es el causante del epíteto atricapilla y de su apellido en castellano “capirotada”.
Curruca capirotada macho.
La hembra se diferencia del macho principalmente porque el capirote es de color castaño rojizo. El resto de las partes superiores son pardo oliváceas con el pecho y los flancos de un tono más pálido, a veces con tono grisáceo, pero siempre con un color más pardo que el del macho. Los lados de la cara son también de un tono grisáceo y el anillo que rodea el ojo es de color castaño rojizo en su parte superior. Los ejemplares inmaduros son similares a las hembras adultas, aunque tienen tonalidades rojizas en su parte superior con el pecho y los flancos más oscuros que las hembras. En los inmaduros machos el capirote es de color pardo.
Curruca capirota hembra.
Por tanto, como vemos en la descripción de la especie el epíteto atricapilla solo definiría a los machos, ya que hembras e inmaduros no posee el cabello negro.
Es una especie de ámbito forestal con preferencia a los lugares frescos y húmedos, con buena cobertura de sotobosque y con presencia de claros. Aparece también en parques y jardines, así como en zonas abiertas con setos arbustivos como pueden ser huertos con zarzas o setos para limitar las parcelas.
Su alimentación se adapta a las estaciones. En primavera y verano se alimenta de insectos, larvas y pequeños invertebrados, con la particularidad de que en época de cría capturamuchísimas orugas para alimentar a sus pollos. En otoño e invierno ante la falta de insectos se alimenta de semillas de gramíneas, bayas y frutos. No es extraño verlas con la cara manchada de color purpura en otoño por consumir moras.
El periodo reproductor comienza en el mes de abril y finaliza en julio, con posibilidad de realizar dos puestas anuales si las condiciones son propicias. Para conseguir su territorio el macho infla exageradamente el plumaje de su cuerpo y deja caer sus alas, quedando estas colgadas perezosamente como si les pesaran demasiado, mientras la cola se abre y se cierra. De esta forma el macho que muestra mejores condiciones se queda con el territorio, a veces se observan pequeños escarceos de dos o más machos con el ritual descrito para dilucidar quien será el dueño de ese enclave.
Una vez dilucidado el domino sobre una zona, es a principios de abril cuando el macho inicia la construcción de varios nidos muy sencillos en distintas ubicaciones, uno de estos nidos será elegido por la hembra. Una vez elegido el nido entre ambos terminarán de darle la forma definitiva, que consiste en un pequeño cuenco de ramitas y hojas, tapizado por pelos y plumas. Suelen estar protegidos por la espesura. La puesta suele ser entre cuatro y seis huevos, que son incubados por los dos progenitores por un periodo de 11 o 12 días. Los pollos son capaces de realizar vuelos cortos a partir del octavo día de su nacimiento.
Pareja de macho y hembra.
Aunque en muchos lugares de la Península Ibérica las currucas capirotadas son sedentarias, como ocurre en nuestra comarca, muchas de ellas sobre todo del norte de Europa son migratorias y realizan grandes viajes. Como ejemplo podemos indicar que un ejemplar anillado en el paso prenupcial en Doñana en el mes de abril fue recuperado a 2.300 km de distancia en el mes de junio en Dinamarca.
El estudio de la migración de las aves siempre ha atraído a los ornitólogos y biólogos desde que, gracias a la desgracia de la cigüeña blanca abatida de un disparo en una cacería el 21 de mayo de 1822 en el Castillo Bothmer en el norte de Alemania, se supo que las aves migraban. La migración ha sido un campo de investigación frecuente para intentar entender como las aves saben cuándo y a donde deben emigrar. Y fue durante la última mitad del siglo pasado cuando el célebre ornitólogo e investigador Peter Berthold realizó un experimento con currucas capirotadas (alemanas y canarias) en el cual quería estudiar el comportamiento migratorio de estas aves. Gracias a ese laborioso estudio se demostró que el Zugunruhe, que es como se denomina a la inquietud migratoria en los animales, en las aves es genético. Además, los resultados de ese experimento probaron que debido al cambio climático y a la intervención del ser humano los patrones migratorios de algunas de estas currucas habían cambiado, y que solamente se necesitaron dos generaciones para desarrollar ese comportamiento. Un gran paso para la ornitología y para el estudio del comportamiento de muchas especies de aves.
En la Península Ibérica se dan cuatro subespecies distintas de currucas capirotadas, la que podemos observar en nuestra comarca es Sylvia atricapilla atricapilla.
Para finalizar comentar que el canto de la curruca capirotada y su aspecto inspiró al poeta italiano Giovanni Pascoli el poema titulado “La Capinera”, nombre en italiano de la curruca capirotada.
Texto/fotos: Javier Munilla