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Mortero español. Siglo XVIII. Cartagena de Indias.

Recuerdo que en el colegio nos contaron que el mejor lugar para situarse en un bombardeo artillero es la oquedad creada por la bala del disparo anterior, pues la probabilidad de que caigan dos balas en el mismo lugar es bajísima. Buen razonamiento; pero si te vieras en la ocasión ¿qué harías?

Cuando se estableció esta idea matemática en el siglo XV, los cañones eran simples tubos artesanales que se cargaban a mano con una cantidad aproximada de pólvora y que disparaban balas (bolas de hierro) artesanales que no explotaban. El cañón se movía a cada descarga y había que volverlo a situar; lo que hacía que ningún disparo partiera del mismo punto, ni con la misma orientación, ni con el mismo ángulo de inclinación. A esto había que añadir el efecto del viento sobre la bala. El resultado de tanta imprecisión era que cada tiro era único y la bala podía caer en cualquier punto del área de precisión del cañón.

En aquellas condiciones los puntos en los que podía caer la bala eran igual de probables, pura lotería. Por eso la probabilidad de repetir el lugar de caída es muy baja. Por ejemplo, si un cañón de entonces disparaba balas de 20 cm de diámetro, con un área de precisión de 100 m2, dos balas del mismo cañón caerían en el mismo punto cada 3.200 disparos aproximadamente.

(Para calcular la probabilidad de que caiga la bala en un punto se toma el valor de la superficie del proyectil y se divide por la superficie total a la que puede alcanzar, según la precisión del cañón, esto es 0,000314. Su inverso, 3.183, es la frecuencia de disparos que caen en un punto).

Pero hoy en día la cosa ha mejorado… o empeorado, según se mire.

Los cañones están fabricados industrialmente y la precisión de la construcción de su alma es muy alta. Tienen incorporados sistemas de anclaje para reducir el desplazamiento tras una descarga y la orientación del disparo se calcula mediante topografía, observación área o incluso por satélite. Los obuses (proyectiles de forma cilíndrica con terminación cónica) actuales son explosivos y construidos con exactitud moderna, tienen una desviación mínima en su “vuelo”, ya que su forma aerodinámica y el giro que se le imprime hacen que mantenga mucho mejor su trayectoria.

Tanta perfección técnica aplicada a matar, hace que la probabilidad de que un obús caiga en un punto u otro no sea nada “equiprobable”; por el contrario, una vez fijada la puntería, el primer proyectil tiene una alta probabilidad de caer cerca del objetivo, y el segundo también, y el tercero… Y si agregamos que los obuses actuales son siempre explosivos, la superficie afectada es mucho mayor. De modo que al calcular la probabilidad el numerador es mucho mayor y el denominador mucho menor, lo que aumenta tremendamente la probabilidad de que nos pille, si nos quedamos en el punto de la explosión anterior.

Así que si te encuentras en medio de una zona barrida por los disparos de la artillería, y no te dispararan con morteros del siglo XV, lo que debes hacer es buscar un refugio o salir pitando y olvidarte de lo que te enseñaron en el cole.

Ediciones de La Plazuela - El Afilador

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