Los Carnavales siguen triunfando en la Sierra de Guadalajara
Condemios de Arriba y Villares de Jadraque
Vaquillas, vaquillones, zorramangos, mascaritas... Éstos son algunos de los muchos personajes carnavalescos que, en este mes de febrero, se han podido ver por las calles de diferentes municipios de la sierra. Son representaciones que, según indican los expertos, pertenecen al ciclo de invierno de las fiestas tradicionales y que, aún hoy, se han conservado y siguen teniendo un gran tirón en las localidades a las que se circunscriben.
Una de dichas celebraciones ha sido la de la vaquilla, que tuvo lugar en Condemios de Arriba, y que fue recuperada en 2007, gracias al buen hacer de la asociación cultural El Poyato y de diferentes vecinos del pueblo. “Esta fiesta ha estado bastante tiempo sin desarrollarse”, indicaba Mariano Sánchez, miembro tanto de El Poyato como de la organización de esta fiesta. “No obstante, me consta por alguna foto que he visto y por comentarios de algunos vecinos que sí se ha celebrado alguna vez de forma esporádica tras su desaparición ”, añadía.
En cualquier caso, desde 2007, momento de su reaparición definitiva, se ha tratado de un festejo que no se ha dejado de hacer, a pesar de que en años como el presente, quizá por el frío, haya acudido menos gente que en ocasiones anteriores. Situación que no ha sido óbice para que los presentes disfrutaran de lo lindo con la aparición de las dos vaquillas que recorren las calles de Condemios. “Las salidas consisten en que estos personajes corren por el pueblo persiguiendo a todos los vecinos que no vayan disfrazados, con el fin de pintarles la cara”, explicaba Sánchez. “Actualmente se tizna con pintura negra de dedos o con maquillaje, pero antes se utilizaban los carbones de la lumbre o incluso la grasa de los carros”, narraba.
Pero, ¿cómo se puede distinguir a los protagonistas de esta fiesta? Muy fácil. “La vaquilla va vestida toda de blanco, con una careta para que no se sepa quien es, y unas astas de vaca o toro enganchadas a un soporte que lleva encima de los hombros”, detallaba el organizador. “En la parte trasera de las amugas van colocados unos cencerros para saber cuando viene”, complementaba.
Y, ¿de dónde procede este uniforme? “El traje blanco viene de los calzoncillos tradicionales largos y las camisetas interiores de manga larga blancas. Además, los soportes de las astas están bastante bien ya que los conserva uno de los vecinos y se encarga de que estén dispuestos para cada año”. Sin duda, unos magníficos mimbres para celebrar la fiesta de la vaquilla, que en 2013 ha vuelto a ser tan divertida como en años anteriores.
De vaquilla a vaquillones
En el otro lado del Alto Rey se encuentra Villares de Jadraque, localidad en la que también han celebrado los carnavales por todo lo alto. En este caso, la celebración principal ha sido la de los vaquillones y zorramangos. Se trata de una costumbre en la que una serie de vecinos y personas vinculadas con la localidad se visten con pantalones parecidos, un cobertor rojo cerrado en pico, un gorro y un saco de arpillera que hace las veces de careta –siempre dejando hueco para la nariz y la boca–. Sobre los hombros se colocan unas amugas, en cuyos extremos delanteros hay unos cuernos, mientras que de la parte trasera cuelgan unos cencerros.
En cuanto a los zorramangos, en la actualidad no se conservan, pero según cuentan los mayores, las mozas del pueblo, con el fin de que los vaquillones no les persiguieran, se vestían con ropas viejas, para simular ser ancianas. Una broma con la que se buscaba pasar un muy buen rato. Pero, a pesar de la desaparición de estos personajes femeninos, la diversión sigue estando asegurada en esta fiesta. Un claro ejemplo ha sido la edición de este año, a la que han asistido hasta un grupo de fotógrafos de Levante, que se alojaron en Villares y participaron en la tradición.
El día grande de esta celebración, como es habitual, ha sido el sábado de Carnaval, cuando la asociación cultural de la localidad preparó unas migas populares y, tras su degustación, una decena de personas se enfundaron los trajes protagonistas de esta tradición, para perseguir a los asistentes. “Nos lo pasamos muy bien”, indicaba Fidel Paredes, uno de los vecinos que se han vestido este año de vaquillón.
Todo para disfrutar de una costumbre que se caracteriza por su antigüedad. Víctor Llorente es hijo de Villares –aunque ahora viva en Madrid–, y señalaba que “desde que yo tenía uso de razón ya se celebraban los carnavales”. “Un tío mío ya se vestía, al igual que mi padre”, explicaba. Ni siquiera las prohibiciones franquistas consiguieron acabar con los vaquillones. Además, desde la década de 1980, la asociación cultural del pueblo quiso relanzar la actividad, lo que ha permitido, junto con el hecho de que nunca dejara de celebrarse y el gran arraigo con el que cuenta entre la población, que haya sido declarada de interés turístico provincial.
Así, en todos estos años, confirmaba Llorente, la comparsa de vaquillones ha recorrido muchos lugares, desde la capital arriacense a diversas localidades y eventos de la provincia –como el festival medieval de Hita–, además de ciudades como Málaga o Madrid. “En los carnavales de Madrid nos llamaron en una ocasión para desfilar, recorriendo el trayecto existente entre Puerta de Toledo y la plaza Mayor”, rememoraba. “Yo, por aquel entonces, trabajaba en Galerías Preciados, y pedí permiso para poder participar”, confirmaba.
De esta forma, las propuestas de Condemios y de Villares han sido –y siguen siendo– fundamentales dentro del calendario festivo de la sierra y de toda la provincia. Sin embargo, en la comarca más septentrional de Guadalajara se han desarrollado otras muchas fiestas de una gran tradición carnavalera, como las mascaritas de Almirute. Incluso, en otros municipios, en tiempos pasados, también hubo festejos muy relevantes es las mismas fechas. Se trata, por ejemplo, de Bustares, donde aparecía un zorramango. Esperemos que fiestas como ésta puedan unirse en breve a la vaquilla, los vaquillones o a las mascaritas.
Julio Martínez