Cuatro amigos hacen 3.700 km para conocer la mayor central solar del mundo, en la que trabaja uno de ellos
La cosa viene coleando desde hace ocho o nueve años, cuando cuatro amigos más o menos seguntinos se conjuraron para reparar sendas vespas antiguas con la noble intención de darse un garbeo por España. Nos referimos a Luis Sardá, Pedro Alcántara, Enrique Pleite y Alberto López Amor. Eran tiempos de bonanza, y los sueños eran en color. Pero llegó eso a lo que llaman crisis, y volvimos al blanco y negro. La idea quedó en suspenso, Luis encontró un nuevo futuro en Brasil y las vespas se fueron reparando a ritmo lento en el taller. La de Luis quedó aquí, y se la repararon entre todos.
La pasada primavera, Alberto, el entusiasta de la mecánica e irredento amante de las vespas, comentó en La París: “¡Tenéis que ver donde estoy trabajando!” Alberto es otro de los que se han trasladado en busca de oportunidades, y ha encontrado una en Ouarzazate, al sur de Marruecos, participando junto a otras empresas españolas en la construcción de la planta solar más grande del mundo, que fue inaugurada el 5 de febrero de este año.
“¿Y por qué no nos vamos en Vespa?”, se preguntaron… Llamaron a Luis a Brasil, y la cosa tomó cuerpo. Hablaron también con Juanito, un amigo herrero de Miralrío, que podría unirse con su chopper; pero no pudo ser. En el último momento se les unió Julio Jiménez, “El Juli”, quien cabalgaría a lomos de otra vespa de Alberto. Salieron finalmente el sábado 24 de septiembre, rumbo a Ouarzazate, y regresaron el 4 de octubre tras haber recorrido en torno a 3.700 km, a una media de unos 400 km diarios.
Tratando de evitar las autovías, se perdieron el primer día por los Santos de la Humosa; por lo que sólo pudieron llegar a Aranjuez. No había plan de comidas ni de alojamiento; tan solo una ruta y una aventura por delante. La idea era coger el ferry en Málaga y viajar por el Este hacia el Sur de Marruecos, pero la moto de Pedro gripó por tres veces, y hubo que cambiar de planes.
El inevitable arreglo pudo realizarse gracias a la generosidad de los miembros de “Scooter Clásico”, un taller de Málaga con el que lograron contactar. “Son dos hermanos que se dedican a la reparación de vespas y lambrettas”, nos comentan los participantes. Les cedieron el taller con la condición de que ellos no tuvieran que intervenir. “¡Gracias, amigos!” A partir de ahí, la ruta continuaría a través de Algeciras y Tarifa, donde finalmente tomarían el ferry.
“La costa norte de Marruecos estaba siendo azotada por un vendaval, por lo que íbamos literalmente volcados en las vespas”, relata a La Plazuela Pedro Alcántara. “Luego nos cayó el tormentón del año llegando a Er Rachidia, en las estribaciones al Este del Atlas. Al atardecer llovió lo que no estaba escrito; así que no tuvimos más remedio que parar en Er Rich. El agua corría a manta por las escorrentías provocando destrozos en las carreteras, reventando incluso los pretiles. Estábamos tensos, desconcertados. Perdimos una mañana entera pero la verdad es que no se podía seguir”.
Más adelante llegaría un nuevo susto en forma de reventón de Juli bajando un puerto, a lo que se sumó un amago de gripaje de Alberto. Pero no todos eran penalidades. El recofrrido por el centro de Marruecos les fascinaba a cada paso, comían en los restaurantes de carretera disfrutando cada instante, cada trago y cada bocado. “¡Era genial!”, comenta Pedro, “descansar y comer con tranquilidad…”
El 30 de septiembre, ya de atardecida, llegan a Ouarzazate, donde el tiempo apenas les va a alcanzar para completar un día entero. Dedican la mañana siguiente a visitar la central solar donde trabaja Alberto, se sumergen en la magia de la Medinha y el casco viejo de la ciudad, capital de la región de Sous-Masa-Draa, conocida como “Puerta del Desierto”, y ¡vuelta para casa! por la ruta del Este, la que se les negó a la ida. El 4 de octubre, cargada de emociones y anécdotas la mochila pero sin más novedad digna de mención, completan el periplo. ¡Sigüenza, al fin. Vamos a tomarnos una cerveza!