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La provincia de Guadalajara, un paraíso para la observación de aves y con un enorme potencial como destino de turismo ornitológico.

Con las hoces del río Dulce y del río Salado como marcos incomparables, se desarrolló entre el 7 y el 12 de junio el curso de formación “Turismo Ornitológico en la provincia de Guadalajara”, organizado por la Dirección Provincial de Agricultura, Medio Ambiente y Desarrollo Rural de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.

Río Salado.

Una veintena de alumnos y alumnas aprendieron a lo largo de cuatro jornadas y 25 horas lectivas, cómo la observación de aves puede ser el hilo conductor para conocer parajes, pueblos y comarcas con sus complementos etnográficos, históricos y culturales: un punto de partida perfecto para defender y revitalizar un patrimonio natural extraordinario y para llegar a convertirlo en un recurso turístico de primer nivel. Y también en Guadalajara: ¿por qué no?

Al frente del curso, Ángel Vela, técnico del Servicio de Política Forestal y Espacios Naturales en la citada Dirección Provincial y un auténtico experto y apasionado de las  aves y defensor de todo lo relacionado con la conservación del medio ambiente.

Una actividad formativa que tuvo a Guadalajara y Pelegrina como sedes para las clases teóricas y a Madrid (visitando la feria MadBird), al Barranco del río Dulce y a la ZEPA del río Salado como enclaves para la parte práctica.

Pelegrina.

En cuanto a los objetivos marcados para el curso: el turismo ornitológico como actividad económica (se calcula que al año en España hay más de veinte millones de visitantes a espacios naturales), la importancia local y global de un sector en auge, los perfiles de los distintos demandantes de estos servicios (profesionales, “pajareros”, ecoturistas y fotógrafos, entre otros) y los actores implicados (desde las administraciones y organizaciones no gubernamentales hasta el sector hostelero y otros colectivos) en esta modalidad de ecoturismo, entendiendo éste como esa visita a un espacio natural para conocerlo y disfrutarlo a la vez que se contribuye a conservarlo y a no ocasionar impactos negativos, repercutiendo en positivo en la población local.

Asimismo, se adquirieron conocimientos en la preparación de productos turísticos ornitológicos en función de los demandantes y de las posibilidades de cada zona, se analizó la relación de la avifauna provincial y su potencial de cara al “turista de aves”, además de profundizar en los mejores enclaves para observación de avifauna en Guadalajara, el diseño de rutas ornitológicas y la aportación de propuestas realistas para este tipo de turismo.

Buitre leonado.

Entre buitres, chovas y roqueros

Si la teoría fue interesante, la práctica del curso resultó un maravilloso disfrute para los cinco sentidos. Porque junto a la observación es un verdadero deleite la escucha. Primero caminando y observando sumergidos en el agradable y sorprendente Barranco del Dulce desde el pueblo de Pelegrina, como si de un recorrido en homenaje al entrañable Félix Rodríguez de la Fuente se tratara, maravillados a cada paso por pequeñas aves como el pinzón vulgar, el arrendajo, el estornino… E igualmente admirados por la presencia de córvidos, como cuervos, grajillas, cornejas y chovas piquirrojas, y de pequeñas aves insectívoras, como vencejos, aviones comunes y roqueros. Y por el canto del cuco, del ruiseñor, de la oropéndola…

Chovas pitirrojas en el Dulce.

Pero, sobre todo, por las rupícolas: esas aves que, desafiando al vértigo, deciden montar sus aposentos en las oquedades de taludes y roquedos. Aquí, como principales representantes: águilas calzadas y culebreras, alimoches y buitres leonados, éstos últimos referentes sin duda en esta zona de la provincia y a los que se puede ver en los cantiles o bordes de los despeñaderos o sobrevolando majestuosos unos cielos tan limpios como evocadores.

Tampoco se queda atrás otro regalo de la Naturaleza en Guadalajara como es la zona enmarcada entre Sigüenza y Atienza, principalmente, con el río Salado como protagonista. Allí las y los participantes en el curso pusieron en práctica lo aprendido recorriendo parajes de Santamera, examinando los pequeños moradores de las murallas atencinas, buscando sin éxito en los Altos de Barahona la “joya de la corona” por esos y otros lares como es la alondra ricotí y finalizando con una visita a las abandonadas salinas de Rienda y a una de sus moradoras: la graciosa y delicada cigüeñuela común.

Paseriformes.

Emprendimiento, autoempleo

Entre quienes tomaron parte en estas amenas jornadas, gente proveniente de mundos tan dispares como la biología, las bellas artes, la hostelería, el periodismo… y todas y todos muy implicados y concienciados de la necesidad de apostar por un ecoturismo respetuoso, de calidad y que genere riqueza para reinvertir en conocimiento, conservación y divulgación de los tesoros que nos brinda la Naturaleza.

Aunque desde el principio se dejó claro que este curso no capacitaba explícitamente para la puesta en marcha inmediata de un negocio de turismo ornitológico, las y los participantes sí pudieron llevarse un buen puñado de ideas, bien de autoempleo o bien de mejora en trabajos ya en marcha por cuenta ajena, que con la debida y complementaria formación e inversión podrían llegar a traducirse en iniciativas económicas viables con la observación de aves como epicentro.

Cigüeñuela común

Precisamente, el aumento del interés de las personas por viajar a áreas de Naturaleza y a disfrutar de experiencias de ecoturismo anima al estudio de esos posibles proyectos de emprendimiento alrededor de este sector. Sólo las cifras de biodiversidad en España hablan por sí solas: es el país europeo con mayor porcentaje de superficie protegida (27% es Red Natura 2000), con más de 1.900 espacios de protección, entre ellos 15 Parques Nacionales, 48 Reservas de la Biosfera (1ª posición mundial) y 11 geoparques (2ª posición mundial).

Eso sí, recalcando que es imprescindible poner especial atención en la planificación y gestión de los recursos y también en la regulación de limitaciones y acciones éticas y de buenas prácticas por la incidencia que pueda tener la actividad turística sobre la fauna y, por extensión, sobre la flora de espacios naturales. Y sin olvidar que los criterios de conservación deben primar siempre sobre los de uso turístico.

Como al parecer dijo una vez un tal Gandhi: “Un país, una civilización se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales”. En este caso, esperemos que el turismo ornitológico se convierta en la punta de lanza por la defensa de un patrimonio que merece la pena ser conocido y mejor conservado.

Óscar Izquierdo Barbas
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