Una senda de ilusión y de amistad. Casi cuarenta años después, algunos hijos de aquellos chavales de la meseta que vieron por primera vez el mar en Alcoceber (Castellón) y compartieron con otros niños actividades y juegos de campamento tienen de monitores a los que fueron discípulos de sus padres. Antes fueron niños del campamento de pequeños en el pinar y luego del de mayores, hasta los 16 años. Como en los versos de Antonio Machado, “se hace camino al andar”. Y el relevo, por el momento, parece asegurado.
Mediados de julio. Junto al Oasis, al pie del arroyo que bordea el pinar, casi un centenar de niños, en edades comprendidas entre los 6 y los 12 años, aprenden y disfrutan de las actividades que les han preparado con mucha ilusión y entusiasmo en los meses de invierno los 30 monitores que están a su cuidado. Después de casi cuarenta años, el espíritu de los campamentos de Don Daniel – hoy con sus hermanas en el Asilo, rezando por ellos – sigue vivo. “Abriendo Camino” tiene una larga historia detrás. Una trayectoria que ha enriquecido en buena medida la formación de nuestros hijos y anteriormente la de los progenitores. “Tu padre fue mi monitor, cuando yo era como tú” es un comentario frecuente en el campamento del pinar, entre niños y monitores.
Pero, antes de hablar de la realidad actual de “Abriendo Camino”, merece la pena conocer la génesis de una asociación cultural creada por Don Daniel a mediados de los años setenta, con el fin de que los chavales de Sigüenza y la comarca pudieran “conocer el mar” y compartir con otros niños actividades al aire libre. Los orígenes de “Abriendo Camino”, como recuerda el propio Don Daniel con la colaboración de su hermana Carmen, hay que situarlos en otra asociación anterior que se llamó “Oportunidad entre amigos”. “Dábamos clases gratis a la gente que no había podido estudiar y lo hacíamos en Acción Católica, lo que ahora es el Museo Diocesano, con el fin de que esas personas pudieran sacarse el certificado de Primaria. Entonces, pensé que sería una buena idea hacer campamentos para los chavales y viajar con ellos a lugares de la costa. Para eso creamos una nueva asociación oficial”, comenta el que fuera durante tantos años párroco de Santa María.
El primer campamento de “Abriendo Camino” se realizó en Alcoceber, Castellón, en condiciones un tanto precarias y con unos servicios bastante rudimentarios. “Los baños no tenían puerta y poníamos una gorra sobre la pared para indicar que en ese momento estaba ocupado”, recuerda Carmen Sánchez Domínguez, eficaz colaboradora del proyecto de su hermano. Pero lo realmente importante es que aquellos primeros pasos sirvieron para convencer a los más escépticos de que “Abriendo Camino” haría honor a su nombre y que cada verano muchos niños y jóvenes podrían conocer otros lugares, hacer nuevos amigos y vivir nuevas experiencias. Los tiempos han cambiado, pero el espíritu de “Abriendo Camino”, y hasta el clásico “¡qué pasa tío!” de Don Daniel, permanecen.
Ignacio, Sergio y Blanca, además de buenos amigos, son monitores con experiencia y los tres han estado en los campamentos del pinar y de la playa de forma ininterrumpida desde que eran unos niños. El paso siguiente fue hacerse monitores y enseñar lo aprendido durante 10 años a los hijos de quienes les habían enseñado a ellos.
En el kiosco “Tal y Tal” de la Alameda, frente a unas coca-colas, estos tres universitarios –los dos primeros han terminado 4º de Medicina y Blanca 3º de Matemáticas– opinan sobre lo que significa para ellos “Abriendo Camino” y cuentan algunas de sus experiencias. “Lo mejor de ‘Abriendo Camino’ es el grupo de amigos que te llevas del campamento”, comenta Blanca.
“Se produce una buena integración entre los chavales que venimos de Madrid y los que viven todo el año en Sigüenza. Los campamentos fomentan el compañerismo y te abren la posibilidad de conocer a más niños, con los que luego quedas si vienes un fin de semana. Nos formamos y nos hacemos más solidarios”, afirma Ignacio.
Para su amigo Sergio, “Abriendo Camino” es una cita obligada del verano, desde que iba a comprar chuches a la Loli con su pandilla del campamento del pinar. Ahora, con 22 años, organiza sus vacaciones en función del calendario de “Abriendo Camino”, que para él es sagrado. “Siempre que pueda, voy a seguir participando. Los que fueron mis monitores ahora nos traen al pinar a sus hijos. Es una cadena que no se debería romper”, explica Sergio.
También recuerda Ignacio que algunas de las peñas de las fiestas, como “Los Estrellados” o “El Despiste” y algunos noviazgos y hasta matrimonios se han gestado en estos campamentos de verano. “Los monitores –comenta Blanca– trabajamos por compañerismo, porque hay mucha unión y lo hacemos sin pedir nada a cambio. De forma voluntaria. Es más, a nosotros nos cuesta dinero”.
El incremento de las ofertas de ocio y la proliferación de campamentos de todo tipo, ha provocado una disminución preocupante de la demanda para el campamento de mayores. No así para el de pequeños. Por esta razón, se han buscado nuevas vías de financiación y se hacen algunas ofertas, aunque la cuota solo sea de 275 euros. Se realizan descuentos para hermanos y para aquellos niños que han cumplido los diez años y han estado ya en julio en el campamento del pinar.
El recuerdo de Don Daniel se cuela inevitablemente entre los pinos y las tiendas de campaña. Sus saludos de cada mañana no son fáciles de olvidar. “Te daba la mano – recuerda Sergio – y te decía: ‘buenos días, tío, ¿tienes bola?’ y también ‘venga, saca esa sonrisa’”. Tanto es así que “la bola”, “las ganas de vivir” o “hay que sonreír” son expresiones que cada uno de los monitores que han pasado muchos en los campamentos “del cura” llevan grabados en el corazón. “Antes de desayunar rezaba para que todo saliera bien ese día”, recuerdan.
Tampoco se olvidan momentos entrañables y divertidos, como el día que desfilaron todos juntos por las calles de Ribadeo, niños y monitores, con sombreros de paja cantando las canciones del campamento, o cuando hacían las excursiones a las piscinas y toboganes de Aquopolis.
Las actividades de “Abriendo Camino”, como recuerdan Ignacio, Sergio y Blanca, no se reducen solo a los dos campamentos de verano. También se organizan a lo largo del año cursos, talleres, festivales y otras actividades en colaboración con La Salamandra, el Centro de Refugiados o el Club Deportivo Sigüenza. “El invierno pasado – afirman – organizamos en el polideportivo ‘CamiNavidad’, un festival para los niños, con juegos y talleres gratuitos, que tuvo un gran éxito. Participaron un montón de chavales de Sigüenza. Luego, a finales de junio, realizamos una gymkhana en colaboración con La Salamandra, a la que se apuntaron también muchos padres. En septiembre, cuando volvamos del campamento de Río Grande (Valencia), realizaremos nuevas actividades y talleres en La Salamandra. Queremos fomentar el ocio y seguir haciendo actividades con los niños durante todo el año”.
El orgullo de formar parte de “Abriendo Camino” lo resume muy bien Ignacio al final de nuestro encuentro. “Yo, por ejemplo, voy a ser director del campamento de mayores después de 16 años que llevo en ‘Abriendo Camino’. Muchos niños repiten al año siguiente de conocer el campamento y convencen a otros amigos para que les acompañen”.
El objetivo está claro y el camino sigue abierto para que continúen llegando niños, se hagan después monitores y los actuales vuelvan unos años más tarde con sus hijos de la mano. No puede perderse una de las grandes obras que nos ha legado el excura de Santa María y que ahora apoya también el actual párroco Oscar Ruiz.
Don Daniel: “Ha sido una experiencia muy importante"
Es el padre de la criatura, el alma de “Abriendo Camino”. El cura de Santa María, que ha podido con todo. Un luchador. Una fuerza de la naturaleza, que a sus 78 años se ha visto obligado a abandonar la primera línea de combate y a pasar a la reserva por razones de salud. El hombre al que nunca Sigüenza le agradecerá lo suficiente el gran trabajo realizado con los jóvenes de la ciudad.
Sentado en la terraza del Asilo, franqueado por sus hermanas, Inés y Carmen, aprovechamos el fresco de la caída de la tarde para recordar sus inolvidables campamentos. Le cuesta explayarse. Sonríe más que habla. Sin embargo, tiene cuatro ideas muy claras que resumen perfectamente la historia de “Abriendo Camino”.
“Ha sido una experiencia muy importante. Me siento feliz de haberla podido llevar a cabo y más feliz todavía de la grandeza que han conseguido los chavales que han participado a lo largo de casi cuarenta años de campamentos. Lo más bonito es que nunca se ha producido ningún accidente serio, ni en los campamentos del pinar, ni en los que hemos hecho fuera de Sigüenza”. En estas cuatro frases resume Don Daniel una aventura “maravillosa”, que comenzó a mediados de los setenta.
El primer campamento se llevo a cabo en Alcoceber (Castellón) en el verano de 1977. Carmen, la hermana pequeña de Don Daniel, recuerda con detalle los preparativos. “Recogíamos cartones y botellas de cristal para sacar dinero. Algunas personas – Don Gerardo y su hermano Paulino, entre otras – pusieron como aval su vivienda. También hicimos un mercadillo. Los padres de los chavales fueron a visitarnos con una tienda grande de campaña porque no conocían el mar”.
A lo largo de todos estos años, Don Daniel y sus dos hermanas han sido testigos de situaciones divertidas y también de algunos momentos emocionantes. “Algunas madres veían a sus hijos que las abrazaban llorando al volver a Sigüenza y creían que era por la emoción de encontrarse de nuevo. Sin embargo, los niños lloraban porque se había acabado el campamento”, comenta Carmen.
Un año, en San Fernando (Cádiz), visitaron por dentro un buque de la Armada, aprovechando que estaba al mando de las tropas un general que veraneaba en la calle San Roque, de Sigüenza. En otra ocasión, el obispo de la diócesis, Jesús Pla Gandía, se apuntó también unos días a las actividades del campamento, sin quitarse la sotana, y volvió encantado. “Siempre que hablaba con él me preguntaba por ‘Abriendo Camino’ y me insistía en una cosa: Daniel no dejes el campamento, no lo dejes”, recuerda el que fuera durante varias décadas párroco de Santa María.
Las dos hermanas de Don Daniel, a las que él prefiere cederles la palabra, hacen balance de esta añorada experiencia, mientras alguien nos recuerda que ya es la hora de la cena. Inés: “Lo mejor de los campamentos ha sido ver lo felices que eran los niños y los padres”.
Carmen: “Ha sido una experiencia muy buena para todos”. Y Don Daniel sonríe, como si aquí no hubiera pasado nada.