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Que Van Gogh pintara campos dorados o noches serenas tiene mérito, pues su vida fue un deshilachado lienzo pintado en los tonos oscuros de la pobreza, la enfermedad y el desamor y con los trazos toscos de la inadaptación y la soledad.

noche estrelladaDe su pintura neo-impresionista que hablen los entendidos, pero si para gustos hay colores, a Van Gogh no le faltó el gusto. Durante su retiro final en el sur de Francia, en el que pintaba cuatro cuadros a la semana, realizó una serie de noches estrelladas entre las que destaca la que pintó desde la ventana del manicomio en 1889, trece meses antes de suicidarse con tan sólo treintaisiete años. En el tercio más sombrío, un árbol de esbelta silueta recorre el cuadro de abajo arriba fijando la escala de distancias, y detrás van apareciendo una aldea, una arboleda y un fondo de colinas onduladas. La parte más luminosa se centra en un cielo nocturno que parece cobrar vida gracias al estilo arremolinado de los trazos. Sobre el tono azulado dominante destacan los colores de diversos cuerpos celestes, como una inequívoca luna menguante.

Resulta curiosa su representación de las estrellas mediante trazos concéntricos en vez de asteriscos. A los sesgados ojos del astrónomo le recuerdan la verdadera estructura esférica de las estrellas – núcleo y capas radiativa y convectiva en el interior; fotosfera, cromosfera y corona en el exterior. Igual que las estelas que atraviesan el cuadro de izquierda a derecha en largas pinceladas le evocan la Vía Láctea o corrientes atmosféricas. Quizás Van Gogh tuviera la habilidad de “las gentes de los viejos tiempos” que, según Myles Na Gopaleen, “podían percibir los colores del viento – un púrpura profundo el del este, plateado el del sur, negro el del norte y ámbar el del oeste– y podían pasarse tardes enteras admirando su belleza, cómo crecían o amainaban o la magia de sus tonos al entrelazarse como cintas en una boda”.

noche rdanoPero lo que más me llama la atención es el color de las estrellas: la mayoría amarillas, rojas o anaranjadas, alguna blanca o azulada pero ninguna verde. En realidad las estrellas son de todos los colores a la vez (según una ley descubierta por Max Planck en 1901) aunque hay unos que destacan dependendiendo de la temperatura de la superficie. El cuerpo humano, a 36 grados, emite fundamentalmente luz infrarroja (invisible); un hierro a 700 grados se pone al rojo vivo; en una estrella a 6.000 grados destaca el verde, y en una a 10.000 grados (Sirio), el ultravioleta. Este desplazamiento del color dominante de un cuerpo según su temperatura fue descubierto por Wilhelm Wien en 1893.

Ahora bien, el color que el ojo percibe es la suma de toda la luz visible que llega a unas células llamadas conos, descubiertas por Ramón y Cajal a finales del siglo XIX, y que son de tres tipos: sensibles al rojo, al verde y al azul. En una estrella “fría” como Antares, de los colores visibles domina el rojo, es decir, se excitan muchos conos rojos y apenas alguno verde o azul, de manera que el cerebro lo interpreta como globalmente rojo. En el caso del Sol la luz dominante es, insospechadamente, la verde pero seguida muy de cerca por el resto de colores del arco iris, excitándose números parecidos de los tres tipos de conos, dando como resultado el blanco (aunque pintemos al Sol convencionalmente amarillo, su luz es blanca). Por último, una estrella más caliente, como Sirio, excita más conos azules que verdes o rojos, en una proporción que resulta en un color azulado. Sin quererlo, Van Gogh tenía razón: vemos estrellas rojizas, blancas y azuladas, pero no verdes. Por cierto, hay que aclarar que en la visión nocturna el ojo usa principalmente los otros fotorreceptores, los bastones, sensibles a la intensidad y no al color, por lo que sólo somos capaces de ver el color de las estrellas más intensas.

Que las estrellas de un cuadro de Van Gogh reflejen la iluminación científica de tres premios Nobel contemporáneos del artista –Wien, Planck, Ramón y Cajal– quizás sea producto de la mente calenturienta de quien pretende ver arte y ciencia por doquier. Pero justamente ahí radica el valor de la obras de arte: en que, independientemente de la intención del autor, provocan tantas emoLas noches estrelladas de Van Gogh
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Viñeta

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