Aunque han transcurrido ya unos días, no quiero dejar pasar la ocasión de escribir esta breve crónica.
Tengo que confesar que Sigüenza nunca dejará de sorprenderme, pues continuamente, como en un prisma, aparecen distintas facetas bajo las que cobra un aspecto muy diferente.
La más conocida es, obviamente, la de una ciudad medieval razonablemente conservada, que presenta su candidatura a Patrimonio mundial, con sus travesañas, el castillo, la catedral y el paisaje circundante; también está, aunque algo deslustrada, la ciudad que fue de veraneo de una clase media y algún representante de la alta, con sus casas de piedra barrocas y la umbrosa alameda.

No olvidemos tampoco la Sigüenza musical, que lo mismo nos trae una prodigiosa adolescente china arrancando sentimientos humanos a un chelo, que pianistas y orquestas de fama internacional, o una masa coral devolviendo al presente partituras olvidadas desde hace trescientos años.
La Semana Santa es otra de sus peculiaridades, con esos pasos tipo cartón de Olot que sustituyen a los destruidos en una contienda casi centenaria, llevados a hombros por cofrades que parecen sacados del entorno descrito por Pérez Reverte para su capitán Alatriste, imagen insólita que recuerda otra no menos singular: la procesión de los faroles, luces y destellos coloreados en la plácida noche estival.
Y, como no pueden faltar las tradiciones populares, otra Sigüenza se nos muestra en las alegres y multitudinarias fiestas de San Roque, los arcos de San Juan, las romerías de Santa Librada, la marcha a Barbatona y demás pequeños eventos que jalonan el año, de enero a diciembre, sin contar con las propuestas diversas de actividades turísticas, competiciones, concursos, jornadas y demás, con temáticas como el libro, los coches o las actividades micológicas.
Todo este resumen, a modo de folleto turístico, viene a cuento porque deseo compartir con el lector un día que me resulta especialmente querido, como conservadora del Cuerpo Facultativo de Museos, directora técnica del Museo del Ejército y de la Fundación Lázaro Galdiano que fui: el Día Internacional de los museos, cuando instituciones culturales de todo el mundo abren sus puertas y se publicitan ante sus visitantes como un pilar fundamental de la sociedad y esa cultura que busca, no la división, sino la integración y la armonía entre los seres humanos.
En sentido amplio, Sigüenza es ciudad de museos, comenzando por el Museo Diocesano, que conserva una de las más hermosas pinturas de Zurbarán, un más que probable Tiziano y otros importantes tesoros, al que le sigue el propio museo de la catedral. En el ámbito secular, existe un curioso “museo de la miel”, donde se pueden adquirir muestras de lo que se ha venido considerando una de las mejores mieles del mundo, la miel de la Alcarria, hoy casi toda exportada.
Es cierto que algunos edificios, hoy vacíos, como el antiguo seminario, podrían ser locales magníficos para la instalación de otros museos y colecciones privadas, además de exposiciones temporales, lo que dotaría de una oferta adicional a la ciudad, oferta que podría animar al visitante a prolongar su estancia, pernoctando para completar su visita.
Pero volviendo a nuestro día, el de los museos, decidimos asistir a los eventos programados en la Plazuela de la Cárcel, lugar próximo a la célebre casa “del Doncel” en la parte medieval de la ciudad, concretamente, en las salas del Ayuntamiento Viejo, antigua casa consistorial, ese imponente edificio ornamentado con los escudos de los Reyes Católicos y el obispo Carvajal, donde se ubica la cuarta sede de la Fundación Antonio Pérez, cosa que, sinceramente, ignoraba (mea culpa, despiste sideral), y que me ha resultado toda una sorpresa, ya que otra de las facetas peculiares de Sigüenza es que, vaya, vaya, además de ciudad medieval y barroca, además de los asados, su catedral y su parador castillo, resulta ser una ciudad vanguardista.

Sí. De esa querida vanguardia que ya peina canas, pero que sigue en plena forma, regenerándose con sangre joven que hereda la sangre consagrada.
En la Galería de Arte Sigüenza – enclave de modernidad, a la que sigo su andadura - se expone por estos días una pequeña, aunque singular muestra de la obra de Luis Feito, que incluye ejemplares poco conocidos de su trayectoria, y una política de precios asequible para el aficionado joven (o no tan joven) que quiera introducir en su vida ese rojo de trazo intenso y el negro estructural que tan bien resumen la obra del autor, un nombre indispensable en la historia de la pintura contemporánea del siglo XX. Pero también es posible contemplar otra obra del mismo autor en un lugar distinto, esta vez formando parte de un panorama más amplio, que incluye pintura, escultura, fotografía y obra gráfica de otros artistas españoles, imprescindibles para conocer la evolución de lo que se viene definiendo como “Arte contemporáneo” (entrecomillo porque, cuando pasen cientos de años, el nombre podría resultar chocante).

Así, gracias a un convenio entre el Ayuntamiento de Sigüenza (y gracias también al empeño de la concejala de cultura, Ana María Blasco, todo hay que decirlo), y la Diputación Provincial de Cuenca, desde 2023, se pueden contemplar obras de artistas tan conocidos como Saura, Canogar, Millares, el Equipo Crónica, Gordillo o el mismo Antonio Pérez, seguntino de nacimiento, en cuya obra están presentes los recuerdos de infancia en el comercio de su padre, los tarros apilados, las latas, la variedad de objetos dispares a la venta, el olor de las salazones o las velas de cera, el papel de estraza o la rueda de lustrosas sardinas arenques, donde podían encontrarse trampas para ratones al lado de un caballo de cartón o un cubo de juguete de lata, estampada con los mismos motivos que el papel de los vasares.
Nostalgia en estado puro, aderezada con toques retro, como el muñeco Michelin (ya adelgazado), o los estrafalarios desatascadores en forma de bailaora. Ordenado popurrí que concuerda con sus objects trouvés (objetos encontrados), inclusive el botellero de Duchamp (no el urinario, porque tampoco hay que pasarse).

Pues bien: el 18 de mayo, Día de los Museos, se había programado una visita explicativa a cargo de Lucía López y un concierto de Jazz, del grupo Trixie Dixie”,con Iván Miño como director.
Aunque la cuesta desanima para los que vivimos por San Roque, decidí sacudirme la modorra dominical y acudir al evento, que resultó muy concurrido.
No voy a realizar una crónica de sociedad de quienes se encontraban allí, gentes de todas las edades y pelajes, sino comentar lo bien que nos lo pasamos.
En cuanto a la colección de arte, además de una explicación precisa y clara, que permitía comprender el porqué de las obras exhibidas y su singularidad, a cargo de la ya mencionada, se podía disfrutar de una instalación sencilla, blanco sobre blanco, con el toque majestuoso del bello artesonado de ese salón histórico.
Algunas obras llamaban la atención, como la ya mencionada de Saura, un collage ¡en color!, realizado con la ayuda de un grupo de amigos, que contrastaba con el rostro blanco y negro emergiendo de una bandeja de cartón; el inquietante aguafuerte de Alfredo Castañeda, una de las pocas concesiones a la figuración, como el caso de Millares, las dos serigrafías del Equipo Crónica, o el tardío surrealismo de Bonifacio Alfonso; el nocturno de Canogar; el simbolismo poético de Joan Brossa, que, elegantemente, evoca la emblemática del renacimiento…

En este marco incomparable (que diría el cursi de turno), tuvo lugar el concierto, primera actuación en público de un grupo que unía la afición por la música con la buena dirección de alguien que conoce a fondo y siente el jazz, a pesar de su juventud. A medida que avanzaba con el repertorio, la banda se iba compactando, pasados los primeros minutos (que deben ser terribles) de su presentación inicial ante el público. Y, a medida que se compactaba, la música fluía, los solos iban superándose unos a otros y el público, entregado, acabó jaleando, e incluso, se bailó la conga, algo que parece frívolo comentar pero que indica el buen ambiente que se generó.

Es posible también que algunas personas sintieran lo mismo que yo, cómo la música iba alisando arrugas, agrandando la melena y las pestañas, colocando en su lugar huesos y tendones, aterciopelando la piel, en un viaje hacia atrás, con esta cadencia melancólica resonando en cafés retro, llenos de humo de tabaco, una música que no acababas de entender, triste y vivaz al mismo tiempo, un lamento lleno de fuerza y de sensualidad que se proyecta hacia el futuro como una promesa de tiempos mejores, cuando muchos aprendían inglés para saber qué decían las canciones extranjeras y casi nadie viajaba a lugares tan lejanos como, por ejemplo, Nueva Orleans.
Por eso les cuento esto: porque hay que agradecer a los que, con entusiasmo, nos hicieron pasar tan buena tarde, cordial y amable, en un entorno que nada tiene que envidiar a museos más conocidos.

Video del grupo de jazz Trixie Dixie en la Fundación Antonio Pérez el Día de los Museos.
P.D.- Julio Álvarez, colaborador habitual de La Plazuela, me pasa unos cuantos datos sobre la banda, que reproduzco a continuación:
Trixie Dixie:
- Iván Miño (trompeta, dirección). Estudió en el Conservatorio Superior “Joaquín Rodrigo” de Valencia la especialidad “jazz”. Actualmente, es el director actual de la Banda Municipal de Sigüenza. Forma parte del “Iván Miño Quintet” y del grupo “La Bailadera”.
Reseñas en: -https://laplazuela.net/index.php/cultura/13439-un-profeta-en-su-tierra-fantastico-concierto-de-ivan-mino-y-su-quinteto-de-jazz-en-la-alameda
https://www.visitasiguenza.es/pec-events/ivan-mino-quintet-atardeceres-musicales-pelegrina-2024/
- Gustavo Delgado (trompeta). Regenta el estudio de joyería artística de la Plaza Mayor (https://gustavodelgadojoyas.es/ )
- Daniel Sopeña, alias Dani (saxofón),es miembro de la banda municipal, y lleva también su música de saxo a eventos (Dani Music). En 2018, los dulzaineros le dieron su insignia en reconocimiento a su labor por la música tradicional. De Asociación de Amigos del Folklore de Sigüenza. Se acompaña de su hijo Luis.
Reseñas en: https://laplazuela.net/sociedad/14170-el-popular-supermercado-gama-cierra-sus-puertas-en-sigueenza
https://www.youtube.com/watch?v=f5du-TC0Vig
- Luis Sopeña, hijo de Dani (bombardino)
- Jaime D. Nevado, alias Yimmy (guitarra), es un madrileño que vive en Pelegrina, biólogo con estudios en Bellas Artes y, además de músico es pintor, grabador y fotógrafo y tiene obra en la galería de arte Sigüenza
- Manuel Orozco , conocido como Manu (bajo), estudió en la escuela municipal de música de Sigüenza y, además del bajo, toca el piano, teclados y otros instrumentos.
- Casilda Garcés (trombón), pertenece a la banda municipal.
- Diego Moll (trombón): de origen argentino, está afincado en Sigüenza, y además de la música, es pintor. Ver también: https://laplazuela.net/index.php/entrevista/15014-el-curioso-caso-de-diego-moll
- Ricardo Checa (batería), percusionista seguntino de larga trayectoria, fue el promotor en su día del Festival de Jazz de Sigüenza, que duro unas pocas temporadas con gran éxito, aunque finalizó por recortes presupuestarios en la crisis del 2007.