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Nacía en San Sebastián un 28 de diciembre de 1872, un autor que vendría a revolucionar el estilo de la novela en la España de la época.

Sus primeros escritos de juventud, artículos periodísticos y relatos, aparecen en distintos periódicos y revistas de Madrid y San Sebastián, principalmente, en los primeros años del siglo XX. En El Imparcial, El País, El Pueblo Vasco, La Unión Liberal, Nuestro Tiempo, Juventud, Nueva Vida, entre otros.

Por esas fechas, Baroja ya había publicado Vidas Sombrías, y estaba preparando La Busca, una de sus novelas más célebres. En aquéllos años era conocido sobre todo por sus artículos y relatos. Fue además corresponsal de guerra,  enviando las crónicas de la guerra de Marruecos a diversos diarios. Otra faceta menos conocida, es su producción como crítico teatral y literario.

Crónicas, reseñas, artículos, telegramas y relatos vienen recogidos en el libro PIO BAROJA, ESCRITOS DE JUVENTUD, prólogo y selección de Manuel Longares. Editorial Cuadernos para el Dialogo, Madrid 1972.

En uno de esos relatos, el capítulo I. El Viaje, (publicado en El Imparcial el 2 de diciembre de 1901), cuenta de su paso por Sigüenza y Alcuneza, camino de Soria. El relato en cuestión, titulado A Orillas del Duero, narra a lo largo de seis capítulos, las andanzas del viaje que hizo con su hermano Ricardo, en compañía de Paul Schmitz.

Quisiera terminar la reseña de este escritor controvertido y genial, recordando algunos fragmentos del relato sobre su viaje de juventud por nuestras bellas tierras.

“De Sigüenza a Alcuneza fuimos a pie por la vía. Comenzaba a lloviznar, hacía frío; marchábamos pensando en el aspecto de bandidos y en el miedo del que pudiera encontrarnos caminando solos por la vía. Oímos a lo lejos el silbido de un tren …

Ya estábamos cansados, cuando vimos una luz y llegamos a la estación de Alcuneza, desierta; entramos en una sala y nos tendimos a dormir en el suelo, entre fardos y pellejos de aceite.

El ruido de una campana nos despertó sobresaltados; llegaba el tren de Soria, que volvía a partir. Entramos en el vagón de tercera.

Presentaba un aspecto extraño: hombres envueltos hasta la cabeza con capotes pardos con capucha, aldeanos con zorongo y calzón corto, envueltos en mantas listadas, cestas, líos, jaulas, viejas con el refajo puesto por encima de la cabeza, mujeres de cara impasible, todo empastado en una atmósfera brumosa, empañada por el humo del tabaco”.

 

 

Viñeta

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