Un año más la gran mayoría de las cadenas de televisión del país se han dado cita para retransmitir el mensaje navideño del actual jefe del Estado (por la gracia de su padre). Años atrás le tocó ejercer esa función al Campechano real (por la gracia del Caudillo). Este último estuvo encargado de la trabajosa faena durante los casi 40 años precedentes (en su caso por la gracia de Dios).
Como otros años, el Preparadísimo soltó la habitual retahíla de frases hechas con términos como: moderación, consenso, constitución, concordia, etc. para que los medios de comunicación de referencia se apresuraran a interpretar su sentido oculto y a ponerlas en valor, como si del oráculo de Delfos se tratara. Pero a estas tareas a las que se dedican los periodistas de cabecera de manera habitual, se suma ahora toda una pléyade de blogueros y influencers de variado pelaje que se estrujan sus meninges en las redes sociales indagando sobre el verdadero sentido del oráculo borbónico.
Al final todos, aún desde las posiciones políticas más contrapuestas, ensalzan la sabiduría de los mensajes y los interpretan, arrimando el ascua a su sardina, como si su autor fuera una pitonisa del siglo XXI.
El pitoniso real cumple en su discurso navideño además la función de proveer de papilla informativa a los medios en unas fechas en las que, aparte de las truculentas imágenes de compulsivos derrochadores de champán agraciados por el Gordo salpicándose unos a otros, se registran pocos asuntos noticiables, si dejamos aparte los rutinarios partes de guerra y de catástrofes naturales así como del sempiterno circo futbolístico.
Para evitar el cansancio y la decreciente atención que se detecta en los últimos años hacia estas encíclicas profanas que se introducen subrepticiamente en los hogares antes del ritual familiar de mariscos y espumosos, proponemos sustituir en los años venideros al pitoniso real por otro algo más acorde con estas fechas festivas.
Recordando el papel que jugó un famoso cefalópodo como adivino de los resultados en aquellos legendarios campeonatos de fútbol en los que brillaba “la Roja”, la añorada selección española, proponemos que a partir de ahora sea un pulpo, ese animal de compañía de muchas celebraciones gastronómico-navideñas, el que se haga cargo del oráculo navideño.
Es bien sabida la inteligencia de este invertebrado, pero para que cumpla su función con eficiencia habría que acudir a la inteligencia artificial, dotando al cerebro del animal de una potente base de datos que se alimente de los sucesivos discursos navideños pronunciados desde los tiempos inmemoriales desde aquella primera intervención por la gracia de Dios a principio de los años 40 del pasado siglo.
Para evitar que esta propuesta pueda suponer la acusación de un delito de odio a la institución borbónica y que nuestra publicación sea censurada o cuanto menos desmonetizada, pedimos que se aplique en compensación al monarca una reducción de su jornada de trabajo de acuerdo a la reciente legislación laboral, una vez que se haga cargo del oráculo, el animal de compañía indicado.
Por otro lado para evitar las denuncias de un posible delito de maltrato animal se podría establecer una tregua navideña por la que no pudiera consumirse el preciado cefalópodo en los hogares mientras uno de sus ejemplares estuviera cumpliendo su función de oráculo, aunque los más voraces podrían estar exentos de esta normativa y se les permitiría consumir otro similar como la sepia o el calamar, ambos en su tinta.