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Esta mañana me he dado un paseo por la difunta Alameda de Sigüenza. Desde que se aprobó el proyecto siempre he pensado que era innecesario y muy caro.

La evolución de las obras me ha demostrado que mis peores vaticinios se han quedado muy cortos, pues tanto en sus retrasos como en sus ejecuciones es notoria su ineptitud para todos sus diferentes enfoques.

 
 

Ya me había acostumbrado a ello esperando sólo que acabasen las obras lo antes posible, pero hoy me ha sorprendido el que hayan sido capaces de superarse a sí mismos con dos nuevas y sorprendentes ejecuciones;

Han abierto una puerta que no hacía maldita la falta frente al bar Ania rompiendo la barbacana y la reja clásica. Y para colofón (por ahora) están construyendo los nuevos urinarios públicos adosados a la tapia del Convento de las Clarisas. Recemos para que acaben pronto y no les de tiempo a nuevas ocurrencias.

 
 

 

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