Cultura. Siempre cultura. Este ámbito estuvo muy presente durante la Segunda República. Fue muy importante. No en vano, en dicho periodo hubo en España un florecimiento de las ciencias y de las artes –en su más amplio sentido–. Nombres como Salvador Dalí, Miguel Hernández o Federico García Lorca desarrollaron parte de su actividad en esta época. Por ello, el recuerdo de dicha etapa ha de mantenerse vivo.
Y, como muestra, un botón. Estos días se celebra el 85 aniversario de la proclamación de la Segunda República. Un 14 de abril de 1931 se izaba la bandera tricolor en muchas localidades españolas. La primera, Éibar. Así comenzaban varios años de democracia que terminarían abruptamente con la Guerra Civil y la posterior dictadura franquista. Como consecuencia de ello, se produjo un gran exilio, sobre todo a México, donde recalaron algunos de los intelectuales hispanos más destacados. El gobierno de Lázaro Cárdenas los quiso acoger y, desde entonces, tanto ellos como sus herederos mantienen viva la llama republicana.
La poesía musicalia dio el pistoletazo de salida al evento.
En este marco hay que entender el evento que tuvo lugar el pasado domingo, 10 de abril. En Ciudad de México. Este día, el Ateneo Español –institución creada en 1949 por los exiliados– recordó la efeméride del 14 de abril. Se trató de una actividad que no sólo sirvió como reencuentro para los miembros de la institución impulsora. También se permitió la entrada de personas externas. Y, de hecho, se previeron actividades para todos los públicos. Entre ellas, lectura de poesía o la V edición de la Feria del Libro “Federico García Lorca”, que toma el nombre del poeta andaluz fusilado durante la guerra. Un recuerdo muy importante en contra de la intolerancia.
Hubo una decena de puestos en la feria del libro.
De esta forma, durante la cita se pudo pasear por los stands de diferentes librerías y editoriales, en los que se daba la oportunidad de consultar y comprar obras generales y, sobre todo, compendios especializados en migraciones y exilios. “Era una oferta de libros que no se encuentra en cualquier parte”, aseguraba Teresa Espinasa, coordinadora de eventos del Ateneo. “Nosotros hacemos una invitación abierta a un directorio de editoriales que tenemos, y cada casa accede a venir”, explicaba. Y la respuesta fue buena, con casi una decena de puestos. “El Ateneo se dio cuenta que no es fácil encontrar estos textos en librerías [los referidos a exilio y migración] y, por tanto, surgió la idea de hacer esta Feria”, indican desde la organización.
Se dieron cita bastantes descendientes de exiliados.
La poesía también ocupó su lugar
Pero lo más positivo es que todos los asistentes al evento compartían una filosofía semejante: su compromiso con la cultura. Un mismo posicionamiento que también defendían muchos de los exiliados españoles que llegaron a México. Por ello, desde el Ateneo no duraron en acompañar el recuerdo de la Segunda República con otras actividades, además de la Feria del Libro. Hubo poemas musicalizados y, también, «Poesía en el aire», un espacio en el que los asistentes declamaron diferentes composiciones. “Fue a micrófono abierto”, explicaba Espinasa.
La cita estuvo muy animada.
Entre los intervinientes se encontraron tres alumnas de Bachillerato del Instituto Luis Vives –otra de las instituciones educativas creadas por el exilio español–. En concreto, se trató de Gisela Salafranca, Natalia Cabellos y Fernanda Fernández. Cada una de ellas leyó tres poesías propias, en las que quisieron exponer perspectivas diferentes. Por ejemplo, Gisela en sus dos primeros textos se centró en el tiempo. “Tengo 18 años y estoy entrando en la adultez, por lo que empiezo a cuestionarme la vida, la muerte…”, señalaba. Y, en último lugar, habló de sus sentimientos sobre lo que está ocurriendo actualmente en México. “Nos encontramos en una situación de violencia y crisis muy fuerte”, indicaba.
Natalia Cabellos, sin embargo, quiso declamar unos trabajos “más lúdicos”. El primero lo compuso recortando y uniendo conceptos sacados de una revista; el segundo lo escribió “buscando al azar palabras en un diccionario”, e incluyendo una en cada verso; mientras que el tercero lo había diseñado para la publicación del Luis Vives. Asimismo, Fernanda Fernández leyó dos obras en las que combinaba el aspecto personal, mientras que en la tercera habló de un elemento menos íntimo. “Lo leí porque sentí que los dos poemas anteriores habían sido muy intensos”, explicaba la estudiante.
Un momento de la declamación de poesía.
Hubo una gran variedad de tratamientos. Pero en lo que coincidieron las tres jóvenes fue en la calidad de la enseñanza del Instituto Luis Vives. “Es una escuela donde se fomenta muchísimo la libertad”, afirmaba Gisela. “Los estudiantes son muy creativos, hecho que también es fomentado por los maestros”, añadía Natalia. “Se intenta romper con la educación conservadora que hay en otros centros”, complementaba Fernanda. Se trata, por tanto, de una pedagogía que conserva las tendencias más avanzadas que se dieron durante la Segunda República.
Las propuestas que no cesan
Pero si la poesía fue muy importante el pasado 10 de abril, tampoco fueron menos relevantes otras iniciativas culturales. De hecho, los asistentes al evento también pudieron recorrer la exposición de Julia Jiménez Cacho. Se trata de una muestra de pintura y de documentos históricos que estará abierta hasta mediados de mayo, y en la que se pueden disfrutar de varias composiciones pictóricas de la artista. Además, también se han incluido diferentes elementos y textos relacionados con el exilio de esta intelectual y de su marido.
Hubo una buena respuesta del público.
Al mismo tiempo, el domingo también se pudieron degustar diversos productos españoles. Se trató de una variedad gastronómica que consistía, entre otras propuestas, en paella y tortilla de patata. Unos alimentos tradicionales de esta parte del Atlántico y que en México son muy apreciados. Sobre todo si están regados con buen vino de Rioja, como se previó en la jornada organizada por el Ateneo.
¿Y el conversatorio?
Para cerrar la conmemoración de la proclamación de la Segunda República se había planificado un conversatorio sobre género. En el mismo participarían mujeres exiliadas en México pero nacidas en España. Durante la actividad –centrada en los derechos femeninos reconocidos en la Constitución de 1931, como la educación igualitaria, el divorcio o el voto– iban a intervenir Trinidad Martínez, Carmen Rayo, Paloma Altolaguirre o Leonor Sarmiento, entre otras. Sin embargo, lo apretado del programa y la amenaza de lluvia hizo que la organización prefiriera posponer la actividad.
A pesar de ello, La Plazuela pudo hablar con Trinidad Martínez –una de las intervinientes–, quien mantiene intacto su compromiso. “Las leyes son necesarias, pero si la cultura de los pueblos no avanza, pervivirán los mismos problemas de siempre”, aseguraba la fundadora del Centro de Investigación y Docencia Económicas de México (CIDE). Al mismo tiempo, Martínez denunciaba la dificultad de erradicar el machismo en la sociedad. Esta mentalidad –aseveraba– no se puede eliminar exclusivamente con educación. Hay que apostar por la movilización. “Es un problema de convencimiento, de lucha”, explicaba. “Tienen que ser las mujeres las primeras en cambiar su propia cultura, porque muchas veces son ellas las que mantienen patrones masculinos, previos a lo que las propias leyes han dejado ya establecido”, complementaba.
Trinidad Martínez (primera por la izquierda) considera que hay que seguir luchando contra el machismo.
Y sobre el futuro que está por llegar, Trinidad Martínez se mostraba pesimista. “Lo que se avecina es muy trágico en todos los sentidos: en lo político, en lo económico, en lo religioso, en los peligros físicos…”, auguraba. Pero, al mismo tiempo, señalaba que hay espacio para la esperanza. Siempre y cuando la ciudadanía piense, actúe y se la juegue, “porque mientras la gente siga tranquilita en su casa, dejando pasar las cosas, nunca mejorará la situación”. “Si hay conformismo y no se enfrentan los retos, nada mejorará”, comentaba.
Esta barcelonesa que llegó exiliada a México siendo muy joven, se sigue emocionando cada vez que recuerda su arribo a aquella parte del mundo. No duda en rememorar su periplo de refugiada. Y lo hace recitando una poesía. ¿Qué mejor forma de evocar el pasado que echando mano de la cultura?
Tres años duró la Guerra.
Y hacia los Pirineos nevados empecé a caminar
¿Cuántos días duró la marcha?
No lo puedo recordar
Pero cada noche más fría
Sin comer ni poder descansar
Con mi infancia truncada y después de larga espera
Un barco me fue a llevar a estas tierras mexicanas
En esta tierra encontré
nueva patria y nuevo hogar […]
(Fragmento de la poesía recitada por Trinidad Martínez Tarragó a La Plazuela)
Las estudiantes del Luis Vives participantes en el evento.