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Si la iglesia de la Asunción de El Atance es obra del siglo XVI, probablemente sería en el XVII o XVIII cuando se construyó la ermita de este pueblo. Cuando Pascual Madoz describía en 1846 las características del pueblo de El Atance con sus habitantes, bienes, servicios y edificios se refería así a la ermita que nos ocupa: “A corta distancia del pueblo está el cementerio y la ermita titulada de Ntra. Sra. de la Soledad, que nada tiene de notable”. Y la Guía Arqueológica y de Turismo de Baranda y Cordabias en 1929 ni siquiera la cita.

Quizás no fue muy apreciado el valor artístico de la ermita en las décadas precedentes, salvando el indudable valor sentimental que tenía y tiene para los atancinos. Situada en la loma que mira a poniente, y ahora a las aguas del pantano y a las ruinas de pueblo, tiene el encanto de las pequeñas ermitas castellanas, destino de paseos y oraciones de los devotos. Al fondo, las ruinas del pueblo bordeando las aguas del pantano, laderas con tainas y palomares y la imaginaria loma donde un día asentara la iglesia de la Asunción. A un lado, al final de una calle empedrada, el recinto del cementerio, todavía con algunas tumbas cuidadas, pero con sus puertas desmanteladas, objeto en su día de visitas piadosas, devotos peregrinando desde el pueblo por la ermita al cementerio. Y detrás, la antigua cruz de mayo, a donde procesionaban tantos días los vecinos de El Atance suplicando la llegada del agua que hoy ha llegado en demasía a los alrededores.

Vista de la ermita en diciembre de 2020.

Su fábrica es de planta cuadrada con cubierta de teja a cuatro aguas y rematada por una cruz de hierro. Tiene unos cinco metros de lado, y queda protegida en su fachada por un pequeño pórtico, añadido con posterioridad a la construcción de la ermita. El tejaroz, apoyado en dos muros, protege los dos arcos de la entrada, que componen un bonito parteluz. Todo el edificio está construido con piedra arenisca, muy sensible a la acción del agua y de los elementos atmosféricos.

Tenía la ermita en su interior un pequeño altar, donde asentaba en una hornacina acristalada la Virgen de la Soledad. La imagen, probablemente del tipo cabeza de muñeca, revestida con túnica blanca y capa de luto, se situaba delante de una cruz desnuda, con un fondo de yeso azulado. En la hornacina, profusión de ramos de flores, así como flores y candelabros por delante, sobre la mesa del altar. En fotografías antiguas se pueden apreciar algunos documentos enmarcados y a los lados algún cuadro y probablemente pequeños tapices objeto de exvotos. En el lateral izquierdo asentaba una urna con el Cristo yacente, justificando la soledad de la madre, apoyada sobre dos ménsulas de madera, de las que todavía quedan restos sujetos en la pared.

El antiguo altar de la Virgen de la Soledad (cortesía de Gerardo Blanco).

Pero lo más curioso, al decir de los expertos, es la techumbre, constituida por un artesonado de madera perfectamente descrito por Javier de Mingo, arquitecto y máster en conservación del patrimonio, que ya en 2012 abogaba por su protección antes de llegar a la ruina total: “… posee una pequeña armadura de cubierta de limas mohamares… y conserva un curioso almizate policromado… La armadura es uno de los ejemplares más pequeños que me he encontrado, y de ahí su mayor gracia, puesto que a pesar de su menudencia, posee los detalles de una techumbre austera, pero pensada para ser vista: Pares agramilados, cuadrales, canes, aliceres, cintas, y un enigmático almizate plano, decorado con ocho rosáceas pequeñas y una múltiple en el centro… Pero el trabajo de carpintería seguramente no se quedó aquí. Por el modelo de ermita ante el que estamos, y por varios mechinales existentes en la fachada, podemos afirmar que probablemente en la misma existió un pórtico a tres aguas, hecho de madera en su mayor parte…” (https://www.albanecar.es/atance/).

Vista actual del artesanado y del altar.

Estado actual

Tras la expropiación y abandono del pueblo por sus habitantes la ermita mantuvo un tiempo su porte sólido y su aspecto recoleto y apacible frente a las ruinas que emergen del pantano. Pero poco a poco el paso del tiempo, la acción de las aguas y el saqueo de los depredadores del patrimonio fue arruinando el continente y el contenido.

Ya en los años noventa, poco después del emigrar los últimos habitantes del pueblo, desaparecieron sucesivamente las puertas de la ermita, la imagen de la Virgen de la Soledad con todos los accesorios del altar y la imagen del Cristo yacente. También en dichos años desapareció la puerta de forja del cementerio, actualmente tapiada con piedra, y la puerta del pequeño edificio donde se realizaban las autopsias.

Hoy día (al menos ayer mismo aún estaba en pie) el pórtico se va desplomando y agrietando con la amenaza de separarse definitivamente del edificio original. La techumbre se va desmontando, al comenzar a derrumbarse el muro de poniente bajo el tejado. El entramado de madera, con su bonito artesonado, queda ya a la intemperie en su vertiente oeste dejando ver ya el cielo a su través y dejando pasar el agua a raudales. Y los muros, lamidos ocasionalmente por las aguas del pantano, van siendo socavados poco a poco con su acción sobre la blanda piedra arenisca de la construcción.

Pero lo que más inquietud produce y que está siendo responsable de los daños en la parte oeste de la cubierta es la fractura de una piedra que apoya en la columna central del pórtico y que amenaza con el colapso total y la desaparición definitiva de los dinteles. Como dice Herrera Casado: “A simple vista, la imposta central del doble arco queda al aire de manera estremecedora, de tal modo que el conjunto de sillares que en ella apoyan están a punto de venirse al suelo. Si esta ermita no se ha caído ya es por un probable “milagro” de la Virgen de la Soledad de El Atance, porque la física está diciendo que debería haberse hundido ha mucho tiempo” (http://www.herreracasado.com/2020/12/05/el_atance_ermita_de_la_soledad). Si esto sucediera el daño sería irremediable, al desplomarse también la parte correspondiente del tejado y el artesonado, perdiéndose definitivamente, una vez más, una interesante, aunque modesta, muestra de nuestro patrimonio.

Estado actual del interior de la ermita y de su entrada.

Posibilidades de actuación

Aunque la ermita no está declarada como Bien de Interés Cultural por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, sí que está inventariada dentro del patrimonio cultural de la Comunidad Autónoma y por supuesto del de la ciudad mitrada del Doncel.

Al estar ubicada en terreno anegable, la posibilidad de que el agua sumerja parte de los muros, aunque improbable, es posible, como sucedió años atrás. Esta misma situación desaconsejaría abordar una solución definitiva en la ubicación actual. Lo que es indudable es que se requiere una labor de consolidación urgente que evite el total hundimiento a corto plazo, mientras se busca una solución definitiva.

Por otro lado, no parece razonable plantear la posibilidad de que la ermita sea trasladada fuera de su emplazamiento original, como en su día sucedió con la iglesia de la Asunción a Guadalajara, bien a dicha capital, o bien a su cabecera de Sigüenza. Las tendencias actuales y la estética del lugar y del entorno no aconsejan desubicar estos vetustos testimonios de nuestro pasado. El valor histórico, artístico y sentimental quedarían claramente menoscabados.

Unos metros más arriba, las antiguas eras, cerca del paraje de Las Horazas, asiento de restos arqueológicos, podrían acoger la ermita, remozada, pero todavía ambientada y recoleta, permitiendo disfrutar de su entorno en el lugar original y manteniendo su mirada vigilante sobre lo que un día fue su pueblo. Los vecinos y descendientes de El Atance, podrían congregarse a contemplar con nostalgia y cariño, ya que no a celebrar con plena satisfacción, el recuerdo de su pueblo y la recuperación de su ermita. Así lo hacen también hermanos de destino al lado del pantano de Alcorlo en su ermita, o del pantano de Beleña en lo que fue el santuario de Peñamira.

Vista del pantano y el entorno de la ermita desde la cruz de mayo en las eras

Como siempre, los problemas derivados de la propiedad o de la competencia de las actuaciones dificultarán las soluciones. Los antiguos habitantes tienen la propiedad moral, afectiva, sobre su ermita. La Confederación Hidrográfica del Tajo, es la propietaria actual de los terrenos, entidad de derecho público adscrita al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. El antiguo término municipal se integra en la actualidad en el municipio de Sigüenza y, por tanto, su patrimonio es competencia de este, en estos tiempos en que la ciudad, y toda la riqueza patrimonial de su término, aspiran a ser declarados Patrimonio de la Humanidad. Y el obispado, entidad teóricamente titular de la ermita, aun desacralizada, tiene obligaciones de conservación de su patrimonio en tantas iglesias y ermitas todavía consagradas, que difícilmente priorizaría sus esfuerzos en esta modesta ladera del río Salado. Por su parte la Junta de Comunidades tiene la autoridad y la obligación, al menos moral y legal, de velar por la conservación del patrimonio de nuestra tierra y apoyar en el esfuerzo de su recuperación. Pero la solución no se puede demorar, porque el daño puede ser irreversible. Frente a la lamentación resignada de “entre todos la mataron y ella sola se murió” queda la del empuje solidario. Porque, como diría un maño universal:

“Una arboleda en el río, una huerta en el secano

y al amigo que está lejos atráelo de la mano

y entre los tres hay que levantar, hay que levantar, hay que levantar”

José Mª Alonso Gordo

Vicepresidente de la Asociación Serranía de Guadalajara

 

Este artículo apareció publicado previamente en Henares al Día, por su interés con el permiso de esta publicación y a instancias de su autor lo reproducimos en La Plazuela.

 

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