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Desde el piso 23 del Hotel Habana Libre, levantado en una colina, puede contemplarse una vista panorámica del malecón, de las embajadas de Irán y Estados Unidos – muy cerca la una de la otra, pese a lo mucho que les separa a los dos países – y el Hotel Nacional, iluminado y lleno de recuerdos de la Cuba anterior a la revolución de 1959. Una historia muy diferente a la del Try Habana Libre, que fue cuartel general de Fidel Castro, antes de ser expropiado a la cadena Hilton. En sus paredes cuelgan todavía fotos del Ché Guevara jugando al ajedrez, fumando puros o reunido con la plana mayor del gobierno revolucionario. 

Puesta de sol desde el malecón en La Habana

El antes y el después, convertido en constante referencia de un pasado ya lejano y de un presente lleno de incertidumbres. A pesar de que el vuelo llega entrada ya la madrugada al aeropuerto José Martí, me levanto muy temprano y me voy a dar una vuelta por las calles que bajan hasta el malecón. A la salida del hotel, me da los buenos días un hombre de mediana edad, que me saluda amablemente y se interesa por mi procedencia. Me dice que nunca ha podido viajar a España y, finalmente, me ofrece pesos cubanos por euros, en la proporción de 180 de los suyos por cada euro de los míos.

Calle de La Habana

Dice que es médico, que apenas disponen de medicinas y que la guerra de Ucrania complica más la ayuda rusa. Le comento que yo había estado en La Habana y Varadero a mediados de los noventa y me cuenta que la situación de entonces es igual o incluso mejor que la de ahora. En el momento de cruzar una calle sin semáforos, me tranquiliza con estas palabras: “no te preocupes, que aquí los coches paran cuando estás cruzando”. Menos mal. “El problema mayor que tenemos ahora, compañero, es la falta de algunas materias primas”, afirma, antes de darse la vuelta y desearme feliz estancia en Cuba. 

El Cristo de La Habana

Ese mismo día, y en días posteriores, tuve la oportunidad de comprobar que aquel hombre estaba en lo cierto. La Habana de hoy sigue igual que estaba a mediados de los 90. Incluso con más dificultades económicas. 

Bajando por la Avenida 23, a las puertas de un viejo edificio que amenaza ruina, se concentra un grupo de estudiantes uniformados. Esperan que se abran las puertas del patio, mientras por la calzada aparecen de vez en cuando viejos y destartalados automóviles. En algunos cruces también observo a personas que hacen autostop para ir a otros lugares de la ciudad, en una especie de viaje a ninguna parte. 

Baile en el callejón de Hamel. La Habana

 EL PESO CUBANO Y LA FALTA DE INICIATIVA PRIVADA

Junto al malecón, varias personas negras lanzan la caña al agua, pero al verme hacer fotos se repliegan junto a la barbacana. El sol asoma por el horizonte y da un brillo especial a las aguas del Atlántico. Estamos a pocos kilómetros del Estado de Florida, pero la distancia ideológica es prácticamente insalvable. Buena parte del pueblo cubano considera que la causa de todos sus males – sesenta años después – sigue siendo el embargo americano. Escasean, como dice mi madrugador amigo, las materias primas en algunos lugares – incluso en los hoteles -, y eso (compañero) no les parece que sea culpa del sistema productivo impuesto por el gobierno cubano. Es culpa, como casi todo, del imperialismo yanki. Falta leche, huevos, pan y otros productos de primera necesidad, pero nadie protesta. Nadie pide explicaciones a sus gobernantes. 

Que el peso no valga nada o que los sueldos oscilen entre los veinte y los cuarenta euros mensuales, difícilmente puede ser un problema generado por el bloqueo comercial y el embargo. Para ayudar a las familias, existe una cesta básica que se compone de pequeñas cantidades de arroz, pan, leche para los niños o frijoles, que varían en función del número de miembros que convivan en la misma casa. Cuba, como decía un amigo, hay que conocerla y disfrutarla, pero nunca intentar comprenderla. Cuando le pregunto al guía por los obstáculos a la iniciativa privada me mira raro y me dice que ya existen los autónomos, pero controlados también por papá Estado. 

El autor en la Plaza de la Revolución

A la salida del hotel Habana Libre, un improvisado vendedor de periódicos insiste en entregarme una edición atrasada del periódico Granma a cambio de la voluntad. El órgano oficial del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, con tan sólo ocho páginas, lleva en portada la foto de comandante Ernesto Che Guevara, con motivo del 95 aniversario de su “natalicio”, y unas declaraciones del ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, en las que expresa la posición de su gobierno sobre la presencia de una supuesta base de espionaje chino en territorio cubano. “Cuba – dice el titular de Exteriores – no es una amenaza para Estados Unidos ni para ningún país”. Vamos, que podemos estar tranquilos.

Ambiente en Santa Clara

 HUELLAS ESPAÑOLAS EN LA HABANA VIEJA

La realidad del pueblo cubano va por un lado y la propaganda política de la dictadura castrista por otro. Así que hice caso a mi amigo e intenté respirar el ambiente - húmedo y caluroso - de las calles de la Habana Vieja, con esa plaza adoquinada de San Francisco de Asís, donde destaca la Lonja del Comercio, antes de visitar la fábrica de ron Habana Club, la Plaza Vieja y la de la Catedral, en cuyos soportales se encuentran la escultura del bailarín español, con nacionalidad y alma cubana, Antonio Gades. Esta Habana anterior a la independencia, donde abundan los edificios y las huellas de la presencia española, es una ciudad de palacetes que amenazan ruina, de fachadas con la pintura ahuecada, de gentes humildes que pasean por calles casi desiertas, con la sonrisa cargada de nostalgia y con los sueños de libertad en lista de espera.

La Plaza de Armas de la vieja ciudad colonial contrasta con La Habana Nueva y la Plaza de la Revolución presidida por dos gigantescos murales de Fidel Castro (“Vas bien, Fidel”) y de Ernesto Che Guevara (“Hasta la victoria siempre”). El culto a la personalidad de los revolucionarios que bajaron de Sierra Maestra para liberar a Cuba del yugo norteamericano, que no falte. Como tampoco puede faltar el reconocimiento público al gran libertador, José Martí, cuya figura aparece en letras de molde en cada esquina. En cada rincón de La Habana. “Con todos y para el bien de todos” es una frase suya que acompaña a la escultura de tamaño natural que le han colocado a la entrada de una sede del Partido Comunista. Hay en esa zona de El Vedado frases mucho más beligerantes en las paredes, como “patria o muerte, venceremos”, o simples deseos, como “viva Cuba libre”. 

Por la noche, nada más llegar al hotel, enciendo el televisor y veo en el Canal Telesur – con sede en Venezuela y difusión por otros países de América – al profesor Juan Carlos Monedero explicando cuáles eran las razones de Pedro Sánchez para disolver las Cortes y convocar nuevas elecciones. El presentador, ensimismado y receptivo con su experto invitado, asentía, preguntaba y preguntaba, mientras el profesor Monedero, en tono mitinero, insistía una y otra vez en la necesidad de implantar democracias populistas y acabar con las grandes fortunas. 

Me quedé dormido mientras ellos seguían hablando del reparto de la riqueza y de los peligros que entraña, para el progreso y las libertades ciudadanas, una posible victoria de la ultraderecha en España. A la mañana siguiente no volví a poner la tele, no fuera a encontrarme de nuevo a Monedero en Telesur condenando el imperialismo yanki. 

Calle de La Habana

Así que nos fuimos a recorrer La Habana Nueva. No muy lejos de la Plaza de la Revolución se encuentra el cementerio de Cristóbal Colón, declarado monumento nacional de Cuba. En sus aledaños aparecen las siluetas de pequeños palacios y casas unifamiliares. Los símbolos de la riqueza y del esplendor de épocas pasadas. Es interesante ver por dentro una fábrica de puros habanos, los antiguos Romeo y Julieta, y observar los rostros curtidos de hombres y mujeres que elaboran de manera artesanal y por un pequeño salario los cigarros, mientras los turistas les observamos, sin poder hacerles fotos, desde los ventanales por los que se cuela la luz en los talleres. Todo sigue igual en esta fábrica de puros inaugurada a principios del siglo pasado. 

Trinidad.

EL MAUSOLEO DEL CHE, ENTRE CIENFUEGOS Y TRINIDAD 

Los mitómanos y amantes de gestas y efemérides deben visitar, por supuesto, el gran mausoleo levantado al Che Guevara en la ciudad de Santa Clara, muy cerca de Cienfuegos. El lugar, con cierto parecido fúnebre al Valle de los Caídos, incluye también un museo con documentos y todo tipo de enseres y recuerdos del guerrillero argentino: fotos por la selva boliviana, pistolas utilizadas en los asaltos, uniformes de campaña y algunos diarios en los que anotaba lo sucedido en combate.

Durante este viaje de una semana por el interior de la isla conviene hacer escala en Cienfuegos, con sus callejuelas marineras, su bahía, sus palacios de principios del siglo pasado – especialmente, el bello Palacio Valle - y el pequeño capitolio de la Plaza José Martí – como no, siempre ese nombre - que alberga el gobierno del poder provincial. 

También me parece recomendable visitar la ciudad de Trinidad, declarada Patrimonio de la Humanidad, con visita obligada a la Casa del Alfarero y al Museo de la Canchánchara, una bebida refrescante, hecha a base de aguardiente, miel y limón, mientras un grupo musical de la localidad interpreta boleros. 

Varadero, el punto y final a este viaje por Cuba, nada tiene que ver con los destinos anteriores. En sus playas limpias y en sus aguas claras del Atlántico intento poner orden y hacer balance de las emociones y recuerdos acumulados en La Habana y en el resto de ciudades visitadas. 

Recordar las experiencias vividas en un país de gente maravillosa y preparada, que no merece las carencias y precariedades a las que les tiene sometido un gobierno que sigue la pauta marcada por los hermanos Castro.

Viñeta

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