El órgano barroco nuevo de la catedral fue el instrumento elegido por la pianista-organista rusa para ofrecer el concierto. Maña de adopción, discípula del maestro aragonés José Luís González Uriol, también vocal de la Fundación Fernando el Católico para el fomento de las artes de la Comunidad Autónoma de Aragón, y relacionada con Molina de Aragón, quiso tocar en nuestra catedral y lo logró. La selección de piezas elegidas fue muy del agrado de los oídos, al menos de los míos, en un recorrido cronológico de 300 años de música de órgano.
Irina Pogudina junto al deán de la catedral, Jesús de las Heras tras el concierto.
Escuchamos distintas formas musicales: “pavana” y “diferencias o variaciones” de Antonio de Cabezón, el compositor y teclista de Carlos I y de Felipe II, “tiento” del Andrés de Sola organista de la Seo de Zaragoza, dos preludios y fugas de J. S. Bach , “sonata y minueto” del portugués J.A. Carlos de Seixas y “batalla” de Ramón Ferreñac compositor y organista aragonés.
El campanillo del reloj de la catedral se coló en plena fuga de Bach, pero no quedó mal. Mi vecina en la bancada del coro, no contenta con la temperatura catedralicia, desplegó con garbo y sonido el abanico para remover el aire casi milenario del recinto. El público, muy correcto, no nos atrevimos a aplaudir hasta el final, por si acaso....
Irina Pogudina.
Las obras de Cabezón me gustaron mucho, las de Bach que decir, y el cierre de Ferreñac donde asomó toda la trompetería del órgano para el día de la aparición del Apóstol Santiago fue sobresaliente, seguro que todos lo recordaremos. Irina recibió los aplausos y nos deleitó con una pieza de Tchaikovski. Tras bajar a recibir unas flores y más aplausos nos regaló otra propina. En definitiva un estupendo concierto de órgano. Gracias a Irina, al cabildo catedralicio y a la Fundación iberCaja.